El cónclave, el modelo y el Presidente

El pasado fin de semana el oficialismo realizó su segundo simposio programático

Por LLaguno

27/11/2012

Publicado en

Actualidad / Columnas

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El pasado fin de semana el oficialismo realizó su segundo simposio programático. Cómo afirmó Carlos Larraín en ese encuentro estaba la “leche y nata” del sector; es decir, estaban todos: el Presidente, los partidos, los think tanks y los presidenciables.  Todos, en un “cónclave público” que tenía por objetivo relacionar “sus” ideas con la acción política. De hecho, el  evento tiene como título: “proyectando las ideas de la centro derecha en la acción política”.

Al revisar las distintas exposiciones se puede concluir –de modo general- que el  encuentro político-ideológico tuvo como foco central la defensa y la apología del neoliberalismo chileno. Se puede interpretar, sin equívoco, como el cierre de filas y el consenso del oficialismo y de la derecha chilena en torno al modelo de desarrollo socio-económico aplicado en Chile desde mediados de los setenta.

El relato que se diseña en este encuentro tiene que ver con los fundamentos del proyecto de sociedad que la centro-derecha le va a ofrecer al país en la próxima presidencial. En definitiva, en cómo este relato/proyecto se expresa en las acciones políticas que el sector impulsa y en cómo se materializan en el tipo de sociedad que se está construyendo.

En relación al “proyecto neoliberal” se afirmó de manera recurrente que el modelo es y ha sido exitoso en todos los lados en los que se ha aplicado. El evento estuvo marcado por el exitismo de las ideas del sector. Se insistió hasta la saciedad no sólo que sus ideas habían vencido al socialismo, sino también que habían traído progreso y bienestar en todo los lugares en que se había aplicado. De hecho, la actual crisis económica europea se explica por la no aplicación de estas ideas. Entonces, para el oficialismo el modelo ¿hay que profundizarlo o ajustarlo?

Un fantasma recorre el cónclave: La derrota municipal en el contexto de la coyuntura socio-política del país abre la posibilidad no sólo de perder el gobierno y cuotas de  poder parlamentario, sino también que el “proyecto neo-liberal” sea desmantelado, por lo menos, en sus principios rectores; comenzando por la Constitución y terminando con la nacionalización de los recursos naturales. Para el oficialismo, esto es lo que llaman el “giro a la izquierda”. La referencia recurrente “a la izquierda” configura un escenario de competencia política en el que este sector es el adversario político a vencer.

Por ello, uno de los aspectos centrales del evento y que cruza todas las exposiciones es el rol que el Estado y el papel que la libertad debe tener en una sociedad y/o en el proyecto de la centro-derecha. Luego, la expresión de estas ideas en el plano de la política y en el contexto de la coyuntura presidencial forma parta de los discursos que hicieron los partidos y los presidenciables. El evento comenzó con las palabras del Presidente. Hay que mencionar que Piñera sacó muchos aplausos y vítores en el evento.

¿Qué dijo el Presidente?

Comienza afirmando que tiene la convicción de las ideas del sector son las mejores para “la realización de las personas, el progreso de los países y la búsqueda de mayor libertad”. Luego, se pregunta: “¿cuáles son esas ideas… y cómo deben marcar el rumbo de la política?”. La respuesta, se encuentra en la afirmación de que todas las sociedades deben “impulsar tres valores: libertad, igualdad y prosperidad”. La manera en que se resuelve esta tríada es lo que diferencia a las sociedades. En esa dirección, por tanto, la centro-derecha tiene una particular –y exitosa- forma de resolver estos tres principios.

En esta dirección, es la libertad el eje central del tipo de sociedad que promulga. Su argumentación se funda en la teoría del pacto social; específicamente en Rousseau y en la emergencia del Estado a partir de la transferencia que los individuos hacen de parte de su soberanía con el fin de resguardar el bien común y hacer imperar el Derecho. La consecuencia de esta afirmación de la filosofía política del siglo XVI es que “el Estado es posterior a las personas” y a sus derechos naturales: “libertad, integridad física, derecho a la vida, búsqueda de la felicidad, igualdad ante la ley”, propiedad y posibilidad de elegir. Hay, por tanto, derechos irrenunciables frente a los cuáles el Estado no debe ni puede intervenir; es decir, “la persona es anterior al Estado y en consecuencia el Estado no debe invadir ámbitos que son propios de la libertad y la libre elección de las personas”. En este escenario, el Estado tiene sólo un rol subsidiario.

El rol del Estado y su relación con la libertad, por tanto, es el elemento central del tipo de sociedad que la centro-derecha impulsa. Según Piñera –y en las otras exposiciones del evento- este es un aspecto que los diferencia de la izquierda.  Mientras que para los segundos el Estado es interventor e impulsa el “dirigismo estatal”, para la derecha sólo tiene un rol subsidiario. La libertad, a su vez –y, por el contrario- es el medio que hace posible “el progreso, la iniciativa, la creatividad, la innovación y el emprendimiento”. En definitiva, es el sustento de la igualdad.

La igualdad es otro principio que la centro-derecha debe resguardar. Sin embargo, y a diferencia de la izquierda se trata de la “igualdad de oportunidades para el desarrollo de los talentos”. La desigualdad, por tanto, en este tipo de proyecto es producto de los distintos talentos que cada uno de los individuos tiene.

Finalmente, el tema de la prosperidad la resuelven por medio de emprendimiento; una sociedad de emprendedores es el ideal no sólo para la libertad, sino también para salir de la pobreza y la escases. No obstante, y mientras se logra ese objetivo, “debe existir un piso mínimo” que entregue seguridades a las personas; es decir, el Estado debe tener una “red de protección” o política social “no asistencialista” que genere la condiciones para que las personas “puedan salir por sí mismas de la red de protección social”. Para ello, es de suma importancia que el Estado “no deprima la capacidad de iniciativa de las personas”.

¿Cómo se expresan estos “tres valores” en la acción política del oficialismo?  La forma en que la centro-derecha chilena resuelve estos tres elementos es lo que “da sustento a muchas de las políticas que hemos empujado desde el Gobierno”, afirma Piñera; “defensa de la familia, Sociedad Docente… que es lo que hemos defendido en el marco de la reforma de la Educación, libertad de elegir –ejemplificado, en la libre elección para los pensionados, en Fonasa, Bono Auge, libertad para emprender, etc.-, Ingreso ético familiar, portabilidad numérica”.

Y luego se pregunta: “¿funcionan nuestras ideas?”

“Por lo menos, mejor que los otros modelos que el mundo ha conocido… el modelo en el que creemos ha dado los mejores resultados… y que más se adecua a la naturaleza humana”, afirma el Presidente.

De hecho, la crisis económica actual del mundo es producto “de la no aplicación de nuestras ideas… los Estados Socialistas de bienestar, la demagogia”. Al contrario, por tanto, en Chile las ideas de la centro-derecha han sido exitosas. Según Piñera estos éxitos se expresan: “crecimiento económico, creación de empleos, aumento de los salarios, equilibrio fiscal, aumento de la inversión, aumento de la productividad y reducción de la extrema pobreza”.

Pero, hay peligros que pueden frenar este camino; de hecho, “enfrentamos grandes dificultades y grandes adversarios”. Tres son las alertas que identifica: “crisis económica mundial, sensación de que tenemos derecho a todo y a ninguna obligación y la calidad de la política… expresada en la discusión presupuestaria”.

El evento y las palabras de Presidente hay que interpretarlas en el contexto de la coyuntura política del país. La derrota municipal enciende las alarmas de que hay altas posibilidades de perder el gobierno e importantes cuotas de poder parlamentario. De hecho, Lucía Santa Cruz –luego de la exposición de Larraín y Melero– mencionó que “la participación y la incitación a nuestro votantes para que vayan libremente a las próximas elecciones son de una importancia trascendental si queremos evitar una pérdida de la mayoría en el Congreso y una posible Asamblea Constituyente que nos lleve a una República Bolivariana”.

La sensación de malestar social que recorre el país es otro elemento de la coyuntura que explica la reacción corporativa del oficialismo en la defensa del modelo. En efecto, cuando hay señales de que el “proyecto neoliberal” pasa por una situación incómoda los obliga a reconocer que hay problemas.  Morandé habla de “mejorar el modelo, no cambiar el modelo” y Piñera de que el modelo no pude entenderse como una especie de “virgen María inmaculada sin defectos ni problemas”.  Larraín se refiere a que “hay pasivos… síntomas malos, como la exaltación de la licencia individual –también, en los negocios-, el poco compromiso con el otro, el debilitamiento familiar y la cosa anti-institucional” y Klein reconoce que la libertad no es posible “si existe concentración de la riqueza y aumentan las desigualdades”.

Si bien reconocen problemas, se observa una fuerte carencia de soluciones. En efecto, ¿cómo dar respuesta a problemas públicos cuando todo lo que hacen y lo que el modelo crea es bueno y exitoso? Por ello, la respuesta del sector está en que el modelo hay que profundizarlo;  y para ello, hay que darle continuidad al gobierno. En esa dirección Luis Larraín afirma que “los desafíos de hoy son el fruto de lo bien que lo hemos hecho”.

Por tanto, para el oficialismo la disyuntiva política está en: profundizar el modelo con sus ajustes o en su desmantelamiento por parte de la izquierda. Como nunca –en 30 años- el modelo corre el riesgo de ser transformado si se genera una voluntad y una correlación electoral de fuerzas favorable a la actual oposición.

¿Cómo darle continuidad al Gobierno? 

Luego de la derrota municipal el oficialismo a) hizo un cambio de gabinete, b) definió las primarias como mecanismo de definición presidencial  y c) vuelve a poner atención en la ideas que funda el “proyecto neoliberal”.

Por ello, van a plantear la lucha presidencial en el plano de la ideas y del proyecto, más que en el programa. La unidad de pensamiento debe ser una ventaja comparativa y competitiva frente a sus adversarios que están fuertemente tensionados por ideas diversas sin unidad; podrán tener programa, pero no proyecto: sólo los une el poder por el poder; “¿qué tiene en común un PC con un DC?” se pregunta Melero.

En ese contexto –continúa Melero-, a la oposición “sólo los une el afán de poder…  van a ofrecer un proyecto de sociedad ambiguo, gelatinoso… aquí esta nuestra oportunidad… –nosotros tenemos– un proyecto de visión común de la sociedad y de lo que tenemos que hacer”.

El optimismo del oficialismo se basa, finalmente, en que la gente vota por personas, por el futuro y por proyectos. No obstante, la derecha chilena sigue atrapada en el crecimiento ilimitado como condición necesaria para el desarrollo y el progreso.

Por González Llaguno

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