Participó en varios combates contra los imperialistas.

Altagracia Calderón, la heroína de la batalla del 5 de mayo que fue olvidada

Altagracia Calderón terminó sus días en el olvido, en una humilde pieza de patio de la casa número ocho de la Portería de Santa Catarina.

Por Iván Frutis

05/05/2022

Publicado en

Historia / México / Puebla / Tendencias

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Altagracia Calderón, «La Charra», es una de las heroínas mexicanas que pocas veces se menciona en los libros de historia. Fue un 4 de mayo de 1862 cuando se presentó ante el General Ignacio Zaragoza en el cuartel general, previo a la batalla del 5 de mayo. Iba con sus hijos, todos debidamente armados. Sin rodeos, dijo al general: «vengo a que me diga usted, señor general, si puede señalarme lugar en una trinchera, a mí y a mis acompañantes. Somos mexicanos y tenemos ese derecho».

Después de observarla con una mirada que escudriña, Ignacio Zaragoza le tendió la mano y la felicitó. Luego, llamó al coronel Joaquín Colombres y, con breves palabras, le ordenó que fueran satisfechos los deseos de Altagracia Calderón. La trasladaron a unos paredones cerca de la iglesia de los Remedios, donde conoció al general Porfirio Díaz, a quién curó como pudo.

Más tarde pasó a formar parte de la guerrilla que mandaba el coronel Mauricio Ruíz, hasta que fue hecha prisionera en Papantla. Cuando regresó a Puebla tuvo como jefe inmediato a Benito Marín. Por aquel entonces, sufrió la pérdida de sus hijos, quienes murieron en el campo de batalla.

Estuvo presente en varios combates contra los imperialistas. Durante la revolución de la noria, nuestra heroína mandó personalmente una guerrilla en las acciones de San Juan de los Llanos, San Andrés, Apulco, Huauchinango y en San Juan Aquixtla.

Fueron varias las heridas que sufrió durante las batallas. La más grave la padeció al atacar al ejército francés en 1864, cuando una bala le penetró por el lado izquierdo del cuello y salió por la boca. Por este motivo siempre cubría su rostro con un rebozo, pues quedó desfigurada.

En una caja cilíndrica de hojalata guardaba los certificados que generales como Juan N. Mendez y Hermenegildo Carrillo emitieron a su favor. En ellos se constataba la deuda de gratitud que la nación contrajo con Altagracia Calderón. Al morir la heroína, no se supo más de estos documentos.

Altagracia Calderón terminó sus días en el olvido, en una humilde pieza de patio de la casa número ocho de la Portería de Santa Catarina. Lo único con lo que contamos de ella, es un pequeño sepulcro en ruinas en el Panteón Municipal. La historia la olvidó, pero nuestro deber como mexicanos es rescatar la memoria de esta heroica mujer.

Foto: Agencias.

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