Miguel d’Escoto: «Estados Unidos es la peor de todas las crisis»

En el marco de una conferencia en Francia sobre la relación entre poder y petróleo, Miguel d´Escoto, ex Presidente de la Asamblea de Naciones Unidas, expuso el siguiente discurso ante tres mil oyentes de la Universidad de París causando la inmediata censura de la prensa mundial

Por Claudia

03/03/2011

Publicado en

Economí­a / Mundo / Política

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En el marco de una conferencia en Francia sobre la relación entre poder y petróleo, Miguel d´Escoto, ex Presidente de la Asamblea de Naciones Unidas, expuso el siguiente discurso ante tres mil oyentes de la Universidad de París causando la inmediata censura de la prensa mundial.

Los invitamos a conocer su visión sobre el actual escenario internacional.

«… En el mundo hay una gran guerra declarada y en pleno desarrollo, contra los más desposeídos, los miles de millones de pobres, hambrientos, sin techo, sin salud, sin empleo o escolaridad, pero, también, contra los árabes, afro-descendientes, asiáticos o latinoamericanos que poseen petróleo, gas o minerales estratégicos.

Todo va encaminado hacia el control total y absoluto de los Estados Unidos sobre la Tierra. El imperio tiene el campo libre. Se mueve sin ninguna resistencia efectiva. Naciones Unidas ya no es únicamente disfuncional e irrelevante en esta agresión imperialista, ya podemos decir que es un instrumento del imperio. Los principales culpables no son tanto los agresores como las timoratas víctimas que no se atreven a organizarse para defenderse como corresponde.

En nuestro pequeño planeta los recursos naturales son inevitablemente limitados y una minoría codiciosa y egoísta pretende, mediante sus guerras de agresión y ocupación, acapararlo todo para su exclusivo beneficio y usarlo en forma irresponsable que perjudica a los más vulnerables y a la Madre Tierra.

Estas guerras de agresión y ocupación son lideradas por Estados Unidos, los países europeos y otros del llamado primer mundo, contra el resto de los habitantes de la Tierra, a los que se les confiere un status de seres inferiores y sin derecho a la paz y a una vida digna.

Estados ricos en principios éticos y/o en recursos naturales, que no comulgan con las pretensiones del imperio, como Irán, Libia, Venezuela, Cuba, Bolivia, Siria, Nicaragua y muchos más, están siempre en la mira genocida de Washington.

Si tomamos en cuenta que este primer mundo, a pesar de confesarse creyente, es racista, siembra odio contra los musulmanes y continuamente inventa pretextos para invadirlos, imputándoles muchas veces delitos que no han cometido, no podemos negar que es el mundo, supuestamente cristiano, el principal responsable de este malvado y vergonzoso panorama donde el doble rasero y la hipocresía son las normas comunes para juzgar a los demás, mirando siempre la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Todo esto, a mí en lo personal, como nicaragüense y seguidor de Jesús, como sacerdote, como amante de la paz y la justicia y de nuestra Revolución Sandinista, me indigna y me avergüenza. Me siento defraudado ante la tibia reacción de las iglesias cristianas. Lo considero un auténtico escándalo, un anti-testimonio, una espantosa traición a Jesús, el humilde, el hermano, el crucificado.

El primero de los divinos mandamientos es: Amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestros hermanos y hermanas como a nosotros mismos. Pero hoy mucho se predica otro muy distinto y diabólico mandamiento: Obedecer ciegamente las orientaciones de Washington.

Como miembro del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, CACDH, me siento muy molesto por las precipitadas declaraciones y recomendaciones inusitadas en el gran show que acaba de concluir en el Consejo, con la participación de personajes tan repulsivos, por hipócritas, como Hillary Clinton en contra de Libia cuando aún queda mucho por esclarecer.

Todo esto contrasta grandemente con las sensatas reflexiones sobre el tema del Comandante Fidel Castro, las palabras del Canciller ruso, Serguei Lavrov, dentro del propio Consejo, pidiendo que se le permita al pueblo libio resolver, sin injerencias externas, las causas que originaron las revueltas populares. Esos mismos conceptos habían también sido expresados por el Comandante Daniel Ortega en el contexto del congreso del FSLN el sábado recién pasado y por muchos otros dirigentes honestos que no andan tras el petróleo libio ni buscando la forma de congraciarse con Washington, arremetiendo contra los que Washington está ingeniándoselas para robarles sus recursos.

En el caso de lo que el régimen sionista comete todos los días contra de Palestina o que Estados Unidos comete contra Irak o Afganistán, no hay nada que esclarecer –todo está claro, es simple y llanamente genocidio. ¿Por qué el Consejo de Derechos Humanos, y otros que hipócritamente quieren hoy ser vistos como defensores de los derechos humanos, no ha hecho similares declaraciones ni recomendaciones contra Estados Unidos y contra Israel?

El doble rasero y la hipocresía también son hoy la norma en las Naciones Unidas que Washington controla cada día más. Posiblemente Gadafi no sea un santo, pero muchísimo menos son los presidentes de Estados Unidos, todos los cuales merecen ser llevados a juicio por crímenes contra la humanidad. Si no somos capaces de reconocer eso, no tenemos ninguna autoridad moral para juzgar a otros. La justicia es pareja o no es justicia –no hay justicia selectiva.

Pero viendo este asunto en su contexto más amplio, debemos de reconocer que son muchas las crisis convergentes de naturaleza antropogénica que acosan hoy día a la humanidad y a gran parte de la vida en la Tierra. El hecho de que hagamos referencia a la naturaleza antropogénica de todas las crisis actuales, no significa que pensemos que todos los seres humanos seamos igualmente responsables de ellas.

Son los países ricos y altamente desarrollados los más responsables y, dentro de ellos, los Estados Unidos es, por mucho, el más responsable. Basta con recordar que Texas, con sus apenas 25 millones de habitantes, emite más gases de efecto invernadero que toda el África sub-sahariana junta con sus centenares de millones de habitantes.

A la lista de las 16 crisis que presentamos a continuación podríamos agregar muchas más: crisis climática; crisis de calentamiento global; crisis energética; crisis financiera, económica, monetaria y comercial; crisis alimentaria; crisis de pobreza extrema; crisis del hambre; crisis de intolerancia contra los pueblos originarios y los afro-descendientes; crisis de sobrepoblación en la Tierra; crisis de guerras genocidas que causan, además, irreparables daños al ambiente; crisis del agua; crisis de aire puro; crisis de una acelerada desaparición de las especies y real amenaza de extinción de la propia especie humana; crisis del arboricidio; crisis de género y crisis de intolerancia cultural y religiosa.

Pero aunque sigamos agregándole más crisis a esta lista de 16, lo más probable es que no incluyamos a la principal de todas. Esta omisión posiblemente se deba al hecho de que a esta se le ha conferido una especie de status de intocable y, por eso, nunca se nos ha ocurrido denunciarla pública y oficialmente, ni tomar medidas serias y efectivas, en cuanto a organización de naciones afectadas, ni convocar a un encuentro de los jefes de Estado y de gobiernos del mundo para tratar, explícita y exclusivamente, de esta crisis, la más seria de todas, la que constituye, y a más corto plazo, la mayor amenaza para la continuación de la especie humana y de la mayor parte de la vida en la Tierra –me refiero, obviamente, a los Estados Unidos de Norteamérica.

Sí, así es. Estados Unidos, a pesar de su hipócrita retórica, sus cínicas sonrisas, mentiras y calumnias, constituye el mayor problema a nivel planetario y la mayor amenaza a la vida, a la democracia, a la justicia y a la paz mundial.

Los Estados Unidos con su política exterior y sus ambiciones de Full Spectrum Dominance, de dominio total y absoluto sobre el mundo, se ha convertido ya no sólo en el mayor enemigo de la humanidad que jamás haya existido, sino que también de la Madre Tierra.

Su filosofía política y económica se ha vuelto una especie de religión obligatoria, para el resto de las naciones, y Estados Unidos no vacila, nunca ha vacilado, y no vacilará jamás, en exterminar a aquellos «infieles” que rehúsen arrodillarse ante él, sometérsele y quemar incienso ante el becerro de oro que lo representa. Es decir, los que no estemos de acuerdo en aceptar su codicia, su terrorismo, camuflado como defensa de la «civilización” occidental, su capitalismo e imperialismo, estamos todos en peligro de ser convertidos, de la noche a la mañana, en enemigos y colocados en la mira de sus agresiones genocidas.

Estados Unidos ya tiene la capacidad de aniquilar varias veces toda la vida sobre la Tierra. Eso es probablemente lo que terminará haciendo si el mundo sigue de brazos cruzados con respecto a la peor de las grandes crisis que amenazan nuestra existencia hoy en día.

No basta con seguir haciendo denuncias antiimperialistas aisladas, sin que estas sean formal y oficialmente acompañadas por la inmensa mayoría de los miembros del G-192 con resoluciones vinculantes, de obligatorio cumplimiento y con la posibilidad de ser respaldadas por efectivas medidas coercitivas para lograr su acatamiento. Una ONU reinventada, con estas posibilidades, es lo que proponemos como único medio indispensable para nuestra efectiva defensa. Sin ella no nos podremos defender, si es que aún estamos a tiempo para hacerlo.

La crisis planteada por Estados Unidos en el mundo es, precisamente, el tipo de crisis que debería ser tratado en Naciones Unidas y al más alto nivel, pero como esta Organización, además de castrada y disfuncional, ha sido convertida también en instrumento del imperio, nos incumbe a todos los Estados Miembros arrebatársela, pues son los Estados Miembros los que representan a Nosotros los Pueblos en cuyo nombre la ONU fue fundada. Lo único que Estados Unidos representa son los intereses de su propio Complejo Militar Industrial, como bien dijo el presidente Dwight Eisenhower, que algo debe de haber sabido sobre el tema.

Como se ha dicho de otras situaciones vergonzosas, lo terrible de todo esto ya ha dejado de ser la criminal osadía del imperio. Lo que es mucho peor, es la pasividad y cobardía del resto del mundo, es decir, de los que se han dejado convertir en borregos del imperio, de los que se han dejado doblegar y han optado por lograr mantener el sello aprobatorio de la Bestia.

En Nicaragua, por ejemplo, para los Amchams, los Montealegres y todo el servilismo criollo, eso implica obedecer las orientaciones de los gringos para así mantener siempre sus visas y ser infaltables huéspedes de honor en la Casona, desde donde el representante del terrorismo mundial pontifica a sus secuaces nicas, la mayor parte de los cuales constituye el meollo de la oposición a la Revolución Sandinista y a Daniel.

Es precisamente en este momento, mientras estoy escribiendo esto, que me acaba de entrar un correo electrónico de Ramsey Clark con un artículo del New York Times, firmado por Eric Lipton, hablando de las zanganadas antipatrióticas cometidas por un tal Roger Arteaga, quien supuestamente fue presidente de la Cámara de Comercio Americana de Nicaragua, y sus actividades como agente de la Embajada americana y del Departamento de Estado en contra del gobierno constitucional de Nicaragua, es decir, cosas que, de haber sido cometidas en EE.UU. contra el gobierno gringo, le hubieran ocasionado sentencias carcelarias de por varias vidas.

Pero, claro está, cosas parecidas se viven en todas partes del mundo. Sin sus lacayos o secuaces criollos el imperio no funcionaría. Son los vendepatria los que le dan viabilidad al imperio. Pero ya hay que olvidarse de esos que Sandino llamaba peleles. Lamentablemente siempre seguirá habiendo ese tan abominable tipo de personas en la Tierra. Lo importante es que no nos dejemos detener, que sigamos siempre en la lucha inclaudicable, por el otro mundo posible que añoramos y cuya Alba se avizora.

Los que sí comprendemos lo nefasto del imperio, y el peligro, cada vez mayor, que representa, debemos estar claros que la defensa efectiva de la vida sobre el planeta Tierra, incluyendo la de la propia especie humana, exige inexorablemente la existencia de un foro mundial, independiente y democrático para una verdadera y efectiva defensa de los derechos de la Madre Tierra y de la humanidad. Por ello insistimos, repetimos y volvemos a decir que la ONU que existe ahora es inservible, inoperante, disfuncional e instrumento del imperio. Es por eso que ya no goza de confianza o credibilidad alguna.

Esto es tan serio que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que si la ONU no cambia radicalmente, si no la reinventamos, pronto desparecerá. De la misma manera y por las mismas razones que la OEA. Pero si crear una nueva organización auténticamente regional no será tan difícil y pronto la tendremos, si dejamos que la ONU muera, crearla de nuevo será casi imposible. Debemos de arrebatársela, sic, a los que se la han usurpado para así poder, los verdaderos interesados en el futuro de la Tierra, inyectarle nueva vida, relevancia y efectividad a nuestra Organización mundial.

Tanto las instancias de coordinación y cooperación regional, como las de coordinación y cooperación mundial, son indispensables para la defensa efectiva de la vida sobre la Tierra. Insisto tanto en esto porque estoy convencido de que los gobiernos, incluso muchos de los más progresistas, no están suficientemente convencidos. La guerra por quienes anhelan el total y absoluto dominio planetario está más que declarada y avanza con una firmeza y velocidad nunca antes conocidas. O comenzamos ya a defendernos o nos aplastarán mucho antes de lo que podamos sospechar.

Es por todo esto que insistimos en que las Naciones Unidas tiene que ser reinventada, cuanto antes, como una Organización mundial de lucha, de defensa efectiva, por la sobrevivencia de la especie humana y de la mayor parte de la vida en la Tierra, amenazadas hoy como nunca antes en la historia. Pensar que la dinámica criminal en que nos encontramos se auto-detendrá, es algo tan iluso como lo era el pensar que el mercado tenía sus propias armas secretas para impedir el descalabro financiero y económico de septiembre del 98.

Debemos convencernos, de una vez por todas, que no existen tales armas secretas para detener el proceso de auto-destrucción en que nos encontramos, sea por ignorancia, codicia extrema, conceptos erróneos de desarrollo basados en la creencia de una existencia infinita de recursos naturales, o por la razón que fuere.

Nuestra sobrevivencia dependerá del grado de determinación con que nos comprometamos con la defensa de la vida y de la rapidez con que emprendamos nuestra impostergable obligación de hacernos de una Organización mundial independiente del imperio y capaz de luchar, con efectividad, contra las diferentes crisis convergentes que nos acosan y, sobre todo, contra su Principal Causante, es decir, los Estados Unidos, que, además, ha sido poseído por el demonio de Full Spectrum Dominance, dominio total y absoluto sobre el planeta Tierra».

El Ciudadano

Foto portada: UN /Marco Castro

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