La inmigración como chivo expiatorio

La migración no es una amenaza en materia de DD

Por Wari

12/12/2016

Publicado en

Columnas

0 0


Guy-Paul GuillaumeLa migración no es una amenaza en materia de DD.HH., ni tampoco un aspecto al cual se debe apuntar el dedo como responsable de la crisis económico de ningún país; siempre ha sido un beneficio para el gran capital.

Miles de personas están hoy en día moviéndose en todo el mundo, una gran cantidad de la población global de nuestro planeta está obligada a franquear fronteras por razones o circunstancias determinadas. Visto eso, son circunstancias que cambian la realidad humana misma, pero que se mueven en torno al capital.

Este fenómeno denominado migración se considera como un derecho humano, pero también puede ser considerado como un error del individuo que se desplaza de su país a otro. La migración es un tema que alimenta muchos debates en estos últimos días, tanto en Norteamérica como también en América Latina, especialmente en Chile. En el ámbito político, según notas de prensa chilena, se destaca que hay una tendencia política que busca simplificar y hasta hostigar a la migración, señalándola como fuente de grupos delictuales que amenazan la paz social e, incluso, como causa del declive del presupuesto económico nacional, cuando dicen que los inmigrantes vienen a “quitar o robar” los puestos de trabajo de los ciudadanos chilenos.

Sin embargo, no es así. Más bien es una actitud antiinmigración demostrada por parte de esta tendencia política, con la única intención de provocar conflictos entre chilenos y extranjeros, a fin de no cooperar y organizar la seguridad social de los migrantes bajo un nuevo proyecto de ley. Podemos inferir de estas vulgares declaraciones, que estos grupos políticos demuestran carecer de virtudes morales, así como también de capacidad cultural, intelectual y de integración para construir país. Porque en la controversia popular real que se basa sobre discernimientos lógicos, no hay signos que demuestran la migración como un factor de derrota para la economía del gran capital. Eso en ningún país del mundo. Ni tampoco representa tropas delictuales, que pueden ser acusados de terroristas. Los grandes actos terroristas que han sucedido en el mundo, jamás han sido intencionalmente cometidos por parte de ciudadanos vulnerables que buscan una mejor vida fuera de su país de origen, a no ser que el mismo sistema conservador los utilice para sus fines políticos y personales.

Frente a esta grave situación provocada por determinadas personas, cuyos corazones no se encuentran a la izquierda sino a la derecha, creo que se hace necesario refrescar sus memorias con los siguientes episodios inolvidables que marcaron la historia de la humanidad; tal vez tendrán la suficiente lucidez para cuestionarlos y responderlos. El 11 de septiembre de 2001 en EE.UU. destruyeron las Torres Gemelas, donde muchos ciudadanos inocentes perdieron sus vidas. Bajo este acontecimiento, hay que preguntar lo siguiente. ¿Fue acto de migrantes o manipulación política de los conservadores para lograr fines políticos y económicos en Oriente Medio? Repitiendo semejante imagen con el pueblo chileno alrededor del año 1973. ¿Fue un acto delictual de migrantes o era la contribución del mismo sistema para alcanzar el resultado de esta desigualdad tan penosa que tenemos hoy?

Siendo Chile un país de migrantes desde su origen, habría que tratar este tema con mucha delicadeza. Ya que las familias que controlan el 98% de todas las actividades económicas del país son todas originarias de otras regiones. Aún así, ni siquiera tienen la conciencia patriótica por el mismo Chile para responder constitucionalmente en los asuntos de imposiciones para el desarrollo social de Chile. Fueran cuales fueran sus acciones delictuales e inconstitucionales, los asuntos siempre se mantuvieron callados. Ahora el culpable son los muchachos que llegan en búsqueda de una vida mejor, luchando por sus educaciones e integración a la sociedad chilena, con el propósito de construir juntos una sociedad democrática donde la diversidad sirva como luz de tolerancia y referencia cultural. Lamentablemente, no es el programa político del neoliberal. Pero, pese a cualquier tipo de tratamiento que hemos podido sufrir, sobre todo la comunidad haitiana, la tasa de delito nuestra es igual a cero después de casi dos décadas en el territorio, algo que no es común para muchas naciones, como lo había mencionado el diputado Melo en un artículo reciente. Respaldando lo anterior, hay que decir que es un orgullo que nos da alegría por haber conservado limpio el valor de nuestra bandera. Así mismo, hay que empezar a tomar conciencia y comprender que el rol de un Estado frente a su migración es precisamente asumir la responsabilidad de organizarla, que no se base exclusivamente como un sistema de explotación, sino que debe haber un plan de acogida que les proteja bajo leyes.

En efecto, Chile necesita con urgencia cambiarse de pista, cuyo camino conducirá hacia la democracia y el respeto. En esta circunstancia, no creo que se pueda forjar mediante amenazas y restricciones a los DD.HH., sino que hay que abrazar reflexiones profesionales y buenas estrategias políticas, preguntándonos qué vamos hacer en común para resolver los desafíos socioculturales de distintas etnias que tenemos en el territorio, sin dejarnos llevar por la pasión del nacionalismo, pero más bien por la promoción de la universalidad. Por consiguiente, si recapacitamos de esta manera, pasaremos a un estado de consolidación del pueblo chileno mismo, y aceptando a todos sin excluir a nadie. Además, pienso que cualquier pueblo que quiera avanzar a una construcción social, no se debe dejar influir por rasgos ajenos a su cultura. Basta con seguir y adoptar viejas filosofías y doctrinas erróneas occidentales fundadas sobre la xenofobia y diferencia de clase. Hoy en día estamos frente a un Chile que merece la asistencia de hombres y mujeres libres que le permitirán recuperar los valores de la ética, como la solidaridad y la fraternidad, donde la tolerancia será la clave que presida sus labores y palabras; hombres y mujeres que tengan la capacidad de dirigirlo hacia un estado de derecho donde el abuso no tendrá su lugar, y que tendrán que actuar con la filantropía por delante, dispuestos a luchar por la igualdad humana más allá de cualquier diferencia. No hay que seguir a líderes que no hacen nada más que la repetición del catecismo de la oligarquía occidental, tratando de introducir en el entendimiento del pueblo que el desarrollo del ser humano es una absoluta causa económica basada sobre la competencia egoísta de hombre contra hombre.

Temo que el principal cataclismo social de nuestro Chile pase por el lado de un déficit económico y actos de delincuencia, del cual se hará responsable a los migrantes. Por eso creo que el rol fundamental de un líder, llamado a tomar la primera magistratura del Estado, debe ser conocer la realidad de la masa desde dentro y no utilizar como verdad absoluta un dogma formado por una pequeña minoridad que carece de tolerancia y principios. Frente a esta crisis socio-cultural que atraviesa el Chile de hoy, es necesario que el pueblo haga un análisis histórico sobre el desarrollo político del país. El cual le permita tener una visión crítica y consciente a quienes les confiará los próximos mandatos electorales, con el punto de vista de revisar las ideas y avances de distintos protagonistas políticos de la época, los cuales nos facilitarían la tarea de revitalizar este país en su totalidad. Tomando como referencias intelectuales a personas como Juan Antonio Ríos y Pedro Aguirre Cerda, ambos Presidentes de Chile y “radicales” que, a través de sus hitos en los derechos esenciales de un pueblo, como la educación y la salud, lograron conmover a la masa a partir de una “Revolución Democrática”, considerándola no sólo como impulso para alcanzar el poder y mantener a los ciudadanos privados de las necesidades fundamentales, sino como verdaderos aportes a la sociedad a partir de su crecimiento intelectual e incorporación real a la nacionalidad. Pensando de esta forma, sería una nueva chance para conducir al país para que cada integrante de cualquier etnia de esta sociedad, sin importar que sea migrante o no, pueda alcanzar igual posibilidad de vida.

En conclusión, la migración siempre ha sido un ritmo que se mueve al beneficio del gran capital, y no corresponde usarla como chivo expiatorio, acusándola como responsable de la declinación social del país. Por lo tanto, todos deben ser tratados con dignidad, fuera cual fuera la exigencia o la razón que les impulsa a miles de personas a franquear las fronteras para buscar una vida mejor.

Por Guy-Paul Guillaume

Miembro de la Comisión Ética cotra la Tortura (CECT).

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones