Cómo controlar la rabia (o qué hacer para no salir a protestar)

Desperté y por mal acostumbrada, abrí twitter como el primer movimiento del día

Por Ciudadano

06/06/2020

Publicado en

Columnas

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Desperté y por mal acostumbrada, abrí twitter como el primer movimiento del día. La sangre se me subió a la cabeza y sentí una llamita en la guata que rápido fue un incendio entre medio de las noticias. Este calor estomacal es indignación, rabia.

El primer link que muestra Google sobre la rabia dice que es un estado emocional que moviliza y carga de energía a la persona para responder a una situación que en un principio se percibe como amenazante y que puede ser expresada desde el enojo, la agresión, la ira o la frustración.

Escucho mis latidos fuerte, la garganta me duele y siento ganas de llorar porque tengo tanta rabia, enojo, ira o frustración que los niveles de adrenalina se parecen a los que me abordaron ese viernes de la marcha más grande de Chile. Esa vez que todos y todas las que estábamos, nos cargamos de pura rabia acumulada hacia el enemigo común: el Estado. Qué ganas tengo de salir a protestar.

Y cómo no. Me digo tratando de despertar bien para seguir leyendo horrores que ocurren en Chile en cuarentena. Que ocurren en La Araucanía, donde estudié nueve años, territorio que fue mi hogar todo ese tiempo, hogar que injusta e históricamente a las comunidades mapuche se las ha invadido con pacos y milicos.

Cómo no habitar este fuego eterno de la rabia, si la violación de los DD.HH. que se ejerce al pueblo mapuche siempre se termina disfrazando de accidente y se tiñe de indolencia maldita. Quiero gritar y Google de nuevo me ofrece algunas soluciones:

  1. Haz ejercicio. Sale a caminar o a correr.
  2. Escucha música.
  3. Escribe tus pensamientos y emociones.
  4. Dibuja.
  5. Medita o practica respirar profundamente.
  6. Distráete.

Pero ni la música me consuela. En Chile este grito que yo quiero tirar al aire es necesario: acá se violan los DD.HH. Nuestro país viola los DD.HH. en múltiples aspectos y los viola encima de su esquema constitucional. Acá no hay derechos garantizados para nuestros pueblos originarios, por eso el Estado se desentiende e incluso es capaz de hacer parir engrillada a una mujer mapuche. Es capaz de hacer que los medios no hablen de que en Wallmapu acaban de asesinar a Alejandro Treuquil.

Y es que a pesar del shock que nos provocó ver la muerte de George Floyd en Minneapolis, los canales nacionales se tapan los ojos y confirman que el valor de la vida que tiene un país como Chile, es que todas las directrices las marca la avaricia, el engaño y el libre mercado. Y reparo en lo de Floyd porque mucho alegato he visto a propósito de poner la bandera negra en nuestras redes sociales y no la que hoy anda circulando con el guñelve, el símbolo de la iconografía mapuche que parece una estrella de ocho puntas.

Pero es que en una época donde el internet construye un mundo paralelo de fake news y memes que se vuelven consignas, la muerte de Treuquil es un balde con hielo, pareciera ser que nada pasa dentro de esta cuarentena y que importa muy poco por lo que sufren otros (en wallmapu, no en Estados Unidos): violencia, discriminación, persecución y muerte.

Por eso vuelvo a la banderita negra, porque ahí, en el terreno de lo doméstico, en nuestro perfil de Instagram tan cuidado, las causas se pierden en la espectacularización de la vida diaria.

Será que la distancia entre lo personal y lo colectivo, entre los discursos y los hechos se vuelven una crítica nomás, que la histeria digital no tiene nada que ver con el calor real que sigo sintiendo en la guata ahora. Como dice la Aldea Pardo, lo que siento en el guatómetro.

Lo último que leo sobre el control de la ira o rabia o lo que sea este ardor gástrico, es que el autocontrol es la clave. El autocontrol, pienso. ¿El de salir a la calle en masa?, el de hacer carteles, el de querer llamar y contarle a mi papá que el homicidio del lonko Alejandro Treuquil en el Lof We Newen de Collipulli, ahí muy cerca de su casa, es igual al que vio ayer y antes de ayer tantas veces por las noticias, solo que aquí no se muestra y que me desborda la rabia de no poder salir a protestar y que por hacerle caso a Google voy a pedir un permiso de tres horas en la comisaría virtual, para salir a caminar un rato. Pensando con mucha rabia en que el racismo en Chile, igual como Lemebel dijo sobre la homofobia, es una engañosa peste que se camufla bajo la lengua de un país próspero y democratizado.

Por Catalina Segura
@catahsegura

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