Martín Roldán (1970): Tarantino en el estadio

“Cada uno tiene una navaja

Por Grado Cero

27/06/2018

Publicado en

Grado Cero / Letras

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“Cada uno tiene una navaja. Torraca, con el puñal de Alex en la mano, es el último en derramar las gotas de sangre que salen de su brazo izquierdo. Los otros se curan la herida con el pisco barato que les sirve para tomar valor, para no pensar en las consecuencias. Cada uno ha hecho un juramento de sangre uniendo su sangre a la derramada por su camarada en la calle; la sangre que había bautizado la camiseta blanquiazul de toda la vida”. 
-“Este no es amor para débiles”- 

Por Cristóbal Gaete

 

Los estadios son una ciudad segmentada, la galería es el ingreso más barato y a ella ingresa la barrabrava, algunos grupos con tickets gratuitos entregados por la misma dirigencia; todo lo que parezca peligroso será retenido en el control de acceso. Pero lo subversivo está dentro de los cuerpos, en algo que ningún policía podría quitar. 

Roldán lo sabe, deja su cinturón en una botillería a unas cuadras y avanza. Cualquiera tendría miedo, él no, es parte del Comando Svr; lo saludan respetuosamente jóvenes estigmatizados por su violencia y marginalidad. Saben que él contará su historia. 

Pocos clubes  tienen la fortuna de tener hinchas escritores que logren transmitir el sentimiento, Alianza Lima la tiene. Un especial de deporte y literatura no puede considerar solo a quienes lo escriben a la distancia. “Este no es amor para cobardes” (2009, reeditado por Piloto de tormenta en Argentina, distribuido en Chile por Nopatria), es la síntesis de la experiencia aliancista de Roldán en forma de cuentos, la misma historia desde distintos puntos de vista; del nacimiento de una pasión, a las peleas callejeras; del proceso de renovación del Comando Svr, al roce con la política peruana. Porque los barrabravas son sujetos de época, de posdictadura y transición sucia, que prueban la inexistencia de dios abrazando una bandera que da sentido a la vida. La camiseta del club significa más que la del país y su devenir, ella está sobre la fractura peruana.  

Los cuentos refieren a la barra de Alianza, pero todo club necesita un rival, en este caso es  Universitario. En los clásicos sudamericanos tradicionales no hay baile de a uno: Boca Juniors contra River Plate, Flamengo contra Fluminense, Colo-Colo contra la Universidad de Chile, binomios multiplicados fuera de las capitales. Toda pasión desbordada es posible de convertirse en literatura, así lo hizo Roberto Fontanarrosa con Rosario Central en “19 de diciembre de 1971” y Alfredo Sepúlveda en “Sangre azul” con la U.  

Una línea imaginaría se raya en el asfalto y se convierte en un territorio dividido por los colores. La calle es la extensión del estadio, es la cancha interminable en la que se da cara. No puedes tener miedo. Se carga la historia del barrio, la familiar; te alejas del yo para pasar al nosotros.  

“Pude notar que la camiseta recuperada tenía algunas gotas de sangre fresca, seguro de la cabeza del crema; y también manchas de sangre seca, quizá del aliancista a quien se la habían quitado anteriormente. Diego la acariciaba con fruición y de cuando en cuando besaba el escudo del club que la adornaba. Parecía sentir una especie de placer, en su mirada había una determinación extraña, como si hiciera un juramento que solamente él conocía”. 

“Este no es amor para cobardes” parte con una violencia que no da respiro, rápidamente nos vemos en corridas por las calles, defendiendo un sentimiento, empatando partidos perdidos con los muertos de la hinchada rival, dispuestos a pelear por una camiseta que ni siquiera  nos pertenece, rebelándonos de golpe a la sensatez más allá de la clase; un libro como este explica que esta locura es transversal en la sociedad. Una vez establecidas las acciones y consecuencias, Roldán nos explica los componentes raciales y sociales que lo separan con los hinchas de Universitario. Alianza es el equipo afroamericano de buen pie, Universitario es un equipo de clase y que sólo desea la victoria, pero que paradójicamente se populariza en los últimos años, generando un alienado sentido de identidad. Alianza pasó por segunda, años sin éxitos que fueron solidificando la pasión; pero un resultado no cambia un sentimiento y pareciera que las malas profundizan el amor, como pasa con nuestras amistades, parejas o familia.   

Roldán es el único prosista con la suficiente experiencia para narrar peleas que nunca veremos. No hay cámaras, un periodista no podría entrar; sus palabras inventan la realidad, la cinética pandillera con piedras volando y cuchillas en las manos. Él tiene las herramientas, la ultraviolencia es contenida por un estilo intenso, brutal y filudo, sumamente cinematográfico-¡Tarantino en el estadio!- y con elipsis: a veces el final de los cuentos debemos cargarlo nosotros.  

La camiseta tira y carga la mano: los hinchas de Alianza no pueden entregar su lienzo ni correr, pese a estar en desventaja numérica; deben aguantar, el Comando Svr no abandona a nadie, como tampoco el escritor, que dedica su libro a compañeros de grada, los vuelve épicos. Su escritura es una bengala eterna, que brillará en la memoria de los que saben la verdad que hay en estos relatos. El calor se transmite, lo único frío son los cuerpos que quedan tirados tras las cacerías urbanas.   

Ver un partido en la casa suscrito al Canal del Fútbol en relación a estar en la cancha equivale a la diferencia entre la pornografía y el sexo. Hay otros narradores como el trasandino Eduardo Sacheri, que, en busca de extender la experiencia y lograr la identificación con sus lectores, los personajes oyen partidos por radio o los ven por televisión, limitados por las obligaciones que hacen que no lleguen a la cancha. Es capaz de escribir cuentos para distintas camisetas, que parecen escritos por simpatizantes. Para Roldán eso no es posible, todo pasa en el estadio y por la pasión desbordada por Alianza, si eres un hincha tibio no te hará sentido: este no es amor para cobardes. Por eso no es una escritura/producto más allá de Perú, donde fue editado en Norma. Fuera del país deben incluir notas para entender su argot. En Chile también circula su colaboración en el libro “Amistad sin fronteras” que narra la amistad entre Alianza y Colo-Colo, cuando enviaron jugadores tras la tragedia aérea que se llevó consigo el plantel de los peruanos en 1987.  

Alianza también se cuela en “Podemos ser héroes” (2014), que será reeditado y ampliado con nuevos cuentos en la casa chilena de Estruendomudo. En el conjunto inserta “La Madrina”, mujer mayor que no abandona al club pese a los viajes y la altura, capaz de hacer dedo para llegar a las canchas. Es una cábala: 

“La veíamos llegar por la avenida Isabel la Católica junto a la menor de sus hijas. Su andar coqueto de jarana antigua resaltaba su mediana figura que traía la camiseta bien puesta debajo de alguna chompa tejida en sus tardes de jubilada. En medio de caras que daban miedo, su rostro surcado por quiebres, paredes y huachitas, tenía la primera opción para encabezar las colas de ingreso al estadio. Su lugar ya estaba reservado: el paravalancha al lado izquierdo del bombo. Allí nadie se atrevía a tocarla ni siquiera en los empujones que se dan cuando la tribuna insinúa apagarse, ni en la más brutal avalancha de gol. Los que estaban cerca de ella, preferían mil veces golpearse a que la Madrina sufriera algún golpe que podría ser mortal debido a su edad. Ella ni se inmutaba por eso. De pie todo el partido, sus sentidos los concentraba en esas once camisetas que de tanto verlas, le habían coloreado la vida de azul y blanco”.    

 

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