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«Creo que la manera más progresista de meter a las minorías en el cine y de hablar de estas cosas es cuando no te las refriegan en la cara»

Sebastián Silva, sobre su nueva película, Nasty Babe.

Por Lucio V. Pinedo

24/10/2015

Publicado en

Artes / Cine / Cultura / Latinoamérica

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Hasta el momento, Sebastián Silva, quien se dio a conocer internacionalmente con la celebrada La Nana (2009), había filmado todas sus películas en su país de origen (Chile), aunque las dos anteriores tuvieron en los roles protagónicos a dos actores estadounidenses: Michael Cera y Juno Temple. Pero Nasty Baby, que se estrenó el 19 de agosto, en salas de Los Ángeles, es su primer trabajo rodado por completo en los Estados Unidos, más precisamente, en el apartamento que él mismo tiene en Brooklyn, Nueva York, donde pasa la mayor parte de su tiempo, desde hace unos 14 años.

Chilean film director Sebastián Silva

Sebastián Silva, director de Nasty Babe.

La película tiene muchos elementos autobiográficos, empezando por el hecho de que el protagonista, Freddy, es un  inmigrante latino y gay, al igual que Silva, solo que, en este caso, aparece como pareja de un personaje ficticio llamado Mo (interpretado por Tunde Adebimpe, vocalista del conocido grupo TV on the Radio).

La pareja trata de tener un bebé con la ayuda de su mejor amiga, Polly (Kristen Wiig). La historia sigue la vida de los tres personajes que sueñan con la idea de crear vida, mientras enfrentan un creciente acoso por parte de un vecino vagabundo. Las cosas toman un giro oscuro y la búsqueda de la paternidad se ve repentinamente nublada.

«La historia empieza como una comedia y asume, después, un estilo muy distinto, lo que, para mí, era una consecuencia natural de lo que había estado insinuándose antes», dijo el director. «Si no estuviera ese cambio, la película sería completamente innecesaria, porque resultaría predecible, cuando lo que me interesaba era dejar un conflicto moral sin resolver».

Nasty-Baby-poster

«El experimento consistía en hacer que la audiencia se encariñara con estos personajes, sin importar su sexualidad ni su raza, porque todo el mundo puede identificarse tanto con el deseo de ser padre o madre como con la antipatía que genera un vecino desagradable», prosiguió Silva. «De ese modo, uno puede hacer incluso que la audiencia sienta compasión por los perpetradores de un crimen y no por la víctima».

Pese a que Nasty Baby fue muy bien recibida a su paso por los festivales de cine (el de Berlín le otorgó incluso el Premio Teddy, dedicado a trabajos centrados en la comunidad LGBT), hay espectadores a los que no les ha gustado nada el giro que se presenta en un momento determinado. Se ha hablado, por ejemplo, de personas que abandonaron la sala luego de que este se produjera.

«Sí, hay gente que siente traicionada por los eventos a los que llega la película, probablemente, porque esperan que todo sea feliz y que los personajes terminen tan limpios como empezaron», reconoció Silva. «Pero eso es culpa del espectador y no mía, porque yo no prometí nada. En realidad, las tragedias se dan todos los días de manera inesperada, y muchas veces ocurren sin anticipo alguno».

El realizador admite que el filme toca temáticas todavía controvertidas como el racismo, la homofobia y la inmigración, pero que estas no son esenciales para el relato. «No es una película sobre la desigualdad y la discriminación; no damos explicaciones para las conductas habituales de los personajes», enfatizó. «Creo que la manera más progresista de meter a las minorías en el cine y de hablar de estas cosas es cuando no te las refriegan en la cara; yo, por ejemplo, soy gay desde que nací, y eso ya no es un tema para mí», concluyó.

 

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