¿Pensando en renunciar?

Un premio nobel nos enseña cómo renunciar a nuestro trabajo con mucho estilo

William Faulkner tuvo una infinidad de trabajos. Entre ellos, por ejemplo, el de bombero, mientras escribía una de sus mejores novelas. Otro de estos tantos trabajos, que le daban lo justo para subsistir mientras escribía, es el de empleado postal. Aquí te mostramos su singular modo de renunciar a él.

Por Lucio V. Pinedo

12/01/2016

Publicado en

Artes / Cultura / Literatura

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Hacia 1921, William Faulkner, entonces con 24 años, comenzó a trabajar en la oficina postal de la Universidad de Mississippi, como administrador de correos. Allí lo sorprendían continuamente leyendo, escribiendo o ignorando, perdiendo o deshechando las cartas que llegaban a sus manos. Desdeñana a sus clientes y a sus compañeros por igual. Jugaba al bridge en horario laboral. LLegaba tarde y se iba temprano. Francamente, Faulkner representaba el antihonor de los empleados postales, ese trabajo no era para él.

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Faulkner, alrededor de los 28 años.

Sin embargo, el joven Faulkner se mantuvo en este trabajo durante 3 años, hasta septiembre de 1924 (cerca del día de su cumpleaños, 27, pero lejos todavía de Soldiers’ Pay, su primera novela, publicada en 1926). Después de una inspección, prefirió renunciar antes de que lo echen.

Antes de irse, el futuro nobel dejó a sus superiores una singular misiva que, como los adjetivos que caracterizan su estilo literario, parece el filo que penetra en el hueco exacto de una situación que de otra forma quedaría ambigua y sin fijar. Aquí la traducción del documento, del cual, en vista de su brevedad, ofrecemos también el original en inglés, tomado del sitio Letters of Note.

[Octubre, 1924]

Mientras viva en el sistema capitalista sé que mi vida estará influenciada por las demandas de la gente adinerada. Pero maldito sea si me pongo a las órdenes y la disposición del primer sinverüenza itinerante con dos centavos para invertir en una estampilla postal.

Esta, señor, es mi renuncia

(Rúbrica)

[October, 1924]

As long as I live under the capitalistic system, I expect to have my life influenced by the demands of moneyed people. But I will be damned if I propose to be at the beck and call of every itinerant scoundrel who has two cents to invest in a postage stamp.

This, sir, is my resignation.

(Signed)


 

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