Lingua Comoediae Chilensis: El abuso de las palabras para tapar la realidad

Un libro indispensable circula de mano en mano por Santiago de Chile: Lingua Comoediae Chilensis, primera obra de la editorial «el afilador» (así, con minúsculas) e impreso en Francia en marzo de 2009

Por Director

15/04/2009

Publicado en

Artes

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Un libro indispensable circula de mano en mano por Santiago de Chile: Lingua Comoediae Chilensis, primera obra de la editorial «el afilador» (así, con minúsculas) e impreso en Francia en marzo de 2009.

En este texto de 132 páginas, el ingeniero socialista chileno Luis Casado (*) sistematiza con ironía el enjambre de términos y eufemismos -una tragicomedia- que desde la dictadura de Augusto Pinochet y su continuación hasta hoy en calidad de «democracia protegida», se ha tejido meticulosamente para camuflar la realidad y domesticar a la población.

En Chile, reporta Casado, han desaparecido absolutamente del léxico palabras y conceptos como pueblo, clase social, lucha de clases, igualdad, proletariado o salario. Liberar la palabra, concluye el autor, resulta indispensable para el relanzamiento de un proyecto popular de cambio político, social y económico.

«El ‘cambio del valor de las palabras y su frecuencia’ en el uso coloquial que se practica en Chile no se limita por cierto a la evocación de las miserias vividas en la dictadura criminal, represiva y ladrona, sino que se prolonga y profundiza en el Chile de la interminable ‘transición’ «, dice.

Según Casado, el trasfondo de este genuino lavado de cerebro verbal es la relación de complicidad establecida entre la desfalleciente dictadura de 1989 y la naciente coalición de «centroizquierda» conocida como Concertación Democrática, con el propósito de perpetuar el capitalismo neoliberal y garantizar la impunidad a los violadores de los derechos humanos a cambio de cuotas de poder.

Particular atención brinda Casado a la sustitución de la palabra «pueblo» por «gente». Explicada inicialmente como una técnica publicitaria para superar la carga ideológica que se le atribuye al término «pueblo» -vinculado a la izquierda- en realidad el término «gente» refleja la reducción de los derechos colectivos e individuales.

Mientras «gente» proviene «del latín genus, familia o tribu», la palabra «pueblo», del latín populus es un conjunto de ciudadanos que posee deberes y derechos civiles y políticos como miembros de una comunidad organizada», dice Casado.

«Si se logra expulsar del vocabulario cotidiano la palabra ‘pueblo’, útilmente reemplazada por ‘gente’, se expulsa en forma indolora hasta la posibilidad de debate sobre los derechos asociados a la noción de pueblo», agrega.

Mientras algunos especialistas ven la maraña de palabras mal utilizadas en Chile como expresión de la decadencia del sistema educativo -que ha reducido el léxico coloquial a no más de 600 términos-, Casado agrega una intencionalidad calculada: cuando un empresario construye una clínica, se trata de una «inversión», pero cuando el Estado construye un hospital, incurre en un «gasto social».

La diferencia no es nimia: mientras las inversiones son siempre indispensables, el «gasto» puede ser superfluo, sobre todo en épocas de crisis. Lo importante -esto sí sin equívocos ni ambigüedades- es mantener la tasa de utilidad de los empresarios, pues ella y sólo ella garantiza la inversión y la creación de empleos.

Y cuando de empleos se trata, subraya, los asalariados ya no existen, han sido reemplazados en Chile por miniempresarios que emiten «boletas» por su trabajo, cuyos beneficios sociales dependen de ellos mismos. Son, por tanto, estadísticamente «empresarios» millones de aseadores, vigilantes, recolectores de fruta o recogedores de basura.

Cuando estos «empresarios» son despedidos por sus patrones (otra palabra eliminada), ese acto se describe como «desvinculación». Asi van desapareciendo no sólo la cesantía (otra palabra prscrita), siono también las clases sociales, reemplazadas por «grupos socioeconómicos» categorizados por su nivel de ingreso según el sistema desarrollado por los publicistas (A, B, C, D, E y sus variantes).

Paso a paso, Casado va describiendo el panorama que se oculta detrás de un lenguaje a veces ridículo (en Chile los huecos de las carreteras se llaman «eventos» y los enfermos no son hospitalizados, sino «derivados») y abre el apetito de la lectura con comentarios incisivos e ingeniosos.

El resultado es a la vez aterrador e indignante: estamos en manos de una mafia gigantesca que ha logrado domar -esperamos que temporalmente- mediante la idiotización cultural y lingüistica a las mayorías, para convencerlas de que no son pobres y de que si lo son, es su propia y exclusiva culpa.

«Habrá que devolverle sus letras de nobleza a la izquierda política, esa que rechaza el derecho a veto del monarca. de los popderes fácticos, del poder del dinero, para consagrar la soberanía del pueblo como única fuente de poder legítimo en democracia», concluye Luis Casado.

(*) Luis Casado es un ingeniero chileno exiliado en Francia, ex miembro del Comité Central del Partido Socialista, integrante del comando del candidato presidencial de Izquierda Jorge Arrate ([email protected]).

Por Alejandro Kirk

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