Xenia Rubinos: una nueva voz de imposible definición

La música que hace Xenia Rubinos es inclasificable

Por Andrea Peña

15/11/2016

Publicado en

Artes / Cultura / Música

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xenia rubinos

La música que hace Xenia Rubinos es inclasificable. Tiene la voz aterciopelada de una cantante de jazz pero emite rugidos atormentados como  el líder de cualquier banda de punk después de tres días sin dormir.

De origen puertorriqueño, en su casa se escuchaba música clásica y salsa, lo cual, unido al influjo que ejerció el Hip Hop y el R&B, además de la influencia que tuvieron durante sus estudios John Coltrane, Ella Fitzgerald o Billie Holiday, explica que su desarrollo como artista se haya basado principalmente en la fusión de elementos.

El jueves, en la madrileña sala Moby Dick, presentaba su nuevo disco Black Terry Cat y poco antes del show se la pudo ver entre el público prestando atención a los esfuerzos de los teloneros.

Aún ataviada con pantalón y camiseta deportivos y su desordenado cabello recogido en un inocente moño, parecía aguardar su momento con la calma del obrero que devora una manzana en los instantes previos al inicio de su jornada laboral.

No tardaría demasiado en desaparecer tras la puerta del camerino para saltar unos minutos después al escenario transformada en una fuerza de la naturaleza de aspecto impecable y mirada fiera.

Los asistentes, enredados en cuchicheos que tenían como objetivo la imposible combinación de cordones anudados al cinturón de un espectador despistado, en seguida dirigieron los sentidos hacia Xenia que, sin decir ni buenas tardes, se enroscó al micrófono y comenzó a entonar Romeo, el primer tema de su nuevo álbum.

Espectacular puesta en escena

Antes de entonar el tercer tema, Just Like I, Rubinos ya se había deshecho de su chaqueta, había liberado su pelo, pedía a la gente de las primeras filas que se movieran al grito de «vamos» y trepaba hacia lugares de la sala que, desde luego, habían sido concebido con otros fines.

Xenia, se permitía de vez en cuando un respiro cuando se acercaba con delicadeza a los teclados o aprovechaba una parte exclusivamente instrumental para colocarse unos pendientes que simbolizaban, quizá, otro cambio de personalidad sobre las tablas.

El resto del show daba la impresión de estar bailando una tarantela con la necesidad desesperada de moverse espasmódicamente para expulsar el veneno inyectado por algún animal ponzoñoso.

Mientras tanto, el contraste entre la delicadeza que contienen los álbumes de estudios con lo salvaje, casi sexual, del espectáculo, sorprendía a un público que no pudo ofrecer demasiada resistencia a la hora de entregarse incondicionalmente a su poderosa voz de reminiscencias soul y la excelente ejecución del batería Marco Buccelli.

Tras repasar algunas canciones de su primer disco Magic Trix, mucho más experimental y aun más difícil de englobar en cualquier etiqueta de género, ya exhausta, presentó a la banda.

Además del mencionado Buccelli, que ha participado en ambos discos, la escoltaban dos músicos de aspecto hierático como guardaespaldas de pocas palabras que a veces tocaban el bajo, otras los teclados y en ocasiones simplemente dejaban a un lado su instrumento para observar los avances del abrasivo ritual de Xenia.

Ya en los bises, Pan y café y Hair receding dieron paso a Mexican Chef que sirvió como cierre y corolario del concierto y, las letras de la canción (chinese takeout/mexican chef/nouveau america/bachata in the back) como confirmación de la multiculturalidad que enarbola la propuesta musical de una de las grandes revelaciones del año.

Diego Montes

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