El canto de la Patria profunda

Lo primero es ser hombre; lo segundo, poeta

Atahualpa Yupanqui, el cantautor argentino que les escribió poemas y canciones a Violeta Parra y Víctor Jara.

Por Lucio V. Pinedo

11/02/2016

Publicado en

Artes / Cultura / Latinoamérica / Música

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Atahualpa Yupanqui es uno de los creadores argentinos más influyentes de todos los tiempos, y no es una exageración decir esto. Nació en Buenos Aires el 31 de enero de 1908 y falleció en Francia el 23 de mayo de 1992. De pequeño, estudió violín y guitarra, aunque aseguraba que había sido la tierra misma, los animales, los paisajes quienes lo habían inspirado con sus sonidos dulces y bárbaros a la vez. El nombre que le dieron sus padres, personas humildes y trabajadoras, es Héctor Roberto Chavero. A los 13 años adoptó el seudónimo Atahualpa para firmar artículos literarios en el periódico escolar; más tarde, lo completó con Yupanqui, dando a su nombre completo un significado que bien podría entenderse como «la persona que vino de tierras lejanas a contar».

A lo largo de su vida de caminante, de explorador, trabajó como maestro de escuela, colaboró como cronista y tipógrafo, pero principalmente fue músico y compositor, transmitiendo siempre su visión aguda de la naturaleza y del ser humano. Su guitarra, decía el mismo Atahualpa, lo había acompañado desde pocas horas después de su nacimiento, haciendo sonar las melodías que lo ayudaban a dormir.

Como cantautor revolucionario comprometido con el destino de Latinoamérica, no tardó en estrechar vínculos con sus hermanos de tierra y causa Violeta Parra y Víctor Jara. Como muestra de esta afirmación, traemos dos textos: un poema dedicado a ella («Violeta») y una canción escrita para él («Preguntitas sobre Dios»).

Violeta

Ya no le cabían en la cabeza
los pájaros azules.
Así fue que un mediodía
de extraña luminosidad
les abrió un trágico orificio
de escapada
y los pájaros azules se fueron.
Pero le llevaron la vida

Preguntitas sobre Dios
Un día yo pregunté:
¿Abuelo, dónde esta Dios?
Mi abuelo se puso triste,
y nada me respondió.

Mi abuelo murió en los campos,
sin rezo ni confesión.
Y lo enterraron los indios
flauta de caña y tambor.

Al tiempo yo pregunté:
¿Padre, qué sabes de Dios?
Mi padre se puso serio
y nada me respondió.

Mi padre murió en la mina
sin doctor ni protección.
¡Color de sangre minera
tiene el oro del patrón!

Mi hermano vive en los montes
y no conoce una flor.
Sudor, malaria y serpientes,
es la vida del leñador.

Y que naide le pregunte
si sabe dénde esta Dios:
Por su casa no ha pasado
tan importante señor.

Yo canto por los caminos,
y cuando estoy en prisión,
oigo las voces del pueblo
que canta mejor que yo.

Si hay una cosa en la tierra
más importante que Dios
es que naide escupa sangre
pa’ que otro viva mejor.

¿Qué Dios vela por los pobres?
Tal vez sí, y tal vez no.
Lo seguro es que Él almuerza
en la mesa del patrón.

Atahualpa fue un profundo conocedor del interior de la Argentina, así como también hombre de amplia cultura universal, supo abordar tanto los temas simples de la sufrida vida rural, como adentrarse en los enigmas e interrogantes que plantea el universo. Y sin salirse nunca de las sencillas formas de la copla y de la canción popular.

Una vez, escribió este poema, de donde sacamos el título de esta breve nota y con el cual decidimos terminarla:

Tú piensas que eres distinto
porque te dicen poeta,
y tienes un mundo aparte
más allá de las estrellas.

De tanto mirar la luna
ya nada sabes mirar,
eres como un pobre ciego
que no sabe adónde va…

Vete a mirar los mineros,
los hombres en el trigal,
y cántale a los que luchan
por un pedazo de pan.

Poeta de tiernas rimas,
vete a vivir a la selva,
y aprenderás muchas cosas
del hachero y sus miserias.

Vive junto con el pueblo,
no lo mires desde afuera,
que lo primero es ser hombre,
y lo segundo, poeta.

 

 

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