La falta de violencia (gua’u)

Dijo Cartes “Es cierto que en un principio tenía pensado dejar pasar esta ley para evitar crispación social y posibles enfrentamientos violentos, pero”

Por Wari

08/08/2017

Publicado en

Columnas

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Dijo Cartes “Es cierto que en un principio tenía pensado dejar pasar esta ley para evitar crispación social y posibles enfrentamientos violentos, pero”. Y en ese “pero” entran todas las violencias que el Estado Paraguayo reserva para quienes se movilicen en pro de sus derechos, violencias que reciben el nombre de orden, seguridad, ley, paz social.

Cartes (y al decir Cartes decimos  Abc, Lea Giménez, Manuel Ferreira y todos esos significados violentistas culturales) prefiere no evitar la crispación social ni evitar posibles enfrentamientos violentos. Prefiere él (y con él todos quienes piensan y sienten con él) propiciar enfrentamientos violentos. Prefiere la violencia.

Pretende hacernos creer que hasta el momento, respecto al tema subsidio a las familias campesinas, no ha habido violencia. Que él ha hecho esfuerzos para no “crispar” la situación social y que ha evitado enfrentamientos violentos. Cartes nos debe convencer que no ha habido violencia. Y para eso debe generar un momento y un espacio donde sea posible ver la violencia que él gua’u ha evitado. Su tarea, enunciada en ese discurso de veto al subsidio, es generar la violencia que falta. La que se ve, la directa.

La violencia directa (esa física, visible) es la única que el Estado paraguayo permite y al mismo tiempo obliga a quienes luchan por sus derechos, en este caso las familias campesinas. Cartes necesita esa violencia directa (y por eso su gran “pero”) para tapar las grandes violencias que los poderes y poderosos de Paraguay están ejerciendo diariamente contra esas familias campesinas.

Una primera gran violencia es la violencia cultural, cuyo mantra es decir que los campesinos son violentos. Esto se repite insistentemente en los titulares de todos los medios, a través de robots y fanáticos en redes sociales, por medio de imágenes y rumores. Esta violencia cultural es casi imposible de responder porque las condiciones culturales que la propician son las que priman en nuestra sociedad paraguaya: Una sociedad violenta donde la violencia cultural está reservada en su ejercicio a los que mandan contra quienes se rebelan a obedecer.

Las familias campesinas marchando en Asunción se niegan a obedecer el mandato de perder la tierra y callar, de pasar hambre y callar, de entregar todos sus pocos bienes para pagar deudas financieras, de pasar sus tierras mediante la legal expropiación bancaria al sojero y al ganadero, que espera tras la puerta del banco los papeles de la propiedad secuestrada a la familia campesina.

Se niegan a obedecer el mandato de muerte cultural que hacen quienes mandan en Paraguay. Se niegan a obedecer también la orden de ser violentos para justificar represiones que justifiquen su muerte, directa, cultural y estructural. Esa desobediencia es la que más incomoda a Cartes, quien no puede de este modo afirmar la posverdad que construye en conjunto con los grandes medios masivos de desinformación.

La otra gran violencia que intentan esconder Cartes y las élites, es la violencia estructural a la que se condena a las familias campesinas y a los pobres del campo y la ciudad en general. La violencia llamada pobreza, desempleo, inseguridad social, represión y cárcel. Violencia que no podemos ver aunque esté ahí, en forma de 25 días en carpas, soportando hambre y neumonía. Violencia de tener que contar su historia de pobreza y de deudas bancarias para que la gente entienda que no piden nada injusto, si no la justicia de la sobrevivencia. Violencia, esta de contar su historia, de no tener siquiera derecho al pudor. Violencia de obligarles a dejar sus viviendas para venir a presionar por aquello que es justo y de derecho: el auxilio de la sociedad para su sobrevivencia cultural.

Violencia estructural de ser reprimidos en su derecho a la libre manifestación por la policía. Porque que no les dejen circular manifestándose, como hace todos los días la policía, es coartar ese mínimo derecho ciudadano de manifestarse. Violencia estructural de tener que ver como una victoria la simple realización del derecho constitucional de cuidar la agricultura familiar campesina. Violencia estructural, que el presidente de la república diga “pero” y con ello admita que quiere y busca violencia y crispación social para tapar las violencias permanentes que él representa y vela contra la cultural campesina paraguaya.

Falta violencia, dice Cartes, gua’u.

Por Pelao Carvallo

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