No tiene nombre: sobre el inmigrante caído en Melipilla

Por Mario Ramos

Por Pedro Guzmán

07/07/2020

Publicado en

Columnas

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No tiene nombre. Tampoco tiene rostro, al no tener rostro, tampoco tiene historia ni identidad. No importa si tiene una familia, si quedó sin trabajo. Total es un extranjero pobre y de color, un migrante que viene a quitar el trabajo a otro chileno.

Lo desaparecen, y a quién le importa, si la televisión muestra un Santiago inundado, si Carter en La Florida hace show para repartir las cajas mendigas con que acostumbra a comprar a la gente, total hay que hacer show, se vienen las elecciones.

El informe de Carabineros dice que fueron sus compañeros los que mataron al joven que cayó. Lo dice una policía que tiene oculto al asesino de los ojos de Gustavo Gatica, la misma policía que actúa con total impunidad frente a los ojos sanitos y abiertos de Rozas, de Blumel y Piñera, quienes siguen acumulando muertos en sus espaldas.

La maniática política del blanqueo que preparó el muro para que pintaran el arcoíris (el que tenía a las transnacionales mineras con Chile hecho marmita en uno de sus extremos). Y donde todos fueron por ella, iniciando el camino de la corrupción.

Política del blanqueo que en Santiago bajo la batuta del Intendente y del alcalde de Santiago arrasó con los muros del GAM, y de la calle Irene Morales donde cayó Mauricio Fredes, y no solo blanquearon sino encementaron el lugar… tienen vocación de desaparecedores.

Y para blanquear, no hay mejor cal que la televisión, y su escuela de montajistas: Claudio Sánchez, Julio López Blanco, Roberto Araya Silva, Vicente Pérez Zurita, Manfredo Mayol Durán, entre otros. Esa que blanqueó la visita de delegados de la Cruz Roja Internacional al campo de prisioneros Pisagua en 1973, mostrando un centro de recreación, con entrevistas bajo tortura.

Blanquearon la pareja de militantes revolucionarios que huían de la dictadura, acribillados a balazos en un barrio de Santiago. Según TVN se habían suicidado, igual que Macarena Valdés, igual que Alejandro Castro y tantos y tantas “blanqueados”.

Ahora como no pueden pintar de blanco, simplemente callan… pero cada vez les resulta menos, porque el tejido social se va afirmando, miles de manos diversas y cosmopolitas despiertan en la diferencia, y se va armando una red que busca su sentido en los miles de colores que la integran, una red que sí tiene nombre.

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