Comentario de Discos

Matorral: Gabriel o «Un disco siempre es un hijo»

Gabriel (2015). Cápsula Discos.

Por Carlos Montes

20/06/2016

Publicado en

Artes / Música

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Matorral Gabriel

Matorral debe ser una de las pocas agrupaciones que desde su primer trabajo discográfico, Voces del rincón, allá por el año 2003, ha sabido articular un camino profundamente inquieto y sobre todo, lejano a cualquier lugar común.

Gabriel se llama el primer hijo de Gonzalo Planet -bajista del grupo-, y ese mismo nombre fue la excusa perfecta para nombrar y hacer nacer a esta nueva entrega -casi como si naciera un nuevo cabro chico en nuestra familia. Y este crío resultó ser tan diferente del resto de los hijos, porque lo que abunda en estas once rolas es una sonoridad imbricada, sacudida de frases musicales que descansen en alguna fórmula radial, en alguna frase oreja.

Gabriel resulta un desparpajo, un salto absoluto desde donde se le encare. En “Superándolo”, Cadenasso al oído, señala: “No encuentras nada en la pared / no hay mucho que observar / Me encuentro superándolo / no hay mucho por hacer” y precisamente en ese enaltecimiento del momento mínimo, anónimo y a la vista, sin importancia, Matorral pareciera trastocar sus viejos motivos y encauzarlos a un lugar distinto, impensado si se quiere.

A cada pasada de este disco, parecieran convocarse afanes de viejos sujetos como el huidizo Juan Emar, ese que era capaz de proponer desde su ejercicio creativo situaciones domésticas convertidas en postales llenas de locura, de luces y colores, como esos gifs de gatitos con rayos en los ojos que abundan en los timelines de muchos facebooks.

En este nuevo disco, Matorral guardó las guitarras eléctricas que caracterizaron a sus viejos álbumes en donde las distorsiones y una especie de recuperación de los sonidos de nuestros viejos sicodélicos eran la excusa para revestir a sus canciones. Sin embargo, esa lisergia no ha cesado sino que ha cambiado sus vestiduras a través del uso de secuencias, sintetizadores y loops que suspenden atmósferas y sobre todo, esa presencia permanente de pianos que se convierten en una suerte de obra gruesa dentro de la estructura de gran parte del entramado de Gabriel.

Ítalo Arauz, baterista de Matorral, en una conversación me comentaba que su sensación más íntima al momento de la construcción de este nuevo disco era la de estar en un escenario desconocido, completamente nuevo, en donde incluso ignoraba el cómo ellos serían capaces de performar este trabajo en vivo, en cómo resolverían la manera de mostrar estas canciones a un otro y es justamente esa sensación la que deja el correr de cada canción. Trazos de una intimidad poco parecida a la propuesta en viejas entregas, justos visos de trip hop, impensadas frases de instrumentos que se cuelan como ese bajo de Planet en Aire, son algunos de los recursos con los que Matorral busca abrir sendero por nuevos sitios y el resultado es simplemente bello.

La bendición de un hijo

Gabriel pareciera ser, dependiendo del ojo y el oído que lo aborde, una especie de opción velada a quien lo enfrente: la posibilidad de tomar sus cosas y salir huyendo frente a este nuevo giro o avisarnos con anticipación que ellos decidieron cambiar las prendas por otras.

En tiempos en donde los referentes se han extinguido y las brújulas solo apuntan a un viejo norte porque pareciera que las ideas solo se tropiezan en lugares comunes, Matorral se atreve a mover la dirección a una vía secreta, despojada de alguna fórmula probada que convierta su trabajo en un espacio para aplausos fáciles.

Es lindo pensar que una canción desprovista de fórmulas gancheras para la paila pensada por el mercado, como lo que pasa con «Transmisión», alcanza esa sensación que dejan los grandes temas convencionales. Sacudida de lugares comunes, esta canción que cierra el disco quiebra su tempo de entrada y acaba con una rara intensidad en donde priman las notas de una lisérgica guitarra marcando el pulso, una guitarra, una trompeta y una voz señalándonos que hay que «Reubicar el foco para continuar a contraluz / porque no se encuentra lo que ahí no está / lo que hay que oír». Eso, justamente eso. Reubicar el foco, porque se acabó la vieja fórmula y es cuestión de nuevamente oír. Oír más claro para saber que quizás no es necesario caudillos ni grandilocuencias para encontrar aquello. Solo oír, tan simplemente como eso. Como cuando un hijo nos habla y todo se aclara por fin.

Te quiero papá.

Gabriel se llama el primer hijo del bajista de este grupo. Nombrar a este disco con ese nombre es categórico, es decirnos a gritos o en silencio que la familia crece cuando se concibe a un nuevo ser y que ese nuevo ser siempre es un sujeto autónomo, único, distinto a todo lo que ha sido.

Matorral fue padre de una nueva alma y de un nuevo respiro y por ese simple hecho, a este nuevo crío hay que invitarlo a nuestras experiencias porque estoy seguro que siempre, siempre, nos va a salir con un hermosa gracia.

Facebook: Carlos Montes

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