Primus: Cuando la tribu entra en trance

Teatro Cariola. Domingo 5 de marzo de 2017. 21 horas.

Por Carlos Montes

09/03/2017

Publicado en

Artes / Música

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Una especie de recurso utilizado históricamente en expresiones creativas musicales, refiere al uso de la repetición de patrones melódicos y/o rítmicos sucesivamente. Dentro de las sensaciones que provoca este tipo de tránsitos, la que más prima es una suerte de estado de trance, una suspensión que captura y que ubica a quien se someta a ella a una forma de devoción y catarsis y lo que pasó con Primus este domingo en el Cariola, entre música e imágenes, tuvo bastante de aquello.

Bendito loop.

Con tres presentaciones previas en el Teatro Municipal –y que según los comentarios de las y los asistentes fueron inolvidables-, Primus llegó esta noche de domingo a un teatro completamente lleno y rebosante de almas que solo buscaban rendirse al sonido cototo que han armado por tantos años.

Con algunos problemas técnicos al inicio de esta presentación –la voz de Claypool perdió importante presencia en las primeras canciones-, Primus empezó su última presentación en Chile con la portentosa “Those Damned Blue-Collar Tweekers” del Sailing the seas of cheese. Y a esta altura ya empezaba a vislumbrarse el exquisito recurso del loop como una célula permanente que articula toda la performance de esa noche.

Pasaron en esa primera parte de concierto canciones emblemáticas y cabeceables como “American Life”, “Wynona’s big brown beaver”,“Jerry was a race car driver” o “Lee Van Cleef”, todas con un cuidado soporte visual que utilizaba la mezcla de porciones de videos oficiales con viejas tomas de películas, las que transitaban en sincronía con las decisiones performáticas que Les Claypool, Larry Lalonde y Tim Alexander, desarrollaban exquisitamente esa noche.

El entramado sonoro que desarrolla este trío se funda en su exquisita calidad interpretativa, la que en momentos transcurre a través de distintas frases musicales que se replican como pliegues, mientras el relato visual transita, se detiene y vuelve insistentemente a correr como en espiral. Todas las posibilidades de un loop se desatan frente a esta audiencia, como invitándonos a ser parte de un viejo rito, un secreto lugar en donde todas y todos somos parte de una experiencia que invita solo a sentir, a rendirse a una tremenda experiencia.

La música es familia

Tras La intermisión que nos permitió hidratarnos y bajar la temperatura, mientras nos acompañaban en la espera cuatro viejos cortitos de Popeye en donde se agarraba a combos con Brutus en función de la deseada Olivia, Primus se encargó de regalarnos en esta parte las canciones del mítico, Frizzle Fry.

El loop continúa y se transforma en una especie de código familiar, canciones como “Too many puppies” –coreada por las y los presentes como un himno- o “Spaghetti western”, resultan en bailes colectivos y personales que solo responden a esa irreproducible sensación de que tod@s somos parte de una misma clika.

Cuando ya sabemos que ese es el cierre, Les Claypool inicia el momento final, ese que corona las más de dos horas de comunión. Un elefante saltando repetidamente y “Southbound pachyderm” devaneándose dulce entre nuestro sudor y devoción, casi como un corolario que nos confirma que la música más linda es siempre una forma de rito, un momento en donde se cruzan lúcidas decisiones estéticas con un público que solo se quiere rendir a la belleza del sonido. Rendidos a la idea de que después de todo, l@s que estábamos ahí somos pura familia.

Fotografía: Baltazar Godoy S.

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