Soñé que Piñera era presidente

Anoche soñé que Piñera salía elegido Presidente y que una de sus primeras medidas era meternos a todos en un saco para vendernos por cuarto kilo, en la Bolsa

Por seba

12/12/2008

Publicado en

Columnas

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Anoche soñé que Piñera salía elegido Presidente y que una de sus primeras medidas era meternos a todos en un saco para vendernos por cuarto kilo, en la Bolsa. Yo, un poco por protestón  pero más que todo porque uno también tiene sus guías espirituales, dije con voz de Condorito “exijo una explicación”. Entonces apareció en el sueño uno de los jóvenes pálidos de la UDI con un letrero que decía: “más informaciones en www.chilenos-saco-e-peras.cl”

¡Qué sueño más horrible!
Al amanecer, lo más claro que tenía es que ver a los pobres votando por los ricos es uno de los espectáculos más tristes del mundo.
Para distraerme y sacarme eso de mis pensamientos –aún amanecía- cogí un Mercurio y me dispuse a leerlo  Naturalmente, me quedé dormido. Y volví a soñar. Esta vez fue un sueño jubiloso. Soñé que me daban el Premio Nacional de Literatura. “Pero ¿por qué?”, exclamé, perplejo. “Yo nunca he publicado nada”. Una voz me respondió desde lo alto: “Te equivocas”. Debe haber sido la voz de la Ministra de Educación, porque hacía gorgoritos. “Tu escribiste la poesía más hondamente verdadera, palpitante de reflexión filosófica y desgarramiento amoroso. Y aunque ni siquiera le pusiste título, el jurado la leyó a comienzos de año en una de estas columnas de El Ciudadano y estuvimos de acuerdo que merecía el Premio”.  Otro miembro del jurado (debe haber sido el Rector de la Universidad de Chile, porque su voz sonaba como si estuviese metido dentro de una pompa de cristal) procedió a leer con engolada emoción:

Dijiste que me querías
Con una pasión ardiente
Y al decirlo, tú, me herías:
No sólo El Mercurio miente.

Todos los miembros del jurado aplaudieron a rabiar. Yo sentí como si hubiese estado haciendo el amor, esto lo digo para que el gran público sepa como se siente uno cuando se saca el Premio Nacional de Literatura, porque los que hemos ganado ese galardón somos muy pocos, en cambio, los que han hecho el amor son muchos más, aunque TVN y su Informe Especial aseguren lo contrario. Bueno, que se siente lo mismo, repito en un esfuerzo de extensión informativa. Y aclaro que me alegré haberme sacado el premio sólo en sueños y después de que el de este año se lo otorgaron ya, por fin, a Efraín Barquero. Me hubiera dado mucha lata ser un obstáculo para quien se lo merecía ya hace rato. Yo puedo esperar. En un próximo sueño iré por el Nóbel.

EL VALDIVIA CUMPLE 50

El más bello e imaginativo escenario del amor, el Hotel Valdivia, está próximo a cumplir 50 años. Como las señoritas elegantes, la discreción ha sido su sello. No se si habrá celebraciones cumpleañeras. Es posible que no. Como el cuenta-historias copuchento profesional, que soy, siempre que pienso en el Valdivia lo asocio a la vieja canción chilena: “Ay si hablase la tranquera, cuántas cosas no diría”. Pero es mejor que el Valdivia sea como es, como la tranquera de la canción. Mudas, firmes, tremendamente discretas. Sin embargo, no hay famoso ni famosa en este país que no se ufane de haber estado ahí. Numerosos periodistas extranjeros han publicado, sorprendidos, crónicas sobre este extraordinario lugar, tan único en su estilo, tan especial. Lo han colmado de elogios. Leí hace algún tiempo, que a un famoso actor le preguntaron, en un reportaje sobre urbanismo, qué lugar de Santiago él preservaría para mayor brillo de la ciudad (o algo así). Y él respondió, enfático, “el Hotel Valdivia”.
Quizás no estemos preparados aún en Chile para proponer que el Hotel Valdivia fuese declarado Monumento Nacional o Patrimonio de la Humanidad, pero con mayor mesura y humildad, yo, por lo menos, estaría dispuesto a votar por el candidato a alcalde de Santiago que prometa que la Municipalidad preparará una celebración a los 50 años de vida del Valdivia. ¡Cuántos preclaros hijos e hijas de la Patria no gestaron ahí su camino hacia el éxito y su vida de entrega al servicio de sus semejantes! ¿Ah?

La columna del ciudadano Arellano

por Alejandro Arellano Allende

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