BUFÉ. Otoño, de Felipe Fuentealba R.

Ediciones Balmaceda Artejoven (BAJ)

Por Pia

19/07/2016

Publicado en

Artes

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Ediciones Balmaceda Artejoven (BAJ). 2015

Leo la crítica de Patricia Espinosa a Otoño -libro de cuentos- de Felipe Fuentealba. Se trata del volumen que inaugura la colección “Narrativas Emergentes” de Ediciones Balmaceda Arte Joven, aparecido en Santiago de Chile, 2015, en una edición a cargo de Rodrigo Hidalgo. Patricia, siempre me ha parecido una buena lectora, y generalmente he estado de acuerdo con sus críticas. Andando el tiempo, me ha sorprendido más de una vez. Un par de veces, ha encontrado excelente libros que para mí son francamente un desastre, y también, encontrando desastrosos, libros que para mí son buenos. ¿Podremos con esto avalar el tópico “todo es según el color del cristal con que se mira”? No. Sin abundar ni ver bajo el agua, diría que Espinoza, en su labor crítica, pierde el rumbo cuando valora en base a factores extraliterarios, tal como lo fue en el caso de su apreciación de Piel de Gallina – de Claudio Maldonado, Inubicalistas, 2013- y de Otoño -de Fuentealba. En el caso de Maldonado, cuya novela me pareció sorprendente, no logra situar el contenido del libro en su tradición. Piel de gallina se inscribe en la línea satírica, angurrienta – en el sentido original de Juan Godoy, como la marcha de lo vernáculo hacia lo cósmico–, “criollista y funcionaria” de la literatura chilena, de la cual libros como los de Enrique Araya (El caracol y la diosa, La Luna era mi tierra, etcétera) y de Andrés Gallardo (Cátedras paralelas, La nueva provincia) son un ejemplo. Piel de gallina no desentona en esa especial sensibilidad literaria, cuyas producciones siempre han corrido el riesgo de ser mal juzgadas –especialmente en Chile– como meros “juguetes” o “literatura menor”. Pero también, el asunto, puede ser un asunto de “temas”. Ya que Piel de Gallina esboza evidentemente un tema menor: la tragedia de un pobre fantasma, dedicado a enseñarle a los pollos el arte del buen morir. Respecto a Otoño, también se presenta esta misma objeción. Aunque no se hable directamente de esto, al parecer le molesta que el libro presente “una galería ensombrecida de personajes expuestos a pruebas que siempre lograrán sortear, para al final ver la luz”. Y agrega “la enseñanza fatalmente se traga a la anécdota”. Me pregunto, ¿qué libro leyó? Este privilegio crítico por una “línea catastrofista”, de “realismo sucio”, de “historias sombrías sin redención” (la historia que, según Patricia, “justifica” el libro: “Una fotografía”, no tiene ningún mérito literario que la distinga del resto de la escritura del mismo, salvo esta característica temática) hoy presente en la narrativa chilena, es más bien un asunto de mala conciencia social, antes que resultado de una buena lectura. Es un asunto ideológico, tal como en su tiempo lo fue la visión de América construida a partir del Boom. “Otoño”, es un libro de desolación amable, que en sus mejores partes se acerca al optimismo melancólico de Raymond Carver -que es melancólicamente optimista, al igual que J. D. Salinger- diseñando un discurso no ajeno a esta reverberancia escritural. A la luz de la mirada crítica aquí empleada, -en relación a otro cuento de Fuentealba, donde ejercita acaso una alegoría- un cuento como “El Árbol” de María Luisa Bombal, sería un fracaso como artificio literario, por dar un ejemplo. Finalmente: Felipe Fuentealba nos trae una escritura fresca, aireadora, de una precisión narrativa que sigue su curso observando en todo momento los finos detalles que alimentan la historia, sin ahogar las posibilidades de su diversidad.

 

Por Alexis Figueroa
BUFÉ / Magazine de Cultura, Concepción

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