Comentario de canción

“César” de Los Que Van A Morir: Juventud, divino tesoro

La adolescencia es torpe y luminosa, lo que sucede en ella coquetea con la fiereza y la ansiedad y es por eso que el relato parido por la adultez, vive renegando de toda escena que la precede

Por Carlos Montes

09/09/2021

Publicado en

Artes / Canción / Música

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La adolescencia es torpe y luminosa, lo que sucede en ella coquetea con la fiereza y la ansiedad y es por eso que el relato parido por la adultez, vive renegando de toda escena que la precede. Porque cuando éramos chicos no cachábamos, porque cuando éramos teenagers nos faltaba tanto que aprender así que olvídalo.

El volumen de la historia es tan gigante que cada cierto tiempo nos recuerda los materiales quebradizos con los que estamos hechos. Nada es para siempre, la muerte es inevitable, la vida es resistir a la suma soledad.

Chillán viejo – Chillán nuevo – Chillán siempre

El proyecto Los Que Van A Morir es una rareza, un sentido experimento de cuatro compañeros de colegio que se sentaron juntos durante toda su enseñanza media y que ahora de adultos, decidieron recuperar una parte de sus ocurrencias de cuando cabros. Patricio Ramírez, Jorge Fortune, Jaime Ayala y Diego Niño, estrenaron hace algunas semanas la canción “César”, pieza rescatada de hace 30 años, cuando en su adolescencia se atrevieron a habitar el mundo desde sus propias canciones.

Encanta pensar cómo esta canción compuesta por unos mocosos chillanejos, vuelve a la vida con tanta lucidez, poderosa pese a ser tan chiquita. Gatillada tras el momento aciago vivido por uno de ellos ahora en pandemia, este grupo de viejos amigos dentro del apañe decidió reparar esta ala rota haciendo renacer un viejo tema que hicieron cuando eran solo unos pingüinos de provincia.

Comandada por algo parecido a un bajo y la marca de chasquidos, “César” empieza con voz dulce afirmando “Los que van a morir te saludan / los que van a vivir no lo saben / si yo gano tú mueres y todo se arreglará”, sentencia terrible disfrazada de humildita. Insistente hasta el coro que suma el arpegio de una guitarra, el sonar de un submarino, el nombre propio declamado junto al verso trágico que ruega “no bajes el pulgar, por favor”, como si fuese el eco de cualquier tiempo rogando piedad ante la vida conchesumadre.

El tema sigue en ruta como mantra, incorporando el pulso de un ride más pedacitos de sicodelia, mientras describe escenas crueles en donde “niños que hoy ríen y corren / serán bestias sedientas de sangre / y al igual que a mí nadie los podrá salvar”.

En el final, Diego Niño susurra una frase que es plegaria y descalabra en su hondura: “No quiero morir”, un secreto que incendia al oído, el clamor pendejo desde un Chillán que resuena por sobre el rigor de los años, el ruego desde un Chillán Chile y planetario.

Entre gritos y sangre

Es 2021 y seguimos hablando de adultos que mienten a un país, de hombres adultos que creen la gloria solo por ser padres, de vinagres que insisten en sus verdades pese a tanto desarme. 

Es 2021 y otra vez la lucidez, el tesoro de unos chiquillos -de unos estudiantes de allá por los noventa- desafía toda prepotencia, recordándonos que para estar vivos más vale sangrar, más vale gritar siempre fuerte.

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