Del colectivo La Pasionaria

Klein: Premiada obra de teatro recrea crimen pasional ocurrido en Llay-Llay

Teatro contemporáneo, Valparaíso, 2014.

Por Wari

19/10/2014

Publicado en

Artes / Chile / Regiones

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Después de un exitoso estreno en el IV Festival de Creación de la Escuela de Teatro de la Universidad de Valparaíso, Klein se presenta del 23 al 26 de octubre en la Sala Síntoma del mismo puerto. Presentamos una crítica sobre esta pieza del colectivo La Pasionaria, conformado por artistas emergentes que destacan en la dirección, el montaje y la actuación para entregarnos una sugerente propuesta de teatro contemporáneo chileno.

Klein tiene una cualidad que se agradece cuando se trata de arte y es que la manera en que nos presenta las cosas acompaña y a la vez enrarece las cosas que nos presenta. Esta cualidad es tanto más valorable cuando se aplica a la obra de creadores emergentes. En este caso, nos referimos a una propuesta de La Pasionaria, colectivo teatral que ganó los premios a Mejor Montaje, Mejor Dirección y Mejor Actuación en el IV Festival de Creación de la Escuela de Teatro de la Universidad de Valparaíso.

Klein es una obra realista basada en un acontecimiento de la crónica roja ocurrido en la localidad de Llay Llay, Quinta Región. Su (anti)héroe, León “El Loco” Klein, intenta matar a su mujer Jocelyn Muñoz en tres oportunidades, el año 2008, y luego, al ser liberado el 2013, asesina al amante de ésta con un desatornillador. La Pasionaria nos introduce en los meandros de esta micro-historia nacional para sondear los resortes sociales de la emotividad doméstica y, en particular, del amor de pareja y filial, asociado a la conformación de subjetividades precarias. No existe tragedia más recurrente que la amorosa y, sin embargo, cada vez nos muestra una cara distinta del dolor. El guión de Klein parece algo confuso hacia el final, pero el montaje nos remece por la crudeza y la ternura de la trama y sobre todo por una puesta en escena que nos instala de lleno en el acontecimiento teatral.

Sobra decir que el teatro en tanto representación se encuentra hoy amenazado por múltiples otras posibilidades de carácter audiovisual que, además, se producen y circulan en formatos digitales. Ante la irrupción de los nuevos medios, el teatro ha respondido de muy diversas maneras, entre la exploración de una singularidad definida por la presencia y el convivio, por un lado, y el abandono a otros devenires creativos, de naturaleza híbrida, por otro. En Klein, la opción es permanecer en la orilla teatral, pero tensionada y potenciada por la marea medial que, de todas maneras, inunda nuestras vidas.

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Sobresalen, en cuanto a las proyecciones sobre el telón de fondo, la sencilla escenografía gráfica de una habitación, los videos familiares de un paseo por el mall y los archivos televisivos reales de la noticia del crimen. Pese a que otras instancias requerirían de un trabajo técnico mayor, el uso de este recurso audiovisual sorprende y encanta, en cuanto genera atmósfera, identificación y distancia crítica respecto del discurso mediático. Además, permite una virtual expansión del escenario a otros espacios físicos y simbólicos, así como a distintas temporalidades. Sin embargo, es en la interacción del dispositivo multimedia con lo corporal donde parece reafirmarse la teatralidad en este montaje.

Klein comienza con una escena de sexo intensa que colinda con lo explícito, lejos de cualquier moral, y este desenfado demostrado a lo largo de la obra contribuye sin duda a señalar el cuerpo físico como presencia. Pero otro elemento lo hace aún más. Perturbando la cópula inicial de Klein y Jocelyn, un bulto reclama a gritos su atención. Después de unos minutos, vemos salir de él a una actriz-mujer que actúa de hijo para desdoblarse más adelante en el amante de la madre. Frente a los roles demasiado bien definidos del padre-hombre y la madre-mujer, encarnados por actores con perfiles de género ad hoc, el papel indefinido y mutable de la actriz-mujer que desempeña los papeles del hijo y el amante instala un inquietante hiato de género, personaje y performance actoral. Emerge de este hiato un subtexto que acentúa la crítica a la masculinidad sólida, dura, rígida de Klein, entendiendo que ésta escapa del “yo” para revelarse como una construcción social, cotidiana, de todos, en diferentes niveles y esferas.

Lo interesante es que este recurso a la contradicción o ambigüedad de género y actoral, que en el teatro se nos presenta como una posibilidad aceptable, difícilmente tendría cabida en el cine como lo conocemos hoy. A distancia de la industria, el teatro, entonces, se nos vuelve a revelar como un reservorio de experimentalidad estética y, por ende, como una forma de arte. Esto, a lo menos en esta breve y muy bien lograda pieza del colectivo teatral La Pasionaria. Recomendamos presenciar Klein porque nos dice que, lejos del mero show tecnológico, la contemporaneidad de lo teatral se juega en el entrelugar de su relación con las tecnologías que nos afeccionan como espectadores, personajes y, desde luego, actores de nuestra propia producción.

Por Carolina Benavente Morales

Universidad de Valparaíso / El Ciudadano

afiche sala sintoma

KLEIN, Colectivo Teatral La Pasionaria

23 al 26 de octubre de 2014, Sala Síntoma, Aldunate 1620 (detrás de Ripley), Valparaíso.

$2.000 entrada general.

Dirección: Pablo Gutiérrez. Elenco: Juan Esteban Meza, Valeria Véjar, Mariela Villalón. Producción: Carime Morrison. Asistente de dirección y diseño integral: José Farías. Técnico: Valeria Bravo. Animación digital: María Isabel Muñoz. Diseño gráfico: Vale Escobar A.

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