“Colesterol” de Cactus Andante: El país de las últimas cosas

No sorprende el diagnóstico que impera a la hora de describir el momento que atravesamos actualmente, desde cualquier lugar, desde cualquier voz

Por Carlos Montes

05/08/2018

Publicado en

Música / Videoclip

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No sorprende el diagnóstico que impera a la hora de describir el momento que atravesamos actualmente, desde cualquier lugar, desde cualquier voz. Reina la idea de crisis, de extraña adversidad ante un escenario violento y lleno de injusticia con nosotr@s población trabajadora pero que bastante idiotizada, se siente pisándole los talones a la modernidad entre celulares de alta gama y televisión abierta en HD.

A mis 14 años tuve la fortuna de encontrarme con dos novelas capitales que me rompieron el seso, dos novelas que siguen vibrando a pesar del tiempo y sus embates: Un Mundo Feliz y 1984. Amé y sigo amando a Huxley y Orwell, les sigo creyendo como un calcetinero cualquiera y pasó que años después me encontré con Paul Auster y su novela El país de las últimas cosas. No sé si califica el proponer una comparación entre ellas, sin embargo, hay algo en esta última historia que me resuena tan definida, tan cierta como esas escenas que hablaban del Soma o de la Policía del Pensamiento. Hay algo en el relato de Auster que se me aparece como primera cita a la hora de pensar este tránsito que hacemos a diario y que nos llena de urgencia, de agotadora fragilidad.

 

Colesterol malo

“Colesterol” es el tercer single y primer videoclip de Gritan las nubes (2017), disco debut de la banda sanantonina, Cactus Andante, la que desplazándose con lucidez por lugares como el rock, el jazz, la raíz latinoamericana o el progresivo junto a líricas cargadas de crítica, lanzó uno de los álbumes imperdibles del año pasado.

En sus casi cuatro minutos, la propuesta audiovisual se sitúa entre bosque y mar. Un tipo flaco se contonea en medio de árboles, urgido, alerta, como atento a algo que viene; Coté Ramírez -vocalista-, con su rostro pintado rememorando a la pintura corporal de culturas como la selknam o rapanui, oficia como la hablante de esta canción cuyo discurso expone la crisis social y medioambiental que vivimos producto de eso que llamamos progreso; el resto de la banda, con máscaras caracterizados como diversos animales, atacan sus instrumentos con actitud salvaje, colérica.

Coté, entre el grito y una actitud teatral, arranca diciendo que “Estamos apretados / Porqué somos tantos / Cuál es el sentido / Cocinan a personas / A animales con dinero / Ya no vemos árboles / Solo vemos fuego”. La acompaña un montaje vertiginoso más un trazado musical que en perfecta clave rock, resultan en un sólido inicio de videoclip. Lo que sucede luego es el cruce justo entre imagen, palabra y música, respondiendo con coherencia a todos los movimientos, a toda la suma de quiebres -tanto rítmicos como melódicos- que configuran a esta rola. Como cuando hacen convivir momentos en que aparece la voz de Coté fraseando delicada en midtempo un ¡No, no, no!, mientras camina lento por un descampado seco, yermo pero que sin anuncio se fractura y se abre a una metralla sonora al mejor estilo de gigantes como Fulano o Mr. Bungle. Siempre en carrera, siempre en contradicción.

La canción anuncia su fin, el discurso iracundo sigue con frases como “Estoy de mal humor / me comí una vaca con todo su dolor” o “Yo ya no puedo encontrar / algo sano pa comer / Yo ya no puedo comer / Porque no puedo encontrar / Lo que me dan de comer / Esto ya me va a matar”, coronadas con un grito de angustia, mientras se agolpan tomas de toda la banda huyendo, corriendo hacia la cámara en algo que parece la madrugada brumosa de cualquier día y en cualquier calle de su San Antonio natal.

 

Colesterol bueno

Auster cala profundo cuando sostiene que “cuanto más cerca estás del final, más tienes que decir” para luego rematar con que “El final es sólo imaginario”, como una sentencia que aunque nos parezca brutal, quizá no sea tan así. Porque siempre es mejor tenerla clarita, saber que estamos hechos de puras fragilidades y que son esas mismas las que nos regalan la secreta sensación de que podemos hacernos cargo de decidir cómo chucha queremos vivir este tiempo que nos tocó: pasivos, indolentes ante la desidia de esos pocos poderosos que maquinan el mundo o inquietos, vivitos y responsables de cuidarnos en nuestros barrios, en nuestros pequeños domésticos.

La toma cenital de un pedazo de costa de la Quinta Región cierra la pieza audiovisual de Cactus Andante, tratada con un efecto que la hace parecer sombría, contaminada y que resulta en el corolario perfecto de su propuesta artística, esa que opta por tomar el camino difícil que a punta de buenas canciones, nos recuerda que portamos las dos caras del colesterol: uno malo que nos enferma, nos agobia y que termina por embrutecernos; y ese otro, el bueno, ese que nos activa y nos recuerda que podemos lograr -aunque sea un poquito- que esto deje de convertirse en el triste país de las últimas cosas.

COLESTEROL

Dirección: Felipe Luengo H.

Producción: Bisonte Films – Karen Tamblay

Producción General: Sara Ortiz

Coreografía y bailarín: Renato Montoya

Vestuario / Make up: Daniela Miranda

Iluminación: Daniel Antonio Duarte

Dron Phantom 4: Lautaro Venegas

 

CACTUS ANDANTE

Cote Ramírez: Voz

Jejo Velasco: Teclados

Gustavo Amaro: Bajo

Mario Ruiz: Guitarra

Samuel Cáceres: Batería

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por Carlos Montes Arévalo

Instagram: @montes.arevalo

Twitter: @carlos_montes_a

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