Derechos Humanos

«La lucha que la parió»: un libro sobre la voluntad y el amor de una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo.

Entrevista con Silvia Villa de Inveraldi, autora del libro y familiar política de Delia Cecilia Giovanola, una de las doce fundadoras del histórico organismo de Derechos Humanos que en noviembre del 2015 encontró a su nieto Martín, el 118 en la historia de Abuelas. "Al escribir tanto sobre él, para mí era increíble", cuenta la autora. Conoce la emocionante historia de Delia, Martin y Virginia, su hermana que no pudo conocerlo, a partir del libro escrito desde el amor y el compromiso.

La lucha que la parió cuenta la historia de Delia Cecilia Giovanola es una de las 12 fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, el emblemático organismo de Derechos Humanos que se ocupa de buscar y restituir la identidad de los 500 nietos apropiados ilegalmente durante la última dictadura cívico militar de Argentina.

Las otras 11 fundadoras de Abuelas, son: Mirta Acuña de Baraválle, Beatriz H. C. Aicardi de Neuhaus, María Eugenia Casinelli de García Irureta Goyena, Eva Márquez de Castillo Barrios, María Isabel Chorobik de Mariani, Clara Jurado, Leontina Puebla de Pérez, Raquel Radio de Marizcurrena, Vilma Delinda Sesarego de Gutiérrez, Haydee Vallino de Lemos yAlicia Zubasnabar de De la Cuadra.


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Su autora, Silvia Villa de Inveraldi cuenta con la particularidad de ser, además, familiar política de la fundadora de Abuelas: «Yo soy familiar política de Delia, ella se casa por segunda vez con el tío de mi marido, así que nosotros la primera parte, lo que fue la desaparición de Jorge y Stella Maris no la vivimos, la sabemos por los relatos de ella», cuenta a El Ciudadano Silvia.

Publicado y presentado en este 2016, La lucha que la parió narra de un modo cercano y afectivo la búsqueda incansable de Delia Giovanola. Primero, cuando emprendió la búsqueda de Jorge Ogando y su nuera Stella Maris Montesano, quienes aún continúan desaparecidos. Luego, con la lucha por ubicar a Martín Ogando Montesano, su nieto nacido en cautiverio.

«Cuando más contacto empecé a tener con Delia fue cuando se enfermó y falleció el tío de mi marido, para ayudarla y hacerle compañía, porque estaba sola. A partir de allí nos sumamos a su búsqueda y a acompañarla en todo su trabajo», comenta la autora del libro.


Los orígenes del libro y los recuerdos del horror

-¿Cómo surgió la idea de hacer este libro?
-Todo surgió porque Delia y yo tenemos un parentesco. Antes, había muchas personas interesadas en hacer un libro, pero no se concretaba y yo ya venía escribiendo algunas cosas sobre ella. Como veía que no se concretaban esos intentos, se lo propuse a Delia. 

-¿Cómo fue esa relación entre ser la autora del libro y a la vez familiar de Delia?
-Traté de separarlo lo más posible. Había días en los que iba a la casa de ella, charlábamos un rato y le empezaba a preguntar cosas que yo no sabía, a pesar de que había muchas otras que yo sí conocía. De a poquito fui haciéndolo, llevó un proceso de dos años entre las charlas de Delia y la investigación que el libro requería. Había fechas, por ejemplo, que Delia no las tenía con exactitud. También necesité hablar mucho con personas que conocieron a Virginia, la nieta de Delia y hermana de Martín. Mi intención siempre fue que el libro fuera suave, de fácil lectura, que no tuviera golpes bajos. Siempre bajo la supervisación de Delia, que siempre tuvo su carácter de maestra y directora, ¿no? (risas).

-¿Vos qué recuerdos personales tenés de la época de la dictadura?
-Yo tengo grabada una imagen muy fuerte: trabajaba en una agencia de turismo en Avenida de Mayo y San José, muy cerca del Congreso. Ese 24 de marzo recuerdo que estaba saliendo de la oficina y había un montón de gente, era una locura. De pronto siento unas manos que me empujan contra una pared, no recuerdo la cara de ese hombre, solo sus brazos con una camisa que, creo, era marrón. A esa persona le debo mi vida, porque en ese momento venían atropellando los caballos de la policía y del ejército por la avenida, podría haber muerto tranquilamente. Nunca le pude dar las gracias. 


 

Silvia y Delia durante la presentación del libro.

Silvia y Delia durante la presentación del libro.


 

Como muchas otras personas, Silvia vivió el terror de la época bien de cerca a pesar de no tener una militancia activa ni un profundo interés por la política. «Yo no estaba muy involucrada en la parte política – cuenta la autora del libro-, pero de todas formas se sentía muy fuerte. Además tenía compañeras mías que eran militantes. Recuerdo a una que militaba en la izquierda quemando libros y tirándolos por el inodoro».

Santos lugares, barrio ubicado en el partido de Tres de Febrero (Provincia de Buenos Aires), también fue un epicentro de los horrores de la dictadura cívico militar y Silvia lo recuerda: «En este barrio fue muy fuerte la militancia. Yo soy amiga de la hermana de otra desaparecida a la cual atacaron, la empalaron. A pesar de todo se salvó, estuvo internada meses peleando por su vida. Cuando ya estaba recuperada, un día estaba en una peluquería del barrio y entraron los milicos a matarla. Hay muchos casos, fue una época muy fuerte»

Otro de los casos que más impactaron y tocaron de cerca a Silvia fue el de Rodolfo Rey, uno de los líderes de Montoneros, «Cañita». Tal como cuenta Villa de Inveralidi, Santos Lugares era un lugar muy movilizado: «Aquí había un líder de Montoneros al que apodaban «Cañita» y mataron cerca de mi casa. Casualmente, el mismo día que lo asesinan, mi marido iba a trabajar temprano y en la estación del tren lo cruza a «Cañita» . Mi marido lo saluda, pero él se hace el que no lo conoce. Al principio a mi marido le extrañó, pero después supimos que «Cañita» lo protegió al no saludarlo».

 


La historia de Virginia Ogando

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Virginia Ogando, hija del matrimonio desaparecido y nieta de Delia, después de buscar a su hermano incansablemente se suicidó en la ciudad de Mar del Plata en el año 2011. «La última vez que la vi fue poco antes de que ella tomara la decisión que tomó», cuenta Silvia. Así, se pone en escena la complejidad y el difícil entramado de historias que se pusieron en juego con el siniestro plan de la última dictadura cívico-militar, y la importancia de no etiquetarlos bajo “hechos del pasado”.

Cuando un grupo de tarea perteneciente al ejército interrumpió en la vivienda del matrimonio Ogando Montesano, Virginia tenía tres años y quedó abandonada dentro de la vivienda. Tanto la familia paterna como la materna se hicieron cargo de la situación al instante, pero con el tiempo Virginia quedó bajo el cuidado de Delia y su segundo esposo. «Delia se encargó de cuidarla y de criarla. Fue una nieta-hija para ella», señala Silvia.

-Virginia también tuvo un papel muy activo en la búsqueda de su hermano Martín, ¿no?
-Sí, ella de chica no quería saber nada sobre sus papás y su hermano desaparecidos, le escapaba al tema. Delia cuenta que una vez le preguntó: «¿Por qué no te interesa?». Y ella le contestó: «Abu yo no los conocí, no tengo recuerdos de ellos, vos sí». Después, más grande, ella empezó a trabajar en el Banco Provincia en el puesto que había dejado el padre, que al ser un desaparecido, los hijos lo podían ocupar. Allí, al charlar con compañeros de trabajo, se empezó a involucrar más. Comenzó a militar en H.I.J.O.S, acompañaba a Delia a todos lados. Ella tenía un blog (http://www.virginiaogandobuscasuhermano.org/) donde escribió ocho cartas a su hermano, lo buscaba muy desesperadamente. Además, tenía una relación muy fluida con Alicia, una mujer que compartió la celda con su madre y que fue liberada. Ella estuvo presente cuando Stella dio a luz y volvió con el cordón umbilical.


La aparición de Martín, el nieto 118

Con La lucha que la parió  ya en imprenta sucedió lo que tanto se esperaba: apareció Martín el nieto de una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. «En el momento en el que ya estaba corregido, editado, con las fotos seleccionadas, apareció Martín. Así que ahí hubo que parar al libro e hicimos las postdata famosa que lleva el libro, como las antiguas cartas, donde se habla de su encuentro», relata emocionada Silvia.

En ese sentido, la autora del libro destaca la ayuda que recibió y la solidaridad de la Cooperativa Gráfica Campichuelo. «Sin ellos hubiera sido muy difícil sacar este libro: se encargaron de todo: la edición, la publicación, son gente maravillosa. Me han ayudado mucho», afirma.


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Martín Ogando saludando vía video a su abuela Delia Giovanola durante la presentación del libro.


-¿Qué recuerdos tenés del momento de la aparición de Martín?
-Fue una locura. En ese momento justo estábamos mi marido y yo junto a Delia porque había un acto en el Centro Cultural Kirchner donde iban a lanzar un billete sobre Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Nosotros siempre la acompañamos a todos los eventos que podíamos a ella. Cuando ya estábamos yendo, a las 6,7 cuadras, la llama a Delia Estela de Carlotto y le dice: «Cortá toda actividad que tengas y venite volando para Abuelas, necesitamos que estés acá». Al principio nos asustamos los tres y ella le pregunta «¿Qué pasó? ¿Algo malo?». «No, no, venite para acá que te contamos». Nosotros le dijimos que fuera allá para Abuelas porque la habían solicitado y nos volvimos con mi marido. Ni bien llegamos a nuestra casa, en el partido de Tres de Febrero, recibimos su llamado exultante, gritando: «Vengan pronto para Abuelas porque apareció Martín». Fue maravilloso, es indescriptible. Al escribir tanto sobre él, para mí era increíble: yo lo viví a él primero como un bebé, como un niño, como un joven, siempre con todos los interrogantes que tenía su vida. Fue emocionante tanto a nivel personal, familiar y nacional, por que encontrar al nieto 118 es algo que involucra a todos los argentinos. 

-Como muchos otros nietos, fue el propio Martín quien se acercó a Abuelas, ¿no?
-Claro, fue muy particular. Martín fue adoptado por gente que no fueron represores y siempre le dijeron que era adoptado. Él tuvo una infancia muy buena, lo han criado con amor, pero como le pasa a casi todos los nietos se empieza a hacer sentir en la cabeza si no serán hijos de desaparecidos. Martín vive en Miami desde el año 2000 aproximadamente y cuando murió su padre adoptivo vino al país. Ni bien salió del velorio fue inmediatamente a Abuelas. Eso fue en marzo del año pasado. Él se hizo el análisis de sangre en Estados Unidos y lo enviaron vía consulado, por eso tardó tanto. Casi que había perdido las esperanzas ya, hasta que en noviembre nos enteramos todos juntos: Martín, Delia, Abuelas, nosotros, cuando el Banco Nacional de Datos Genéticos dijo que había un 99,9999% de coincidencia con la sangre. Se encontraron y fue maravilloso. Ese mismo día en Abuelas tuvieron su primer charla telefónica. Al principio él estaba un poco reacio, como suele pasar, pero después pidió hablar con ella. Charlaron como 20 minutos y desde ese día no dejaron de hablarse nunca más. 

-¿Cómo es el vínculo entre ellos?
-Delia ahora está allá en Miami visitándolo, está muy feliz. Es el nieto soñado para ella, no podría haber sido mejor. Se llevan muy bien, están como en un idilio.

-Por último, ahora con el gobierno de Macri, ¿cómo creés que van a seguir las políticas de Derechos Humanos relacionadas a la Memoria, Verdad y Justicia?
-Va a ser duro, este gobierno hace todo a la fuerza. Sin ir más lejos sacó los subsidios a los organismos de Derechos Humanos. Por ejemplo, las Abuelas no tienen subsidios para buscar a los nietos que faltan, por lo que estamos haciendo campañas de donación financiera. Lo vemos muy difícil, como pasó casi siempre, salvo durante los años del kirchnerismo. Vamos a seguir luchando, juntando fuerzas, porque esto no se va a cortar, hay muchas voluntades detrás. Los Derechos Humanos son bandera para gran parte del país. Por supuesto nos pondrán muchos palos en las ruedas, pero uno cada vez se va volviendo más duro. Las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo son un claro ejemplo de ello.

Ver nota relacionada: Abuelas de Plaza de Mayo lanza la campaña de financiamiento: “Por más abrazos, por más encuentros” 


Contacto para conseguir el libro: [email protected]


 

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