Adiós al 2 de octubre

El movimiento estudiantil quedará registrado como otra expresión social en las efemérides públicas, pero cada día más lejos de la realidad

Por Onel Ortiz

03/10/2022

Publicado en

Columnas / México / Puebla

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La generación de 1968 cambió al país. Tanto como en su tiempo lo hizo la generación de 1857. Ninguna de las libertades que ahora tenemos, incluida la posibilidad de escribir este texto, serían posibles sin el movimiento estudiantil y popular de 1968.

Los rangos de edad de las mujeres y hombres que participaron en el movimiento está entre los 70 y 80 años, dependiendo si los estudiantes de aquel tiempo cursaban el bachillerato o el posgrado. El paso inexorable de los años. La gran mayoría de protagonistas fallecieron. Otros están en el retiro, muy pocos se mantienen activos en la política.

Gustavo Díaz Ordaz, Fernando Gutiérrez Barrios y Luis Echeverría murieron. Se llevaron a la tumba la verdad de lo ocurrido aquel 2 de octubre, incluidos los misteriosos rollos de película que supuestamente Televisa grabó y entregó a Díaz Ordaz. Por más comisiones o comités que se integren nunca sabremos la verdad. Los vacíos de información, los misterios y las traiciones de ese día han conservado al 68, primero, como una efeméride de la izquierda, ahora como una fecha prácticamente oficial y quizá después sólo como un motivo para la nostalgia. El movimiento del 68 se recuerda en la forma, pero el fondo se olvidó desde hace tiempo.

Lo que sí permanece, lo que sí podemos afirmar es que los aspectos importantes en materia de democracia, derechos, libertades, feminismo, interrupción del embarazo y diversidad sexual, aparecieron en el movimiento de 1968. Fue una generación libertaria, solidaria y pacífica. El movimiento o mejor dicho, el sentimiento de movimiento, desapareció en las entregas parciales de sus logros. Avances en abonos que, al final, se disolvieron como bocanadas de humo entre la burocracia gubernamental y la corrupción institucionalizada.

Por 35 años acudí puntualmente a la marcha del 2 de octubre. De los 15 a los 50 años de mi existencia. La primera ocasión que marché fue en 1985, cuando terminé la secundaria y aún sé vivián los efectos de los sismos de aquel año, hasta  2018, cuando Andrés Manuel López Obrador ganó la Presidencia de la República.

Las primeras ocasiones que hice el tradicional recorrido de la Plaza de las Tres Culturas al Zócalo vi marchar a los exlíderes y sobrevivientes del 68 erguidos, con largas barbas y cabelleras. Años después, los mismos personajes igual de combativos, pero marchando a un paso más lento, con cabelleras blancas; después con bastón, en silla de ruedas o del brazo de sus hijos y nietos.

Me identificó con la generación del 68, fueron los padres de mis amigos y compañeros; mis profesores en las aulas universitarias. Crecí escuchando su música, estudiando e intentando poner en práctica su forma de concebir la colectividad y las relaciones personales. Nada que ver con los grupos anarquistas y de provocadores que, también año con año, dañan o vandalizan instalaciones públicas o edificios privados.

Como ocurre con otras expresiones sociales, el 2 de octubre quedará registrado en la agenda de efemérides públicas, pero cada día más lejos de la realidad. 

Por Onel Ortíz Fragoso

@onelortiz

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