El cine político según Jean-Gabriel Périot

A las siete y media en el mall de Valdivia, la pantalla del cine 3 se está quemando

Por Director

08/10/2012

Publicado en

Artes / Cine

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A las siete y media en el mall de Valdivia, la pantalla del cine 3 se está quemando.

Basta con apagar las luces para que estallen todas las imágenes juntas.

Son los cortos de Jean-Gabriel Périot que traen una nueva catástrofe a la ciudad.

La retrospectiva de Périot comienza con Undo (2004) una perfecta edición de imágenes en retroceso que recorren la violencia del mundo hasta volver a su origen, aquella médula donde hay que estallar para crear algo. La muerte pide más muerte y la violencia también, nos dice Looking at the dead (2011), un diálogo neurasténico frente a una exposición de cuadros de hombres muertos en otra guerra que abre un profundo precipicio a la locura y el deseo. En Even if she hand been a criminal (2006), somos testigos de algo más puro que la violencia: La sonrisa macabra del poder fascista, las mujeres judías que tuvieron algún romance con alemanes son humilladas en público, dentro de una misma imagen Périot busca detalles para contar diferentes historias en un mismo cuadro.

Así de crudo como el repartidor de pizzas de Between dogs and wolves (2008), que no se vuelve de pronto violento porque la sociedad lo ha dejado de lado, sino que por justamente lo contrario, porque ese papel aprendido de memoria lo aleja de sí mismo. O en Nijuman No Borei (2007), donde un edificio de Hiroshima es testigo de todas las guerras, desde un relato inmóvil y poético.

Y así transcurre el cine de Périot, sorpresivo y ruidoso hasta en su más profundo silencio, a través de su trabajo con imágenes de archivo, fotografías históricas e incluso con la ficción, nos cuenta más de lo que vemos, interpreta una misma imagen hasta que ésta hable en nuestro idioma, el universal lenguaje primitivo de las sensaciones, la paz actúa frente a la cámara interpretando desastres. Mientras el amor siempre grita desde los escalofríos de la soledad.

Jean-Gabriel Périot es un cineasta que busca y busca, pero no para encontrar un estilo, sino que para chocar con las barreras de contención en el oscuro camino de toda la historia del hombre. Periot entonces es un actor social, que no trabaja tras una cámara para protegerse, porque no le tiene miedo a lo que aparezca luego de escarbar en la piel del mundo.

El director conversó con El ciudadano sobre su forma de ver el cine y la reacción del público frente a sus obras:

-En Valdivia te hicieron varias preguntas sobre el uso de la violencia en tus películas. ¿En general, el público frente a tu obra pone en duda el uso de la violencia? ¿Cuál es la reacción que esperas en la conciencia de las personas?

-No siempre ocurre, no es siempre la misma reacción que recibo, tiene que ver siempre con la disposición del público y de la película que esté presentando.

En cuanto a las reacciones que me gustarían, primero tengo que aclarar que yo no pienso mucho en el público al momento de hacer mis películas.

Pero si tuviera que esperar algo, sería que la gente se planteara una pregunta, por qué afeitaron a esas mujeres, qué le pasa a esa señora en el museo viendo cuadros de gente muerta o por qué el cineasta hizo esa película, si logro que las personas se vayan del cine con más preguntas que respuestas, creo que mi trabajo está hecho.

-En Chile aún existe temor al momento de documentar, aún hay cierta objetividad forzada en la mirada que al final termina más cerca de la oficialidad y por lo tanto, de lo inútil. Hay cierto miedo al panfleto. ¿Cuál es tu visión frente a eso? ¿Temes estar cerca del panfleto político o también parte de tu búsqueda?

-No es necesariamente mi intención, aunque algunos cortos si han sido hechos como un panfleto, como #67 (tomatoes). Y otros no, aunque generan cosas parecidas. En Even if she hand been a criminal, por ejemplo, el público francés en cierto punto se sintió ofendido. Pero no es mi intención, mi intención es hacer películas desde donde yo estoy y desde ahí, mi mirada es de izquierda y de compromiso con eso. Por eso, mi intensión al final es hacer películas que me representen políticamente, son una extensión de mi vida, si el resultado es masivo o un «panfleto» no le puedo temer a eso, porque finalmente es mi mirada personal.

-Sobre el corto Nijuman No Borei, este edificio que resiste inmóvil frente a tanto desastre, ¿cuál fue tu conexión con ese trabajo, cómo llegaste a hacer ese trabajo y cuál es el valor que le das a ese objeto-testigo?

-Me encontré con ese trabajo a través de una especie de coincidencia. Siempre voy a las tiendas de libros viejos y ahí compré un libro usado donde descubrí este relato escrito por un sobreviviente. Ahí me di cuenta que no sabía nada sobre lo que le pasó a esa gente. Y descubrir que no sabes nada, es el primer paso para apasionarse por un tema.

Y desde ahí nació la idea de hacer esta película, comencé una investigación que duró dos años, vi tantos vídeos, leí tantos artículos, vi a tanta gente hablando al respecto que esta película finalmente se transformó en mi manera de hacer duelo por lo que pasó. Y sin duda, ese objeto inmóvil es un símbolo de mi película, en la película hay un monumento testigo de la historia y esta película fue como volver a levantar ese momento para mí.

-Tu trabajo, a pesar de mostrar temas universales, es muy personal. ¿Cuál es tu principal motivación al momento de hacer cine y qué cosas necesitas para seguir creyendo en eso?

-Yo decidí hacer películas cuando era un adolescente, estaba viendo demasiadas películas todas las semanas y en un momento, a los 14 años, decidí que quería ver otras películas, las que yo quería hacer. Y hubo otro paso, cuando comencé a trabajar editando, era asistente de dirección, y quizás eso hubiese sido suficiente, porque me gustaba ese trabajo y ganaba dinero. Pero luego me di cuenta como público, que nadie estaba haciendo este tipo de películas políticas. Que habían tan pocas que solo se veían en los festivales y sentí que alguien debía hacerlas. Y lo único que necesito para seguir, son mis preguntas para entender el mundo, por eso tengo la sensación o una intuición, de que alguna vez voy a dejar de hacerlas, quizás cuando ya haya hecho todas las preguntas que tenía en mi interior y cuando el público también se las haya hecho.

Descubre los cortos de Périot

Por Felipe Oviedo

El Ciudadano

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