#FilosofíasParaResistir

La dictadura del tiempo

¿Quién no sintió, alguna vez, la angustia de saber que el paso del tiempo es irreversible? Algunos actos son irreversibles, dicen. Sin embargo, podría no ser tan así. Jimena Bezares, esta vez, piensa al respecto. Ahora que Buenos Aires tendrá una nueva gobernadora que, en el acto de cierre de votación, dijo: «Cambiamos futuro por pasado». ¿Es que la Ciencia Ficción supera la realidad?

Por Lucio V. Pinedo

26/10/2015

Publicado en

Actualidad / Columnas / Cultura / Literatura

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El futuro pasado o la reversibilidad del tiempo

La semana pasada, todos aquellos que de alguna manera u otra existimos en los ochenta o noventa nos sentimos algo vacíos al atravesar la barrera del «futuro no tan distante» de la clásica saga de películas de Zemeckis Volver al Futuro. Muchos de nosotros (llegando o pasando la barrera de los 30) hemos visto un sin número de veces esta trilogía, desde nuestra infancia, y, en consecuencia, la muerte del futuro probable es también la muerte de esa infancia.

Y en cierto sentido ese es el argumento de las películas (especialmente las dos primeras): hacerse contemporáneo de los padres y hacerse coetáneo con los hijos. El protagonista, primero, deberá recrear la relación de sus padres para darse vida a sí mismo (esta clase de giros hacen que las películas de viaje en el tiempo sean tan atractivas) y luego, deberá hacerse pasar por su hijo para salvarlo y, a su vez, salvarse de un futuro desdichado.

Si bien no es justo decir que los griegos inventaron el viaje en el tiempo, podemos ver tramas netamente trágicas en el sentido más griego, como señalaría el gran pensador alemán del siglo XX Martín Heidegger, al perderse la familiaridad con el mundo (lo que él llama caída, en el sentido religioso del término), la angustia será el temple anímico que caracterizará, paradójicamente, el pensamiento como no estar más en casa, esto es el umheimlich, aquello que es familiar y extraño al mismo tiempo, porque si bien el Dasein en su ser es futuro, porque es temporal en el sentido de ser el tiempo mismo, hay algo del orden de lo siniestro en la temporalidad.

Porque el viajero en el tiempo, de alguna forma, termina siendo la totalidad del tiempo, y esa es la mayor paradoja. Vemos que Marty Mc Fly se da nacimiento (es su propio padre) y garantiza la seguridad de su hijo haciÉndose pasar por él (es su propio hijo). Sin duda, la película que mejor trabaja este tema es Predestination (2014) que uestra como el tiempo y la alteración del tiempo se vuelven la propia vida. Pero otra curiosidad de este género es que el tiempo está atado a un espacio determinado, en la máquina del tiempo (película de George Pal —1960— basada en la obra homónima de H.G Well —1895—) podemos ver a un joven científico, George Wells, que emprende su viaje a principios del siglo XX (1900) y se detiene en 1917, 1940 y 1966. el panorama no es muy alentador: luego de una serie de catástrofes y de inconvenientes, su viaje se detiene, finalmente, en el año 802.701. Esta maquina del tiempo también solo se mueve en el tiempo y no en el espacio.

Pero el espacio en Volver al Futuro no es solo el pueblo, es mucho más político, el espacio por excelencia es la plaza —y volvemos a los griegos— y, más aún, dentro de ella se encuentra la Courthouse. Los tribunales son testigos necesarios del viaje en el tiempo, de la alteración y el intento de recuperación de este. No es casual que el reloj esté en este edificio. El reloj es el espacio en el tiempo, casi sin nada de metáfora, y es la constante de las tres películas. Pero también es permanente su corrupción: o se rompe ese reloj —el viaje en el tiempo rompe el tiempo— o se daña la estructura de los tribunales —el viaje en el tiempo rompe con las leyes—, que es el motivo por el cual, en la segunda entrega de la serie, Marty puede salvar a su hijo, en una secuencia que se repite —y da la idea de que hay cosas que el tiempo no altera— y finaliza con la destrucción de la fachada de los tribunales.

El futuro se ha vuelto pasado —y el pasado futuro, vease X men los días del futuro pasado— pero el tiempo sigue siendo irreversible según la ciencia. Ilya Prigogine, premio nobel de química 1977, nos llama a la reflexión profunda sobre el problema del tiempo

El hombre proviene del tiempo; si fuese el hombre quien creara el tiempo, este último sería evidentemente una pantalla, entre el hombre y la naturaleza […] el futuro del universo no está determinado de ninguna manera, o por lo menos no lo está más que la vida del hombre en sociedad […] el mensaje que lanza el segundo principio de la termodinámica es que nunca podemos predecir el futuro de un sistema complejo.

¿Cómo se imprime el tiempo en la materia? En definitiva, eso es la vida, es el tiempo que se inscribe en la materia.

Como dice Prigogine, independientemente de las consideraciones disciplinarias y científicas, el tiempo siempre se imprime, en los cuerpos, en las modas, en las políticas, en las sociedades. En la materia, tanto en lo macro como en lo micro, el tiempo no deja de imprimirse. La dictadura del tiempo es la fuente más rica de reflexiones del hombre, es un espejo de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que querríamos ser.

El equilibro parece imposible. Llegará un tiempo donde los recuerdos nos sostengan y los proyectos hayan quedado en el más remoto de los pasados. En el momento donde habitemos completamente el pasado, dejaremos de existir en el presente, porque el presente —como señala Aristóteles— no es más que una medida del ahora que determina el tiempo hacia atrás y hacia delante.

Jimena Bezares


Docente y licenciada en Filosofía. Se especializa en Aristóteles, y trabaja, sobre todo en una lectura política de su obra. Hoy en día, se encuentra dando clases de Filosofía en el curso de ingreso de la UNLaM y trabajando en algunos proyectos de cursos antiacadémicos

Contacto: [email protected]

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