Víctor Jara en el Aula Magna de la Escuela de Derecho de la U. de Chile, sede Valparaíso

El día recobrado

No era la primera vez que Víctor Jara llegaba al puerto. Patricio Muñoz, presidente de la FECH-V, en aquel período, recuerda que el artista visitaba asiduamente la Peña de la universidad, ubicada en calle Blanco. “Era parada obligada de los fines de semana porteña. Llegaban Payo Grondona, Rolando Alarcón, Héctor Pavez, El Temucano... hasta Pablo de Rokha”, cuenta desde Alemania.

Por Absalón Opazo

24/09/2017

Publicado en

Artes / Chile / Concierto / Cultura / Música

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Es viernes 29 de mayo de 1970. Hacia el final de la tarde se presenta, en la Escuela de Derecho, el artista que parece llevar en su canto la bandera de los tiempos. No sólo había ganado, un año antes, el primer festival de la Nueva Canción Chilena sino que canciones suyas como “Te recuerdo Amanda” sonaban en la radio y eran populares entre una juventud que, mayormente, estaba a favor de los cambios que proponía Salvador Allende. Eran tiempos tensos e intensos. Pocos sabían que el recital era grabado por la radio universitaria Valentín Letelier. Nadie sospechaba que dicho registro sería el único de una presentación de Víctor Jara en Chile, y que sobreviviría al artista y a todo un proceso político. Esta es parte de la historia.

“Ya, chiquillos ¿con cuál empezamos?”, les preguntó Víctor Jara al grupo de estudiantes jotosos que se había juntado con él, horas antes del concierto, en una sala contigua al aula magna. “Discutimos la lista de canciones con él. Era una persona muy sencilla y accesible”, recuerda Tegualda Tapia que, en esos años, estudiaba teatro en la universidad y era encargada de cultura de las JJCC. El concierto era organizado por la Federación de Estudiantes (FECH-V) y la Discoteca del Cantar Popular, DICAP. En esa charla también estuvo presente Patricio Cueto, estudiante de Derecho, que representaba al sello en la zona. “La lista se confeccionó mezclando los temas con más contenido junto a otros, pensando que teníamos un auditorio lleno, donde no todos estaban comprometidos políticamente. La idea era sumar”, evoca.

No era la primera vez que Jara llegaba al puerto. Patricio Muñoz, presidente de la FECH-V, en aquel período, recuerda que el artista visitaba asiduamente la Peña de la universidad, ubicada en calle Blanco. “Era parada obligada de los fines de semana porteña. Llegaban Payo Grondona, Rolando Alarcón, Héctor Pavez, El Temucano… hasta Pablo de Rokha”, cuenta desde Alemania. Pero habían más razones: Tegualda Tapia recuerda que Víctor Jara desarrollaba un taller de folklore para presos, en la cárcel de Valparaíso. De hecho, un dúo formado por presidiarios participó en algunos eventos. “Víctor era un hombre muy preocupado en enseñar, de traspasar sus conocimientos a la gente”, reflexiona.

Patricio Cueto es quien presentó a Jara al inicio del concierto “…lleno de titubeos”, recuerda hoy y se ríe. Su voz se puede escuchar en los primeros instantes del disco que Warner publicó en 2003, bajo el singular título de “Víctor Jara en vivo en el Aula Magna de la Universidad de Valparaíso. 29 de mayo de 1970”. Singular pues, en aquel año, el nombre de la institución aún era Universidad de Chile-sede Valparaíso. No obstante, esta versión del concierto recupera momentos que no están en la edición que el sello Alerce había publicado 20 años antes, bajo el nombre “El Recital”.

El registro. La grabación del recital fue ejecutada por el técnico Luis Pizarro y Hugo Muñoz, director de programación de la radio Valentín Letelier. Luego sería director hasta 1973. Muñoz reside actualmente en Suecia. “Utilizábamos 2 micrófonos Neumann-Telefunken, y grabadores de cinta de 15 pulgadas Ampex. Grabábamos en formato stereo y en alta velocidad para obtener la mayor fidelidad”, relata a vuelta de e-mail.

Era práctica de la emisora grabar todos los conciertos que se realizaban en el aula magna pero, además, en otros espacios. “No dudo que el recital de Víctor Jara se grabó en su totalidad”, remata Muñoz.

El vaso. El listado con las canciones, de puño y letra del artista, le fue obsequiado al final del concierto a Verónica Guerra, estudiante de primer año de Derecho. Ella permaneció durante el evento a un costado del escenario y es quien le lleva un vaso de refresco, en un minuto. Esa pausa se escucha en el disco. “La Federación me invitó a ser parte de la comitiva de recepción”, escribe, a 47 años de estos acontecimientos. “Lo recibí a la entrada de la Escuela de Derecho. Lo recuerdo con diversas emociones; con mirada intensa que transmitía mucha paz, serenidad y sencillez. Lo vi muy feliz; parece que se alegraba de llegar a este escenario para compartir con estudiantes. Se dirigió a nosotros como si nos conociera desde siempre. Preguntó algo así como ‘¿dónde está el Aula Magna?”.

El vaso que Verónica Guerra le lleva a Jara pudo no haber tenido agua, bromea. Quizás pisco. Patricio Cueto rememora y sonríe con malicia. Dice que Jara le dedica “Ojitos verdes” a la estudiante. Curiosamente, otras asistentes también se han atribuido la dedicatoria. La memoria es una casa grande que, a veces, no tiene puertas ni paredes.

Seguridad. Ricardo Espoz estudiaba Castellano y era dirigente estudiantil del Pedagógico. A su lado, está sentado Sótero Apablaza quien, en 1970, estaba a punto de egresar de Arquitectura. También era dirigente y militaba en la Jota. Eran los años inmediatos a la Reforma Universitaria y brillaba la participación triestamental. Es en ese contexto que Espoz ubica el concierto. Cuenta que estaban presentes autoridades universitarias. “Fue un acto académico también. Es lo que yo interpreto a 40 años”, señala.

Sin embargo, el ambiente era intranquilo. En 1969 había ocurrido la masacre de Pampa Irigoin, en Puerto Montt, donde carabineros asesinaron a 10 pobladores que se habían tomado un terreno. Víctor Jara grabó “Preguntas por Puerto Montt” donde apuntaba al ministro del interior demócratacristiano, Edmundo Pérez Zujovic. “Usted debe responder”, demanda la canción. Algunos amenazaron al artista. El concierto de Valparaíso estaba cruzado por estos hechos y por la cercana elección presidencial. “Cuando él vino a Valparaíso había una preocupación importante, que no le fuera a pasar nada porque acá la derecha era fuerte. Hubo un grupo de compañeros que se encargaron de su protección, que se lo llevaron a alojar, que convivieron con él”, recuerda Apablaza.

“Había una molestia por este cantor que estaba logrando primeros lugares en los ránkings de música, con un contenido distinto a lo que se brindaba en los medios”, complementa Patricio Cueto. El single “Te recuerdo Amanda” se tocaba profusamente en las emisoras, traspasando al público de izquierda. “Cuando escucho el recital vuelvo a sentir que hay una carga de tensión muy fuerte. Si te fijas le cuesta varios temas a Víctor soltarse, y que el público también se suelte. Tenía que ver con lo que vivíamos”, precisa.

Diferencias. En ambas versiones sonográficas, Jara arranca con “La Cocinerita”. Luego vienen las disparidades entre el caset de 1983 y el cd de 2003. El de Alerce sigue con “Ya parte el galgo terrible”, mientras la versión de Warner apunta con “Basta ya”, original de Atahualpa Yupanqui. Son curiosas las diferencias entre un soporte y otro. “El Recital” tiene menos temas que “En vivo…” que entrega, por ejemplo, versiones ignoradas de “¿Quién mató a Carmencita?”, “A Cochabamba”, “Preguntas por Puerto Montt” y concluye con “Movil Oil Special”. La de Alerce cierra con un bis de “Ojitos Verdes”, ausente del disco. Sin embargo, el cd posee un sonido muy mejorado y es generoso en los diálogos que Víctor Jara establece con el público. Se evidencia su celo porque se escuche bien y se le vea desde todos los ángulos (“Ya nos vamos acercando” dice, en un momento, mientras corre su asiento hacia delante). Hay momentos anclados al instante histórico: La alusión a la reforma agraria en “El lazo” y “El arado”. O cuando nombra a Allende, al final de “La pericona” y se desata la ovación.

La cinta rescatada. Fue en 1985 cuando Luis Chandía llegó a la Valentín Letelier, transformando su voz en un rasgo. Trabajó de cerca con Jorge González Mancilla, que realizaba un histórico programa de jazz. Así supo de la grabación escondida. “En 1991, él era director de la radio y salió la idea de hacer un programa folklórico. En ese contexto, un día llevó la cinta. Me dijo que era un material que estaba muy guardado”, relata el locutor.

Según cuenta Hugo Muñoz, la radio fue allanada por militares la madrugada del 11.  Destruyeron equipos e incautaron discos y grabaciones. “El proceso sistemático de destrucción del material grabado ocurre con posterioridad y responsable de ello fue el director nombrado por la dictadura, Ricardo Villarroel Madrid”, rememora.

“González me contó que con Luis Pizarro escondieron la cinta en una caja de la Deutsche Welle”, prosigue Chandía. “Llegaba mucho material de la radio alemana, en cajas con su logo. Ellos sacaron la cinta y pusieron la del concierto de Víctor Jara. Cuando los militares llegaron a hacer la requisición de todo el material de izquierda, esa no la llevaron”.

Tiempo después González le pidió la cinta a Pizarro. Las nuevas autoridades de la universidad habían trasladado al técnico a un cargo administrativo. Pizarro quería deshacerse del material. Había sido detenido días después del Golpe y padeció cautiverio en la Academia de Guerra Naval. “Jorge se arriesgó mucho. Era un hombre muy culto. Tenía una cantidad impresionante discos de jazz. Mantuvo oculta esa cinta en su casa por años”, relata Chandía. “(En los 80) sacó 3 copias para amigos cercanos. Después, misteriosamente, apareció editada por Alerce. Él averiguó con las 3 personas y todos se fueron de negativa. No se sabe si alguien se la regaló o vendió a Ricardo García (director de Alerce) pero tal cual estaba grabada, sin mayor arreglo”, recuerda el locutor.

Un día de 3 años. Con su guitarra. Sentado sobre un taburete. Víctor Jara estuvo completamente solo sobre el escenario, delante de un fondo negro. “A mi me impresionó en ese recital”, recuerda Sótero Apablaza. “Cantaba y tocaba muy bien la guitarra; el punteo era muy significativo. Además, se apropiaba del escenario. Se manejaba como si estuviera actuando en teatro”.

Las 2 plantas del aula magna estaban repletas. La entrada era gratuita. Muchos recuerdan a universitarios, ciertos docentes, liceanos y algunos trabajadores sentados, incluso, en escaleras y pasillos. “Un publico aliado del cantante”, recuerda Ana González, una de aquellos. “Escuchamos respetuosamente. Éramos jóvenes muy ocupados en el quehacer social y político, y muy pocas veces teníamos el tiempo de escuchar música o divertirnos. Éramos demasiado serios. Creo que hoy valoramos mas cada canción de esa época. Es mi sentimiento cada vez que lo escucho con atención”, comenta. Días antes me ha prevenido que sus recuerdos de aquella jornada están teñidos por los sucesos y vivencias posteriores. El final violento de un proceso. Tegualda Tapia acota: “Creo que los jóvenes de esa época fuimos privilegiados. Logramos conquistar nuestro sueño, nuestro ideal de sociedad, a través del voto y vivirlo durante 3 años”.

Las canciones de aquella jornada funcionaron como el eco candente de una época.

(De las fotografías: Imágenes históricas intervenidas, dos de estas no muy conocidas, desde la revista Ramona, 1970).

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