Reseña: «El grito» de Florencia Abbate

El grito / Florencia Abbate /La pollera/186 páginas Por Priscilla Cajales La certeza de que es imposible conocer la realidad desde una perspectiva única le dio a la narrativa el abanico del juego de voces, de ahí la novela se apropió de un problema de época, el descreimiento de los discursos totalitarios y la caída del […]

Por Grado Cero

10/04/2018

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Grado Cero / Letras

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El grito / Florencia Abbate /La pollera/186 páginas

Por Priscilla Cajales

La certeza de que es imposible conocer la realidad desde una perspectiva única le dio a la narrativa el abanico del juego de voces, de ahí la novela se apropió de un problema de época, el descreimiento de los discursos totalitarios y la caída del concepto de verdad propio del siglo XX. “El grito”, de Florencia Abbate (Emecé Argentina, 2004), se presenta como una novela coral. Desde el uso de la primera persona podemos adentrarnos en un manojo de realidades conectadas por el pasado decadente y sus afectividades rotas.

El foco narrativo oscila en la perspectiva de cuatro narradores: Peter, un decorador de interiores sometido a una relación masoquista con Óscar, quien ejerce sobre el primero una mordaz violencia que acaba incluso con el derecho de la víctima al suicidio. El amor entre ellos es un cáncer que se propaga por la casa, que amarra y avergüenza. La violencia de Óscar está hambrienta de acabar con lo bello y lo sensible; sin pasión, le bastan el hartazgo y el cinismo.

En el segundo capítulo, Horacio ve su pasado militante desde el ridículo y la imposibilidad de revivir su fe en un proyecto común. Un departamento vacío en una vida que dejó de buscar lo épico o lo voluptuoso, y que solo tiene un atisbo de esperanza en el encuentro con una familia de cartoneros del Gran Buenos Aires.

Federico, un treintañero incapaz de visualizar algo por lo que sentirse orgulloso en la vida, narra en el tercer capítulo el día de su cumpleaños y reconstruye imágenes que perfilan una biografía vana, sin sustancia, que decanta en un presente desolador. Termina la novela la narración de Clara, escultora enfrentada a la soledad de la enfermedad, obligada a alejarse de la materialidad de su trabajo y a convivir con la palabra y la imagen desde un plano que antes de la catástrofe no había experimentado. Cada uno de estos personajes porta un hilo que lo conecta biográficamente con la historia de los otros, dándole a la novela de Abbate un dinamismo trabajado con un lenguaje diáfano y a la vez poético en sus más altos momentos.

El escenario general de la narración ocurre en la Argentina en plena crisis del 2001, sin embargo, constantes flashback nos dan la perspectiva de los setenta de la Guerra Fría y los noventa del descreimiento y la llegada del feroz capitalismo. Es un país roto, en llamas, un continente también. Metonimia que provoca leer la novela desde sus múltiples símbolos e intertextos presentes desde el título de los cuatro capítulos que componen el libro: Marat- Sade/ Luxemburgo/ Warhol/ Nietzsche. Y es que desde el cuerpo y sus políticas, el arte y la filosofía, los sujetos aquí descritos, el escenario aquí descrito, entrama el pulso de su época, su soledad y la decadencia de una clase media que quisiera no ver lo que ocurre fuera de su departamento. El descalabro que significó el corralito del 2001 pone en tensión a Argentina y nadie queda libre del humo de los neumáticos de las barricadas que impone la calle.

El padecimiento del sistema económico en el cuerpo, en el hilo que teje la historia, la biografía. La calle como el espacio no habitado, por miedo o por desidia, pero también como eso inevitable que nos hace caer en cuenta que no podemos huir del entramado social, que somos parte de un devenir tan implacable como el tiempo.

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