El Club de la Serpiente: Poesía en El Ciudadano

Emilia Pequeño Roessler: selección del poemario La ronda del hambre

Emilia Pequeño Roessler (Santiago, 1997)

Por Ines Hazbun

25/09/2017

Publicado en

Artes / Poesía

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Emilia Pequeño Roessler (Santiago, 1997). Estudiante de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad de Chile. Ha participado en talleres de poesía con Héctor Hernández Montecinos, Javier Bello y Raúl Zurita. Forma parte del colectivo de poesía Taller Juan Gabriel. Actualmente trabaja en sus proyectos La Tumba Serás y La ronda del hambre. Este último obtiene en 2016 la Beca de Creación del Fondo del Libro del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

A continuación los dejamos con la segunda parte del poemario La ronda del hambre.

CARNAZA

Tú dices que eres la luz en medio de nuestras almas,

pero yo sé que en nuestras almas no hay más

que una sucia oscuridad

y el miedo a la muerte.

(Diego Maquieira)

***

 

Y sobre ti yo aspiro las llagas de mi padre

(Gabriela Mistral)

 

 

 


***

veleidosa sin pecho

anfibia

rito de hembra constituida sin ubres

el plexo como casa de pájaros abierta

chorreando descarnado

a la intemperie

nada por sorpresa

contradicción de esta matriz inhóspita

toda cableada

tupida de vellón

palmeada la entrada

taponada en azotes

el cielo de la piel explotando en estrellas

puntos rojos como galaxias

dibujadas

succionadas

impresos a manotazos

como los cardenales

agonizantes entre el amarillo y el verde

van quedando

huellas de peregrinaje

 


***

 

sinuosos los caminos

por los que es arrastrado en el deseo

de sus labios

solo oscuridad

una sonrisa más siniestra que la piedad de Dios

entre todas las palabras que no dijo

estaba la palabra amor

contenida entre los dientes

solo para mí

la soberana del amurallado de su voluntad

la que habita su hambre

como leona amarrada

 

él es un hombre que se viste de silencio

aspira sobre mi ombligo

la decadencia de su matonaje

la sombra de todos mis contornos en interminables rayas

blancas fulgurantes

y se va

dejándome sedienta de sus manos

las caderas como manillas claveteadas

este miedo es solo parte del delirio de su amor

en un beso doloroso

saluda cada esquina de mi pellejo curtido

jalándose

mi vida con su boca

 

dime padre me decía

pero mi lengua no sabía qué era eso

desconocía todas las palabras

que se me iban descubriendo en ese instante

como torrentes bajando por sus garras sucias

perdóname

yo gritaba

perdóname

yo gemía

entre arañazos salvajes

había un mar de besos muertos

boca abajo

dime padre

me decías

 

 


***

con tus ojos marmóreos, Saturno

me fuiste sacando la piel de a poco

y entera me devoraste

tú eras todos los hombres desgarrándome a latigazos de silencio

coronada de espinas me arrastraste hacia a un foso constelado

para amortajarme, convertirme en piedra sobre la tierra

desnuda y azotada

me explotaste hasta secar la última gota de mi sangre

y estuvo mi cuerpo blancuzco enfriándose en tu mirada

cuando el hambre misma de esos ojos se comió mi vergüenza

rasguñones de gato montés trepándome la espalda reposarían ahí por siempre

como testigos de que el amor no era para nosotros

 


 

***

apedréame ahora que soy el cuerpo del pecado

acepta de una vez por todas que te equivocaste

tú sabías que las olas del mar me llamaban y no las quise oír para seguirte

pero para tus labios fui siempre innombrable

aunque sea ahora que nada vale quiero que me digas que era cierto

me habría astillado la cara de vidrios rotos solo para que me miraras

pero tú no habrías visto en ellos más que tu reflejo fraccionado

sé muy bien que no conoces la culpa

pasarán los años y solo habrás sufrido por ti

me verás entre los abedules disfrazada de cristo

en la cruz sobre una montaña erguida bajo el sol eclipsado

las gotas de sudor frío bajando por mi sien te hablarán al oído

te contarán los secretos de los ruiseñores que viven en mi tumba

pero tú no querrás oírlos ni les dirás nada

mi recuerdo será una leve punzada en la nuca los días de lluvia

nada más que un detalle molesto en el rabillo del ojo

los jazmines que me amarré en el pelo para ti

y sus pétalos que gritan tu nombre en su último hálito

 

 


***

me dices que las llamas que te visten

son fuego sacro que crepita sobre la sal de tu piel

palomas que rodean tu figura como aureola

chispazos del éxtasis rozando nuestros nervios que son lenguas

muriendo en espasmos circundantes

me dices que conoces cada grano de mi espalda

que tus pupilas son dueñas de todo lo que tengo

le caes a mi cuerpo magullado como piedra

a horcajadas asfixiándome me dices que te llame padre y tiemble

que llore suplicando tu perdón a cachetadas

tus manos cruentas solo temen por sí mismas

ahora que quité tus palabras de mi voz

nadie más habita ya esa jaula de los sellos de tus labios

me amarán los perros del infierno

pero mi boca ya no sangrará más tus letras de cuarzo

 

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