Sin mis dos mamás, yo no sería el hombre que soy hoy

Cuando era niño, nunca pasó por mi cabeza que mi familia era diferente

Por Leonel Retamal

04/03/2014

Publicado en

Ciudadanos al Poder

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Cuando era niño, nunca pasó por mi cabeza que mi familia era diferente.

Al igual que muchos niños, crecí con dos padres, que estaban dedicados a cada uno de mis movimientos y siempre querían lo mejor para mí en la vida. Simplemente sucedió que, en lugar de tener una madre y un padre, yo tuve dos madres.

Mis madres son las dos mujeres más fuertes que he conocido. Sin ningún apoyo de sus familias, perseveraron como madres para asegurarse de criarme con valores de justicia e igualdad. Las admiro por su capacidad de resistencia, por su coraje y la capacidad para combatir la adversidad. Para mí, ellas fueron revolucionarias al tomar la decisión de formar una familia en una época donde la sociedad no reconocía su relación, problema que persiste hasta nuestros días.

La pregunta que me hacen más a menudo cuando comparto mi historia es ¿cómo llamo a mis madres?: Pues María y Wendy, o mamá y mamá. ¿Cómo difiere mi familia de otras familias? Aprendí desde muy temprana edad la importancia de bajar la tapa del inodoro. Ah, y el Día de la Madre es tan importante como un día de Acción de Gracias o el Día de la Independencia. Lo más importante, mis madres me criaron bajo los principios de la no-violencia, la honestidad y el respeto a la humanidad. Estos valores no se basan en el color, el credo o la condición socioeconómica, sino que vienen de la idea de que como seres humanos somos iguales, y son las decisiones que tomamos en la vida las que definen quiénes somos como personas.

Tener dos madres no siempre fue fácil. Las cosas eran especialmente difíciles en la escuela primaria y secundaria. Hubo momentos en que deseaba no haber tenido dos madres. Pero la razón por la que tenía esos pensamientos no era por mis mamás: era debido a la forma en que otras personas reaccionaban ante ellas. No hay un problema inherente al tener dos padres del mismo sexo. Se trata de si uno es o no aceptado o rechazado por su comunidad.

Tuve que lidiar con la homofobia como otros lidian con el racismo o el sexismo. De hecho, el amor de mis madres me dio la esperanza y también la determinación que entender que lo que soy se define por las decisiones que tomo, no por el género de mis madres. El camino que he seguido y el amor que me brindaron mis madres es lo que importa, no la orientación sexual de mi padre o madre biológicos.

Fui capaz de superar toda esta adversidad gracias al amor y la aceptación que mis madres me inculcaron y pude compartir esos valores con los demás. Para mí, tener dos madres hace que sea más difícil ser parcial, o que sea más fácil darme cuenta cuando lo soy y cambiar eso. Las cuestiones de raza y clase se convirtieron en mi pasión. Decidí que empoderaría y educaría a mis compañeros, trabajando por un cambio colectivo. Quiero nivelar el campo de juego y asegurarme de que los que luchan una batalla similar cuesta arriba no estén solos.

Sí, es cierto que mi crianza podría ser diferente de las otras, de las que se consideran «normales», pero el amor que recibí y los valores sólidos que han ayudado a definir hoy en día lo que soy, no lo son. Este es un recordatorio del poder que tengo, y el poder que todos tenemos es evidente en nuestra capacidad de dar forma a la narrativa que describe la condición humana del amor. Mis mamás me han dicho que ellas ven nuestra generación como la esperanza del futuro, y asistir a una institución liberal como Clark ha reafirmado esta noción.

Juntos podemos desafiar las convenciones y vencer cualquier obstáculo, sin importar lo difícil que pueda ser. La lucha por la igualdad es mi lucha y esta lucha es realmente importante. Juntos podemos dar grandes pasos para mejorar el futuro y ser parte del cambio de la historia.

Y todo se lo debo al amor y el apoyo de mis dos mamás. Sin ellas no sería el hombre que soy ahora.

*Este artículo fue escrito por Dan Pologe, estudiante de la Universidad Clark en Worcester, Massachusetts. Dan creció en Milwaukee, Wisconsin, y fue criado por sus dos madres, Wendy Pologe y María Thoreson. Wendy y María compartieron su historia y su fotografía con Shall Not Be Recognized, una exhibición de fotos por Will Fellows y Jeff Pearcy desde el otoño de 2007 que se centra en por qué es importante el matrimonio igualitario en Wisconsin. Freedom To Marry visitó la exposición y se contactó con las parejas a principios de este año. Aquí, Wendy y María comparten un ensayo escrito por su hijo Dan acerca de crecer con dos madres.

Fuente: The things that matter

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