Sentencia Judicial N° 39.122-87: Operación Albania

      La historia reciente de Chile tiene muchos acontecimientos que la conveniencia política, los acuerdos, el consenso o el uso de otras prácticas políticas acomodaticias suele tirarlas al baúl de los recuerdos del tipo “mejor no hablar de ciertas cosas”, sobre todo si se trata de crímenes de la dictadura cívico-militar que asoló […]

Por Director

06/06/2017

Publicado en

Artes / Chile / Entrevistas / Letras

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La historia reciente de Chile tiene muchos acontecimientos que la conveniencia política, los acuerdos, el consenso o el uso de otras prácticas políticas acomodaticias suele tirarlas al baúl de los recuerdos del tipo “mejor no hablar de ciertas cosas”, sobre todo si se trata de crímenes de la dictadura cívico-militar que asoló nuestro país, con una carga de horror e impunidad difícil de soslayar.

 

Dino Pancani, autor del libro Sentencia Judicial N° 39.122-87: Operación Albania, encumbrando el oficio de periodista, se niega a ser cómplice de esta conducta y hace de la memoria una labor fundamental como ese recordis latino – el volver a pasar por el corazón – reseñado en su obra “Sentencia Judicial N° 39.122-87, Operación Albania”.

 

El trabajo publicado por Das Kapital, nos traslada a ese montaje brutal que termino con la vida de doce jóvenes chilenos y chilenas, quienes ofrendaron su vida para alcanzar una democracia que no los tendría ni a ellos, ni a sus compañeros y compañeras como parte de la construcción de un país, que no termina de restañar sus heridas después de tres décadas.

 

Este libro posee una virtud tan valiosa como necesaria y esa es develar, dar a conocer, amplificar las fuentes de la memoria y objetar epistemológicamente, desde sus inicios, de las bases fundamentales, una realidad construida en base a principios jurídicos que evidencian la distancia entre la verdad jurídica y la verdad histórica. Dino, a partir de su propia experiencia política juvenil, recibió como un dardo las acciones criminales de una Dictadura que agonizaba llevándose en su estertor la vida de chilenos y chilenas que ofrecieron, con la frescura de la juventud, su vida para poner fin a una Dictadura que terminó mimetizándose en una política de consensos nimia y paupérrima.

 

Dino Pancani nos entrega un  ejercicio de memoria que utiliza como corpus analítico el fallo judicial sobre la denominada Operación Albania, acontecimiento que culminó con el asesinato de 12 jóvenes en junio del año 1987.

 

La publicación se sustenta en la estructura de un relato secuencial que presenta tanto las declaraciones de los represores, como la de los familiares y amigos de las víctimas y los vecinos de los inmuebles circundantes en donde ocurrieron los crímenes.

 

“Trabajar la sentencia fue una manera de convertir la lágrima en indignación, un instrumento para cuestionar el sistema judicial y develar la deuda que la sociedad tiene con las víctimas de la Dictadura”, dice el autor, al explicar porque eligió transformar una resolución que explicita una verdad a medias, para contar una de las masacres ocurridas durante el siglo veinte en nuestro país. Un crimen deleznable que segó la vida de aquellos que con su sangre permitieron que en Chile se consolidara la firme voluntad de terminar con ese régimen cívico-militar, donde parte de esos militares han sido identificados, sin embargo, falta juzgar y sancionar al mundo civil que con su complicidad permitió la ejecución de éste y otros crímenes. Mismos civiles que hoy transitan por nuestras calles, dirigen partidos políticos, ocupan y han ocupado asientos parlamentarios, dirigen empresas y suelen pontificar sobre la vida y la muerte.

 

De los trabajos sobre memoria que has realizado, en algunos,  se observa una búsqueda que tensiona los géneros; el docudrama “Santiago de Chile, último andén”; el montaje fotográfico, “memorias públicas, muros privados” y ahora cuentas una historia valiéndote sólo de una resolución judicial.  ¿Qué buscas? ¿Qué persigues con este traer a la actualidad estas memorias? ¿no es mejor que el pasado siga allí?

 

El pasado está presente y nutrirá nuestro futuro, pensar que puede ser olvidado es un anhelo de quienes se sienten responsables de los hechos y/o el legado de la Dictadura, pero el tiempo se encargará de frustrar sus expectativas. Por otra parte, nunca me he propuesto tensionar géneros, quizás una de las primeras preguntas que me hago cuando aparece una idea es cómo contarla, cómo puedo adecuar el lenguaje a mis herramientas técnicamente rudimentarias. Necesito sentir que no traiciono el sentido del mensaje. Y en ese proceso, surgen modos que a veces pueden ser innovadores, pero que también dificultan el punto de llegada. Soy un convencido que la memoria es una batalla cotidiana, que se da desde diferentes espacios y de múltiples formas y por ello, es tan necesario ampliar su estética, sus modos y también su formato.

 

El proceso creativo tiene diversas fases y en tu caso has transitado por creaciones diversas ¿Cómo surge la idea de hacer este libro? ¿Por qué la Operación Albania?

 

Debo retroceder algunos años, casi 30, fecha en que ocurrió la matanza de Corpus Christi u Operación Albania, como la denominó la Central Nacional de Informaciones, CNI. La muerte de estos doce luchadores sociales, doce jóvenes, en la plenitud de su vida,  es uno de los acontecimientos que impactó a mi generación. La crueldad de los hechos, la juventud de las víctimas, la cercanía de su militancia y sus acciones, nos produjo una ira muy activa, y también una pausa reflexiva que nos hizo cuestionarnos el valor de nuestras vidas y la línea que pisábamos. Yo era dirigente de la Federación de Estudiantes Secundarios de Santiago, Feses y militante de las Juventudes Comunistas, instancias similares a los espacios políticos/sociales en que participaron los doce jóvenes rodriguistas asesinados, de hecho es la misma trayectoria que tuvo Esther Cabrera. En cuanto fuimos conociendo los crímenes, tuvimos la sensación de que la voluntad de exterminar vidas jóvenes era un deseo de los represores, sabíamos que la mayoría de las muertes fueron azarosas; buscaban matar a un dirigente y no importó si estaba acompañado de otro muchacho o muchacha. Esta idea se puede entender mejor, si uno piensa que tuvieron detenidos pocas horas a los siete jóvenes que asesinaron en calle Pedro Donoso, lo cual altera la habitualidad de este tipo de detenciones. Dicho de otro modo, los criminales no buscaban información, sino castigo, y muchos estábamos en la vereda de los posibles. Escribir este libro ha sido un ejercicio de memoria en primera y tercera persona.

 

 

En el texto no aparecen las trayectorias de los jóvenes…eso tiene un objetivo o es la necesidad que también el lector se adentre en conocer más de estos jóvenes.

 

La trayectoria social y política se infiere a partir de algunos testimonios, esencialmente, la sentencia releva expresiones interesadas y reductivas de las víctimas, ya sea porque se necesitaba “defender” la condición de víctima de los jóvenes y con ello, negar todo atisbo de participación rodriguista o porque los agentes de la CNI, en función de mantenerse impunes, articularon un relato que se aleja de lo verosímil y lo más grave de todo, es que se consideró ese cuento como creíble y, a partir de ello, se juzgó. Sin embargo, en el libro se esboza una dimensión del acoso que vivieron miles de actores sociales; su cotidianeidad, valentía y quizás lo más doloroso, su imposibilidad de salir de un cerco tendido por un Estado que mucho antes de su asesinato, había decidido su muerte. Esa extensión angustiosa de la vida puede conocerse a través del relato de los represores.

 

Además del valor judicial que tiene la Sentencia, ¿Qué importancia tiene para la memoria?

 

La respuesta podría dividirse: La sentencia judicial presenta una verdad parcial, alejada de la verdad histórica, incluso de los límites interpretativos que debiera tener un relato para que sea considerado confiable y con ello, legítimo para la sociedad. Este trabajo, al democratizar un instrumento público, escrito para un reducido grupo de involucrados y/o juristas, posibilita que sus alcances sean colectivamente reflexionados. Creo que ayuda a refrescar el modo de recordar, memorizar,  contar, diversifica fuentes y releva el relato de los represores. Por último, actualiza una memoria que sigue teniendo consecuencias nefastas para la construcción social, ya que evidencia un estado de impunidad que ha prevalecido durante todo el periodo post dictatorial.

 

¿Puedes desarrollar un poco más ese punto? Sobre todo al tener en cuenta que el régimen dictatorial tuvo una clara unión entre las Fueras Armadas y un mundo civil conformado por, entre otros, políticos, jueces, periodistas y empresarios que con su silencio, su complicidad, permitieron la consolidación del horror.

 

Hace unos días vi un video institucional de la CNI, un insumo para adoctrinar a sus agentes, en las imágenes se puede apreciar cuántos antisociales participaron en los montajes de enfrentamientos; en el caso del video, el asesinato de dos dirigentes del MIR en calle Rivadavia, comuna de San Joaquín. Más de doscientos agentes de la CNI, Investigaciones y Carabineros se dieron cita para asesinar a una mujer y un hombre, entiendo que no hay culpables de esos crímenes. En el caso de la matanza de Corpus Christi se estima que se movilizaron más de quinientos. Es un dato relevante, ya que sólo se condenó a quince, de los cuales: dos estaban presos por otras causas, otros dos cumplieron una pena mínima y el quinto podrá salir libre dentro de un par de años. Las dos terceras partes de los encausados nunca fue a la cárcel, es decir, diez. Para la memoria histórica, la propuesta jurídica es que un puñado de delincuentes cometió fechorías que permitieron que el régimen cívico militar se mantuviera por diecisiete años, obviándose no sólo el número de agentes, también el rol que cumplieron en la instalación y perpetuación de la Dictadura.

 

Los pocos procesados y condenados denotan que el Juez utilizó un principio jurídico que permite sólo, en el mejor de los casos, castigar a quien disparó la bala, y no a quienes dieron cobertura y apoyo para que el asesino pudiese concretar su faena. En Chile, hubo una maquinaria para detener, torturar y asesinar personas y quienes se asociaron para cometer esas fechorías debieran ser juzgados y condenados, cumpliendo penas de cárcel en recintos comunes, de acuerdo a los estándares de la justicia internacional.

 

No pretendo desconocer que, indudablemente, hay un grado de justicia alcanzado durante el periodo post dictatorial, prueba de ello, es la mínima cantidad de agentes represores que hoy pueblan la cárcel de Punta Peuco, quienes escasamente superan el centenar. Sin embargo, no da cuenta de los crímenes cometidos en Dictadura y mucho menos honra la memoria de las miles de víctimas que con su actuar generoso nos han permitido vivir en un sistema democrático.

 

¿Qué valor trae al presente el asesinato de doce jóvenes, cuando parte importante de la clase política prefiere que este tipo de situaciones quede enterrada?

 

Como ciudadanos tenemos el compromiso moral e histórico de no olvidar, de no ocultar, de impedir que se genere esta conducta de esconder nuestra historia, en este caso el recuerdo de la tragedia que nos tocó vivir durante 17 años. Los hechos y sus actores están presentes de manera activa y esa es una condición ineludible. Por otra parte, estoy convencido de que se debe avanzar en la reflexión del periodo, evitando excluir a quienes no estuvieron del lado de los hombres y mujeres que decidieron, forzados por los acontecimientos y sus interpretaciones, negociar una salida política con la Dictadura. En cuanto a lo que denominas clase política, creo que tal como existen funcionarios que han ofendido el proceso social y político de lo que fue la oposición a la Dictadura, también existe un número no despreciable de personas que habiendo sido parte de los gobiernos post dictatoriales han tenido una actitud de comprensión y apoyo a las demandas de más verdad, más justicia y reparación; el problema es que no han tenido la fuerza para imponer condiciones que permitan saber quiénes son las víctimas, qué les pasó y, en miles de casos, dónde están sus cuerpos; tampoco sabemos quiénes son los asesinos y los pocos nombres que se identifican, en su inmensa mayoría, no han tenido condenas acordes a los tratados internacionales en materia de derechos humanos. Por último, se requiere reivindicar socialmente a todas las víctimas de la Dictadura, independientemente, del camino que eligieron para rebelarse en contra de ella. Estas son algunas de las deudas que la sociedad tiene con aquellos luchadores sociales y mientras más pasa el tiempo, más lejos estamos de construir una sociedad en donde los derechos humanos de todos y todas sean verdaderamente respetados.

 

El Libro Sentencia Judicial N° 39.122-87, tendrá un segundo lanzamiento el próximo 19 de junio, a las 18.o0 horas,  en el Centro Cultural Cerro Cárcel, de Valparaíso, la entrada es liberada.

 

 

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