JOSÉ SBARRA (1950-1996) “Escribir un libro perfecto, matar un policía y morir de sobredosis”

Por Cristóbal Gaete “-¿Qué hace en un tugurio como éste? -¿Me recomienda otro mejor, oficial? -Cállese, las preguntas las hago yo

Por Grado Cero

07/04/2018

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Grado Cero / Letras

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Por Cristóbal Gaete

“-¿Qué hace en un tugurio como éste?

-¿Me recomienda otro mejor, oficial?

-Cállese, las preguntas las hago yo.

-Oh, Harry, qué duro estás hoy, no he hecho nada malo Harry, no soy un buscapleitos, sólo estaba tratando de divertirme con mi chica y mi navaja.

-Deje de hablar de ese modo.

-¿No le gusta mi voz?

-No me gusta nada de usted, Sucia Rata Marc, ni siquiera su nombre.

-Justo hoy oficial, qué pena.

-¿Qué tiene de particular el día de hoy?

-Que llueve y necesito un poco de ternura”. 

Fragmento de “Marc, la sucia rata”

 

Si hay algo que puede darnos el periodismo cultural es luces: en octubre del 1992 salió una entrevista en la revista argentina “El cazador” al autor que hoy convocamos, hecha por Enrique Symns, que le permitió sobrevivir como mito por años, con el provocativo título “Coger, drogarme y escribir”. Sbarra aseguraba en ella -si bien reconocemos la vocación ficcional del entrevistador- haber sido taxi boy y, en un efecto mimético con su literatura, ser un niño de la calle que encontraba libros abandonados como sucede en “Marc, la sucia rata” (1991). La entrevista, reproducida hasta el hartazgo en internet, ha sido tomada como fuente casi única para la mayoría de los pocos artículos que existen sobre la vida y obra de Sbarra, y estiró o mantuvo la curiosidad hasta que fuera efectivamente releído fuera de su aura, como sucede hoy con las reediciones de “Dagas del sur”. Esta pequeña editorial argentina ha contado con la cesión de derechos de la hermana y albacea del autor -que niega parte del mito maldito de la vida de Sbarra- y ya han editado “El mal amor” (póstumo e inédito, acompañado por una información biográfica, fotografías y manuscritos) y reeditado “Plástico cruel”, además de prometer la reedición de “Bang! Bang!”, “Marc, la sucia rata”, “Aleana”, “Obsesión de vivir” e “Informe sobre Moscú”, completando materialmente un puzzle liberado en internet.

Perfectamente en esta página podría estar Osvaldo Lamborghini o Néstor Perlongher; ambos fueron editados por Fogwill en su editorial Tierra Baldía, algo que según relata Facundo Soto, en un artículo en el diario Página 12, casi pasa con Sbarra. Resulta llamativo como un giro aparentemente episódico tome tanta relevancia para dejar en el real underground la obra de Sbarra, que ni siquiera podría entrar al neobarroso que proponen los dos autores mencionados. Quizá una comparación más justa en su lugar queer es en el que combina la (in)sensibilidad de Copi y Manuel Puig; la aparición de personajes excéntricos –homosexuales, travestidos y ultraviolentos- del primero junto a la belleza que deja caer de esas bocas rozando la cursilería del segundo, para después azotarla en el asfalto. La acumulación de los nombres anteriores lo evidencian como una pieza perdida en la tradición alternativa del desparpajo argentino, que por supuesto es una respuesta al modelo borgeano, el que Sbarra detestaba. Hay una risa oscura allí esperando por nosotros, por ese pasillo oscuro de la literatura trasandina.

Existe acuerdo que las dos obras más significativas son “Marc la sucia rata” y “Plástico cruel” (1992), aún cuando faltaría por analizar su dramaturgia. La primera es una suerte de novela corta, si quisiéramos meterla en un molde acorde a su extensión pero ridículo para su estructura; es fragmentaria, intercala diálogos de un humor feroz entre un policía y hombre libre del sistema junto a la escritura de prosa poética del mismo personaje. En pequeños textos el argentino muestra su calidad densa, que siempre tiene momentos dispuestos a convertirse en bronce. Su montaña rusa está en pleno desarrollada en este libro. Uno de los momentos más hermosos es el tránsito de un niño en busca de contactar a un autor que halló en la periferia; ese es el niño que en aquella entrevista en “El cazador” afirma escribirle:

“Humean montañas de basura a ambos lados de la carretera. Seres andrajosos suben y bajan por ellas. Un adolescente, recostado sobre una pila de cartones y trapos, lee.

Ha encontrado un libro y lo lee con dificultad, pero hechizado.

Para él ha desaparecido el basural, sus manos heladas y sucias pasan las hojas del libro”.

“Plástico cruel” (1992) narra la típica historia del hombre que llega a la ciudad y es acogido por sus márgenes. Todo en él se mide en relación al falo, ese es el corazón del protagonista, amado y casi mantenido por un travesti que le dice cerdo. Él conoce una mujer de otra clase social a la que llama Plástico y la recibe en su periferia, en una casa que parece barraca, llena de insectos o ratas al igual que la de Marc. Resulta una realidad opuesta a la familia de ella, acomodada y arribista. El anarquismo, la crítica al poder, está presente atravesando la obra sobre la emoción que consume esta relación. La ideología castiga también a la pareja monogámica: “Elegimos el ejemplar más exótico / nos enamoramos de su libertad / y empezamos a construirle una jaula”.

“El mal amor”, libro póstumo, guarda la intensidad del despecho, el registro de la emoción dolorida, el reverso del cuestionamiento que se extiende en el resto de la obra. Revela otro armaje, fragmentos poéticos de sus libros de prosa son extraídos como si siempre se hubiese estado escribiendo “El mal amor”. A una literatura a punto siempre de desaparecer, en sus autoediciones financiadas con dinero prestado de los amigos, no habría por qué pedirle no ejercer la repetición y el montaje como lo hace hoy, con éxito, María Moreno. Como dice Nadia Sol en el epílogo de la edición: “el amor es el gran tema de la obra sbarriana, así como también la marginalidad. La obra de José es el testimonio de los vencidos por el mal amor”. Tratando de desintoxicarse, asediado por el SIDA, Sbarra escribió hasta que ya no pudo más:

“Solo mis libros me pueden salvar.

Sólo mis libros me van a salvar

en todos los sentidos.

No habrá amor ya.

No creo que nadie merezca

tantas oportunidades.

Pero mis libros me van a salvar

afectiva y espiritualmente.

No hay otra salida para mí,

La muerte me hallará escribiendo”.

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