Denuncian concurso chanta en Escuela Alemania de Valparaíso

La Escuela Alemania de Valparaíso,  entre sus actividades de aniversario,  organizó un  concurso para hacer una presentación sobre la escuela

Por Director

09/09/2009

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La Escuela Alemania de Valparaíso,  entre sus actividades de aniversario,  organizó un  concurso para hacer una presentación sobre la escuela.   Estaba dirigido a alumnos de séptimo y octavo básico,  quienes podían usar  powerpoint o quicktime.

La coordinadora del concurso era la profesora de Computación,   y como auxiliar de coordinación estaba un inspector.      Los niños se organizaron en  grupos pequeños para obtener información,  sacar fotografías,  etc.   El jurado estaba compuesto por :  La profesora de Computación,  la profesora de Lenguaje y un profesor que además está encargado del taller de teatro.    Finalmente,  el día indicado para la entrega de los trabajos,  llegaron tres grupos de alumnos de Octavo año básico y uno de Séptimo básico.  Uno de los alumnos de séptimo había ganado el Computador que entregó el Gobierno a principios de este año,  y es además seleccionado del Programa BETA (buenos estudiantes con talentos académicos) de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.    Una buena instancia para demostrar que un computador es un buen regalo,   y que los niños no los usan sólo para jugar.

El jurado revisó las presentaciones,  y una a una fueron eliminadas por ortografía,  por falta de dominio del software utilizado, etc .   Finalmente,  por UNANIMIDAD el  jurado dio como ganador al grupo de alumnos de Séptimo año.   Les comunicaron  a ambos el resultado,   y les indicaron que su presentación sería proyectada en el Acto del día siguiente,  Viernes 28,  en presencia de alumnos,  profesores y autoridades invitadas.

Lo que nadie esperaba es que el inspector auxiliar  no estuvo de acuerdo con el resultado del jurado.   Y no obstante las opiniones de quienes habían sido  designados para elegir  al trabajo ganador,    seleccionó otro de los proyectos.

Al día siguiente,  cuando los supuestos ganadores llegaron al acto,  la profesora Coordinadora les comunicó la lamentable noticia:   la opinión del jurado no se consideró,  y el ganador seria el trabajo que el inspector escogió.   Para sorpresa y decepción de estos niños,  el trabajo que se proyecto en el acto,  frente a todos los presentes,  era totalmente distinto del original:  Alguien lo  transformó,   le agregó información, cambió el orden de las fotografías,  agregó efectos,   y lo  convirtió en una presentación  atractiva,  pero DISTINTO del que inicialmente había visto el jurado.

Cabe preguntarse:  ¿Para qué organizaron un concurso con jurado si al final el que decide es un tercero?   ¿Para qué dar una fecha de entrega de los trabajos,  si al final el seleccionado podrá arreglar su proyecto,  o dejarlo para que un adulto lo arregle,  en desmedro de los que trabajaron SOLOS y entregaron su presentación terminada y a tiempo?

Mi conclusión es que esta es la mejor forma de decepcionar a los niños y jóvenes.

Después de lo ocurrido,  los protagonistas de la historia habrán aprendido algo:

El alumno favorecido,  sabrá  que no importa si no llegó a tiempo con el trabajo terminado,  no importa si su trabajo no es el mejor;  bastará un pituto para que igual sea ganador,  aunque alguien mas tenga que ayudarle a mejorarlo.  Este alumno habrá aprendido que más vale un pituto que talento.   Y lo mas triste será que no comprenderá aún que los pitutos no son eternos…  y que al final lo único que ganó fue un aplauso inmerecido,  y una acción deshonesta.

Los profesores JURADO sabrán que han sido puestos ahí como simples monigotes para validar una deshonestidad.  Sabrán que se les ha faltado el respeto de una manera exacerbada. Sabrán  que para la próxima vez no necesitan elegir a nadie ni revisar los trabajos,  porque su experiencia y conocimientos no valen  frente a alguien que impuso su criterio sin haber sido elegido para ello y sin contar con los conocimientos ni la base profesional.

Los alumnos   inicialmente ganadores,  sabrán que no se puede confiar en los concursos institucionales…  siempre puede pasar algo.   Sabrán que muchas veces el talento no basta,  hay que tener además alguien conocido como “pituto” que arregle los resultados.  Sabrán que  un trabajo realizado honestamente  puede ser eventualmente superado por  otro  no tan honesto.     Sabrán que les han mentido,   a ellos y al público que vio la presentación en el acto de la escuela.    Sabrán que la honestidad no es un valor importante.   Sabrán que  la escuela no respeta al jurado,   y que la opinión de sus profesores no  se considera.    Sabrán que a nadie le importa la decepción de ellos.     Y que aunque les digan “no importa…  ustedes saben que son mejores,  ustedes son los verdaderos ganadores”…  los aplausos se los llevó otro.

Finalmente,  como madre de uno de estos alumnos,  sabré que no se puede confiar en la escuela…  abrazare a mi hijo diciéndole… “no importa,  tu eres  brillante y tu trabajo era el mejor”…  aunque por dentro se que SI me importa.  No necesito aplausos para mi hijo,  pero odio verlo engañado.  Mi hijo no necesitaba  eso…  Habría bastado con que no ganara…  pero darlo por ganador y luego quitarle la ilusión de esa manera… es imperdonable.   No son esos los valores de los que nos han hablado.    No es eso lo que quiero entregarle a mi hijo.   Solo me queda recordarle a él y a sus hermanos,     que la escuela no es para aprender,  sino para que les entreguen un conocimiento sistemático,    simplemente un requisito que cumplir,  un lugar donde los  fustigan con la disciplina,  el pelo corto  y el uniforme impecable,  un lugar  que olvidó los verdaderos valores:    honestidad,  esfuerzo,  solidaridad, respeto…    eso que aprendí en mi casa y que todos los días les recuerdo a mis hijos.


Zenith Claudia Navarrete Ruiz
Valparaíso – Chile

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