Comentario de concierto

REC, Rock en Conce: Los Pájaros de fuego que vuelan desde aquí

Chile tiene el nombre que tiene por un pájaro, dicen

Por Carlos Montes

31/03/2017

Publicado en

Artes / Música

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Chile tiene el nombre que tiene por un pájaro, dicen. Chile es una larga y angosta faja de tierra, me contaron en primero básico. El primer Chile no era “un Chile”, no era un país, no era una república, ni si quiera un virreinato, no era algún concepto de estado. Chile estuvo dividido en dos mucho tiempo, hoy para algunos lo sigue estando, hoy para otros, está más que dividido en quince regiones, hoy es colorido, diverso y tiene una ganas de rejuntarse que ni se las aguanta, como proclaman los más optimistas. Yo no sé qué tan difícil sea ser chileno, yo lo he sido inconscientemente siempre, creo que no me cuesta, yo simplemente, me hago el hueón y me dedico a ser chileno, y un chileno de región, de interior, del sur de la rivera del Biobío. Y escucho rock.

En esta que es mi primera visita, y que coincide con la previa al parafernálico Lollapalooza, se supone que tengo que contarles cómo fue la tercera versión del REC-Rock en Conce, un festival hecho desde Concepción para el mundo, que expone música nuestra como de la extranjera, y eso haré humildemente. En esta visita quiero ser caballerito, mi mamá me enseñó eso desde pequeño, asique de entrada les pido disculpas por la lata de recalcar otra vez que somos La Cuna del Rock o La Capital del Rock Chileno, porque yo sé que más de algún penquista que esté radicad@ en cualquier otra parte del país que no sea su provincia, saltó alguna vez en algún carrete o reunión de cualquier tipo, con ese mismo estandarte.

Pero no hay mucho que se pueda hacer con este asuntito del o la provincian@ que saca su banderita local en casi cualquier contexto. La verdad, eso es algo con lo que este país debe cargar, ya que se preocupa constantemente de querer homogenizarnos, quizá en respuesta a eso, tratamos de sacar a relucir alguna pobre pizca de ícono identitario apenas podamos, eso es casi instintivo, casi superviviente. De alguna manera, nos rescata de la indiferencia santiaguina, o del que no pertenece a una minoría.

Otro Pájaro

No nos da vergüenza, incluso olvidamos que pueda ser patético eso de que todas las regiones se dicen ser capitales o semilleros de algo, ya que Santiago es capital de Chile, nosotros tenemos que ser capital de alguna hueá, esa lesera pueblerina que siempre busca desesperadamente el hito; no importa, aquí entre muchas otras cosas, hacemos rock, y del bueno.

Cachamos que teníamos una historia. Las autoridades movieron unos Corfos, los periodistas hicimos (hicieron) investigaciones, escribimos libros, filmamos documentales, recopilamos material, cachamos que teníamos por ahí nuestra propia historia, y nos emocionamos con ella, y como no salió nunca en los libros de historia, tuvimos que meter boche (mala cuea porque desde Visviri a Tierra del Fuego a los cabros les pasan el mismo libro de historia).

Entonces hicimos un festival grande, con bandas reconocidas a nivel nacional, con bandas locales que suenan igual o mejor que las primeras, que tocan todo el año en nuestros bares, además de darnos el lujo de traer a astros de la música latinoamericana, con todos los esfuerzos que eso implica. Simplemente para que todos sepan que Conce, también tiene los nombres que tiene, por un pájaro, por otro pájaro, el del rock.

Y así surgió REC, una locura para los amantes de la música nacidos aquí, un fin de semana completo con aire festivalero a lo Woodstock para los más engrupidos; muchas bandas, distintos sonidos, colores, olores y sabores en un mismo lugar, con ambiente familiar, y lo mejor de todo, es que es totalmente gratuito. El Parque Bicentenario tendrá imágenes inolvidables para la cultura de este país, que en un futuro aletearán más lejos de lo que imaginamos.

Pero obedeciendo a la suposición principal debo decirles que el pasado sábado 18 de marzo, partió más iluminado que nunca, un sol radiante prendió todas las expectativas y las ganas de musicar que se acumulan durante el año. Había calorcito y aire fresco proveniente del gran río que te pedía elongar y preparar los cuerpos para cantar y mover algo más que la cabeza durante dos medios días, dos tardes y dos noches.

Cenit Local

La primera santa que inaugura nuestra tirana del rock fue Fernanda Leiva, que a las 14 en punto soltó colores cálidos y brisas frescas de su dulce y segura boca, junto a su guitarra de doce cuerdas que bendecían nuestro encuentro juvenil, bautizándonos de un afinadísimo pop compuesto en alguna pieza de Talcahuano, que se atreve a poner una solista cantautora acompañada de un buen grupete de músicos bien roqueros, para pintar juntos un mándala local que nos alineara con la fiesta multicolor. 20 minutos exactos de agüita dulce y trigueña que jamás olvidaré. Gran apertura.

En Conce no todo es Conce, no todo es rock, bandas de otras provincias, bandas de otros genes pisaron el escenario que mira hacia el Rio Biobío. Oso de hielo de Chillán prendió cañones y probó los altoparlantes de la producción, por otro lado supieron bajar más el sol los luminosos de Vibración Eleva, que con un disco producido por Quique Neira junto a un camino limpio y sacrificado, han sabido ganarse el cariño y la identificación de buena parte los amantes del reggae en la Octava Región. Finos, lindos, sonaron de primera, y pusieron los avisos a todo el país a través de las distintas señales radiales y de streaming que el nivel de las bandas anfitrionas era de temer. Tónica que se repitió ambos días.

Enjambre Sísmico

Es cierto que me será imposible contar el carnaval de sensaciones que fue REC en estas limitadas líneas, trataré de graficarlo, puntualizando en ciertos números, que sí o sí tienen que ver, en cuanto la producción libere la transmisión oficial en Youtube. Y para ello quiero acuñar el siguiente concepto que no es de mi autoría, más bien surgió en una charla que se dio en un tiempo muerto en la carpa de prensa con un colega. Álvaro Muñoz creador del cluster de contenidos llamado La Concepción del Rock, me contaba que para él alguna banda del festival tenía que provocar un sismo. Podía ser más de una, pero sería una especie de galardón imaginario que él tenía para la banda local que fuera capaz de hacer temblar el Parque Bicentenario con su presentación. Lo escuché, lo miré, anoté, y le dije, ¡es perfecto!

El primer sismo de la primera jornada de día sábado se lo dimos a Los Muertos, los chascones oriundos de estas tierras que hace rato hacen de las suyas en Santiago, realmente movieron la tierra local, coreos en todas sus canciones, saltos, gritos, rondas y danzas para una banda que recibió la ovaciónde un público que quería temblar. Luego de eso vino Weichafe, y ya se imaginarán cómo fue, la fuerza guerrera única que tiene ese power trío que se subió a la ola sísmica y dejó todo preparado para el enjambre que se venía.

Zurdaka con la presencia afro en todo lo que son, su vocalista Feliciano Saldías con una voz más metálica que nunca y la claridad para hacer crítica sin arrugues. Luego los Electrodomésticos, ¡qué locura son los Electrodomésticos! Y lo mejor de todo es que aún hay mucha gente que se sigue sorprendiendo con ellos cuando los ven por primera vez en vivo, con todas esas ganas de mezclar, porque el rock es promiscuo, y porque no hay nadie que nos pueda poner límites, porque los desplazados y marginados quieren y necesitan mezclarse para poder estar, y las artes son el espacio para que se den esas promiscuidades que nos mantienen en el asombro y la reflexión. Carlos Cabezas me dijo en conferencia de prensa que la música es un bálsamo que refresca hasta el más vil de los estreses, y la articulación de los distintos lenguajes es lo que finalmente nos salva.

Alturas

Ese mismo día Los Jaivas hicieron algo no muy esperado por su fanaticada habitual pero, los dejaron a todos arriba en el alto cielo. Con sonidos cósmicos e intraterrenales dieron un recital que estuvo lejos de ser puro auto-cover como dirían los trillados odiosos de nunca acabar. Fuerte, explosivo y místico. Yo mientras presenciaba eso, me acordaba de todo lo que mi vida ha dialogado con Los Jaivas, todas las veces que medité en sus versos, todas las veces que la he llorado a ella cuando pongo La Conquistada, todos los saltos que me pagué en sus conciertos, los innumerables botones play que apreté para ver el Alturas de Machu Picchu, aquel coro de Segundo Básico en el que me enseñaron Todos Juntos -¿qué banda chilena ha logrado que en las clases de música para niñas y niños les enseñen sus canciones en todos los colegios de Chile?-. Trataba de responderme mientras tocaban, qué era lo que les faltaba por hacer a esta banda, y no pude, se lo pregunté a ellos y me dijeron que tocaban el martes siguiente. Eso les faltaba por hacer, seguir tocando, nada más, seguir viviendo del alimento emocional que es estar frente a personas y hacerles música, seguir, nada más. Cuánta humildad, cuánta sabiduría.

El remate del primer día quedó colgado mucho más arriba de lo que yo esperaba, con una hora y media de show la Mala Rodríguez, reventó todo lo que alguna vez fue REC. Solita en la pista con su puro DJ tiró sus letras de fiera rabiosa, subió consigo a una veintena de chicas que bailaron con ella, la apretaron, la manosearon, se rieron junto a ella, coquetearon, la puntearon, sí la puntearon, así, sin pene, y ella se veía re feliz. A mí me daba mucha alegría ver cómo el barrio latino está presente, cuando hay barrio latino. Eso no se aprende en ninguna puta disquera que te hace firmar un contrato, eso ni si quiera se puede contratar. La lírica de la Mala es tan dura como lo duro que seguramente le fue trabajar de empleada doméstica antes de vivir de su canto, porque antes de eso, seguramente era una gitana más que podía hacer el trabajo que otro podía mandar a pagar.

Maratonistas

El domingo no perdió el hilo, un Jorge Raby, de composiciones muy dúctiles, encordadas y espaciales, que sorprendió con poner sobre el escenario de REC al mítico ex baterista de Los Tres, el gran Pancho Molina. Le siguieron unas chicas que con la guitarra bien pesada pusieron su grito denunciador en las primeras horas del maratón, Mulier es un cuarteto de mujeres que distorsiona el canon esperado y de paso al estereotipo implantado. Al rato salió una banda que fusiona todo lo que agarra y lo hace canción propia de manera penetrante; La Negra Ácida, con todo lo que pueden imaginar de ahí; rock, afro, jazz, latinoamericano, funk, cumbia, sin dejar la crítica social, waah! Un golpe negro y ácido bien dado que tenemos por estas tierras.

Epicentro

Pero donde me quiero detener para sujetarme fuerte es con Inarbolece, oriundos de Carampangue, trajeron el Sismo más grande de todo el festival. Con un rock expresionista como ellos lo definen, que tiene distorsiones y contratiempos vivos y muertos, de cantos lamentosos que impresionan a cualquiera, además de una puesta en escena brillantemente deliriosa; con colores, con elementos físicos, vestuario y caracterización surrealista con performance de un integrante externo incluida. Todo esto te obliga a cuestionarte esquemas, a mirar con rabia los límites, las fronteras de la incapacidad personal y el confort social. Al quedar impactado con su tembloroso delirio, lo único que quería saber de ellos fue, qué era lo que más odiaban de Chile y qué era lo que más amaban. Ineino (vocalista) me dijo que lo que más odiaban era que el centralismo dañaba a los pueblitos chicos de este país, lo que se transforma en una condena eterna, y por eso también iban a las comunidades rurales a presentar su música, para luchar contra eso. Lo que más les gustaba de Chile es que es un país que olvida todo muy rápido.

Mi respuesta al salir de esa carpa de prensa fue: “A Chile le hace falta más Inarbolece”.

Luces Altas, Luces Bajas

Lo demás no fue un trámite, tuvo de todo, entremedio un homenaje a Violeta y Ángel Parra, interpretado por algunos de sus nietos e hijos respectivamente, que fue para muchos quizás, emotivo, o muy emotivo. Yo sentí mucha pena.

Los Insolentes, con su rock pop súper ondero, fue la muestra de la gran ejecución y composición original que toma lo bueno de las bandas clásicas penquistas de antaño y los sonidos mundiales. Impecables.

Después Alex Anwandter, muy talentoso a la hora de presentarse en vivo, posterior a eso Gondwana, que obviamente no hay mucho que decir, todos conocen a esta Gondwana, y por ahí un Beto Cuevas que supo cumplir y estuvo a su altura, mal que mal, lo conoce todo Latinoamérica. A mí parecer le puso un pedal más a sus guitarristas y puso parches con más ataque en la batería porque sonó más roquero que de costumbre, lo mismo sentí con Nicole el día anterior, lo que seguramente se traduce a que son artistas que van agarrándole respeto al escenario y al nombre del festival.

A Soplar

Cerró la Bersuit Vergarabat, que trajo toda la argentinidad que tienen y la puso al palo, en medio de un Parque Bicentenario que a esa altura de la noche ya reunía a más de 80 mil personas. No hay mucho que comentar de aquello, un vocalista nadando en el público otra vez, al igual que el año pasado con el Tea Time de Los Tetas. Un cierre redondo con las gargantas por el aire, volando como pájaros por todo el valle, subiendo y bajando, por norte y sur, para decirle a la gente de Chile, de Sudamérica y el mundo, que aquí estamos, que de aquí vuelan pájaros, y que son de fuego, que somos hijos de la Violeta y el Víctor, y de la rutina y el asfalto gris, y de lo cuadrado y lo redondo, del año escolar rutinario y del verano mágico, de la sopaipilla y la miel con limón. De la guitarra de palo y la distorsión.

Una vez, desde nuestro aeropuerto en Concepción, despegaron dos pájaros de fuego que bombardearon La Moneda. Otra vez, esos pájaros de fuego fueron cantados por el Álvaro, el Titae, el Ángel, el Pancho y el Cuti, en Miami, por MTV. Ahora esos pájaros son buenos, y volaran por doquier, son pájaros de fuego bueno. Si los soplan, se prenden más.

 

Fotografías: Sandar Estrella Oporto

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