Por Fernando Astudillo Becerra

El día 7 de mayo de 2025 se iniciará el conclave para elegir un nuevo Papa que dirigirá los destinos de la Iglesia Católica y quien con su influencia moral y política esperemos que contribuya a hacer más justa una sociedad dominada por el consumo y el dinero.
Fue un hombre religioso, de la envergadura de Jorge Mario Bergoglio Sivori, más conocido como el Papa Francisco, quien hasta hoy lideró la crítica radical al capitalismo; su muerte nos duele y su voz hará falta, ya que no solo tuvo un discurso de compromiso con los más pobres, oprimidos y excluidos, entre ellos los inmigrantes, sino que fue capaz de invitar a la creación de un nuevo orden mundial que superare el actual, que tiene nombre y apellido: orden capitalista y neoliberal.
En parte importante de la humanidad parece haberse consolidado el discurso capitalista neoliberal y son pocos quienes tiene el valor de desnudar la pobreza de este sistema, que ha generado las grandes desigualdades, ha cosificado a las personas y ha consolidado un modelo de vida que en definitiva se basa en la competencia feroz, el individualismo, el consumo desenfrenado y en la sistemática destrucción de la naturaleza.
El Papa Francisco fue capaz -en sus discursos y en sus escritos- de hacer una crítica profunda y una denuncia profética: el capitalismo será vencido por un modelo de vida más integral.
El mensaje que nos deja, desnuda un modelo de dominación que esclaviza y que, consecuentemente con ello, no nos hace libres.
En su encíclica “Laudato Si” (Alabado Seas), en los números 2, 3, 4 y 5, hace una crítica tajante y cruda al neoliberalismo y a la forma como éste concibe el desarrollo económico y social del mundo. Rechaza la economía de mercado contemporánea desde las perspectivas éticas y científicas.
En los numerales 16 y 195 de esta misma encíclica, rechaza una economía que se basa en el incremento del consumo de la sociedad como un todo y de cada uno de sus individuos. Lo denuncia como una idolatría, ya que éste conduce a una degradación de la dignidad humana, al restringir sustancialmente la posibilidad de que se detonen las potencialidades esenciales de hombres y mujeres como individuos y como colectivo social; su desarrollo cultural, estético y espiritual con sus congéneres, sin la cual no es factible erradicar la pobreza y la exclusión. Esto se lee en los numerales 20, 21 y 22 de la encíclica citada.
Por otro lado, sostiene que el crecimiento económico indefinido, atado al consumismo, es una de las causas fundamentales de la actual transgresión de los límites impuestos por la naturaleza al desarrollo (Nº43,44,45).
Señala con claridad que no es dable confiar en la economía de mercado de hoy y en los posibles desarrollos de la tecnología como medios para superar la profunda crisis socioambiental.
Concluye Francisco que la política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia (Nº189).
Que pensando en el bien común se necesita imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se pongan decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana (Nº156).
En octubre del año 2020, Francisco, en una nueva encíclica, Fratelli Tutti (Hermanos Todos), nos invita a reflexionar sobre la importancia de la fraternidad y del amor en las relaciones sociales.
Que el derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica (Nº120).
Promueve condiciones para que todo ser humano tenga vivienda, trabajo y tierra. Ello implica desterrar y superar una visión individualista de la vida.
Reivindica el sentido social de la existencia, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona. Propone un nuevo orden mundial donde los pobres están en el centro.
Cree en la superación de la amenaza del fin de la especie humana por una visión de esperanza de que podemos y debemos cambiar el rumbo (Nº55).
Porque el mercado no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer, como si fuera un dogma fe neoliberal, que el mercado resuelve las cosas. En resumen, se puede con propiedad decir que el neoliberalismo es un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente, se reproduce a sí mismo sin más, como si fuera el único camino para resolver los problemas sociales, y lo que termina haciendo siempre es agudizarlos (Nº168).
Somos muchos los cristianos y los humanistas que creemos que se puede construir una sociedad fundada en la fraternidad y la solidaridad y que este es el gran desafío de siglo XXI. Que el paradigma del individualismo se terminará por inclinar ante el paradigma de la solidaridad y la comunidad, porque la interdependencia es una necesidad, para construir nuestro yo y realizarnos con plenitud en nuestra vida personal y social.
Por ello, es importante recoger la invitación del Papa Francisco:
«No esperéis nada de arriba porque siempre viene más de lo mismo o todavía peor; empiecen por ustedes mismos… Es posible comenzar desde abajo, desde cada uno de nosotros, a luchar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo» (Nº78).
Estos anuncios proféticos de Jorge Mario Bergoglio Sivori nos lleva a la convicción de que el capitalismo, tarde o temprano, perecerá.
Por Fernando Astudillo Becerra
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