Reportaje:

El mundo unido por una lata de galletas danesas: la teoría de sus fabricantes

Si pensabas que convertirla en costurero era solo tradición en tu casa, estabas equivocado.

Por Adolfo Sommer

06/07/2017

Publicado en

Actualidad / Historia / Mundo / Tendencias

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Seguro que muchos comparten un recuerdo recurrente de infancia. Encontrarse una lata azul de deliciosas galletas danesas en algún rincón de la casa, aprovechar que nadie mira para no dejar ni las migas y descubrir que, en realidad, solo contiene un montón de hilos y agujas. Resulta que tu redondo objeto de deseo era también el costurero de tu abuela. Si pensabas que solo era tradición en tu casa, estabas equivocado. Ese frustrante momento también lo han experimentado los niños en Dinamarca y en multitud de países, como pone de relevancia este hilo en Twitter. Hablamos con sus fabricantes. En cierto modo, nos reconocen que la mayor exportación emocional del país escandinavo no son sus dulces; es una lata multiusos.

 

«Estoy leyendo los comentarios y son realmente preciosos. El mundo unido por una caja de galletas», decía una de las respuestas a este tuit. El de la imagen, en el que @yungpakistani se pregunta ¿Por qué están las galletas en el kit de costura?, ha sido retuiteado más de 100.000 veces, entre otros por usuarios que dicen que pensaban que era solo cosa de la India, de Malasia, de Nigeria, de los kurdos, de Colombia, de México, de España, de Haití…  Otros se preguntan si esto también ocurrirá en hogares daneses. Respuesta afirmativa.

El grupo de alimentación Kelsen se ha hecho con el control de algunas de las marcas más conocidas de galletas danesas (Kjeldsens, Royal Dansk, Riberhus). La más antigua de ellas es Kjeldsen, que lleva desde 1933 fabricando y enlatando estos manjares dulces. «Desde el principio fue uno de los productos gastronómicos que más exportaba Dinamarca, así que se ideó el formato de lata redonda para mantener su frescura y evitar que se rompieran en sus largos viajes por el mundo», cuenta a Verne un portavoz de la compañía.

Para disparar el sentimiento de nostalgia, muchos modelos de lata azul siguen mostrando una bucólica imagen de la centenaria granja de Hjemstavnsgaard, localizada en la isla danesa de Funen. ¿Quién no prefiere guardar cosas ahí en vez de en una caja fea y endeble?

 

Que, una vez vacía, la lata se haya convertido en solución de almacenaje es algo que hacen sus clientes en casi todos los países, señala la empresa. En especial, para meter en ellas objetos de costura, como ocurre en España, aunque también para guardar esas mismas galletas cocinadas en casa (Aquí una receta). Usuarios de Reddit se preguntaban en este hilo cómo esa relación galletas/aguja e hilo ha permeado de esa forma en todo el planeta.

El material de la lata es una de las razones para explicar esa curiosa conexión. «Quizá es más fácil encontrar una aguja en una lata metálica que en un pajar o en un sitio donde pueda clavarse», explica a Verne Andreas Vig.

Él es experto gastronómico y responsable del portal oficial sobre cultura danesa,que pertenece al Ministerio de Asuntos Exteriores del país. Asegura que este producto es un símbolo popular y no comida de la realeza escandinava, como el márketing de algunas de las marcas intenta hacernos creer.

Asia, el principal mercado de los futuros costureros

Harina, huevo, aroma de vainilla, un montón de mantequilla, un puntito de sal y azúcar glass por encima. Si alguna vez has probado las galletas danesas, comprenderás por qué Dinamarca es año tras año el país más feliz del mundo.

Ha sido allí donde se ha inventado el hygge, esa filosofía de vida que asegura el bienestar en 12 cómodos pasos. De forma muy resumida, esta técnica consiste en disfrutar el momento con las personas adecuadas y en el entorno propicio. Así que, sin saberlo, todos hemos practicado el hygge gracias a estas galletas, como nos descubre Vig: «Es un producto que ha acompañado a los daneses durante décadas. Aparece en la mesa en Navidad o en las reuniones familiares»

Antes de trabajar para la web del Gobierno danés, Vig era chef. Nos cuenta que esta forma de nombrar las galletas es tan popular que hasta ellos las llaman danish butter cookies, en inglés, en vez de su palabra genérica småkager, que significa galletas en danés. Es como aquellos que dicen estar comiéndose un Danone en vez de un yogur.

Al igual que en España, el producto no es ya tan popular entre las nuevas generaciones, así que forma parte de la nostalgia colectiva danesa: «Nos recuerda a nuestras abuelas», admite Vig. En otros países no son cosa del pasado. «Ahora mismo, nuestros mercados más importantes son China y Hong Kong», dicen desde la empresa. De hecho, la web de su marca Kjeldsens aparece por defecto en chino.

La compañía relata que estas galletas han protagonizado una guerra gastronómica, similar a las del pisco y el cebiche. La marca Danisa, por ejemplo, pertenece a Campbell, la multinacional de las latas de sopa que popularizó Andy Warhol, y fabrica los dulces en Indonesia. En la lata no pueden llamarse danish butter cookies y sustituyen el gentilicio por la palabra «tradicional».

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