¿Cómo iniciar la creación de una Nueva Civilización? (XVI)

Presentación: Comunidad virtual ‘Nueva Civilización’: Creativa, autónoma y solidaria Serie ¿Cómo iniciar la creación de una Nueva Civilización? Capítulos I a XV

Presentación: Comunidad virtual ‘Nueva Civilización’: Creativa, autónoma y solidaria

Serie ¿Cómo iniciar la creación de una Nueva Civilización? Capítulos I a XV.

XVI. La participación de todas las personas y el papel de los especialistas, intelectuales y científicos, en la elaboración de las nuevas ciencias.

Se presenta ahora, todavía sobre la función que han de cumplir el conocimiento y las ciencias en la creación de una nueva civilización, una cuestión muy interesante. ¿Cómo resolver la aparente contradicción entre, por un lado la afirmación de que todos somos elaboradores de conocimientos y activos creadores de la nueva cultura, y por otro lado la afirmación de que una civilización nueva y superior requiere una cultura más avanzada y superior a la que se ha desarrollado en la civilización moderna, y unas ciencias que superen el más elevado conocimiento y las más refinadas elaboraciones hasta ahora logradas por las ciencias humanas y sociales? ¿Seremos acaso, todos filósofos y científicos, y todos del más alto nivel?

Abordar estas preguntas nos llevará a comprender y profundizar uno de los aspectos más interesantes y conspicuos de la nueva estructura del conocimiento que será propia de la nueva civilización.

En ella, todos somos productores de conocimientos, en base a nuestras experiencias personales y grupales. Todos somos formuladores de preguntas, buscadores de respuestas, analistas de la realidad, pensadores. De hecho, en alguna medida siempre los seres humanos hemos sido todo eso, y en ello no hay todavía ninguna novedad. Lo nuevo es que estas actividades cognitivas de cada persona, sean reconocidas como valiosos aportes, como contribuciones válidas que deben ser recogidas e integradas en una ciencia y en una cultura superior.

Antonio Gramsci, autor del que ya he dicho que considero precursor y en ciertos aspectos fundador de una Ciencia de la Historia y de la Política que se propone precisamente aportar a la construcción de una civilización superior, se planteó la cuestión. El afirma que el nuevo conocimiento científico de los procesos histórico-políticos no parte de alguna concepción general del mundo y de la historia, sino de la experiencia. Lo contrario, o sea partir de una filosofía dada, produciría necesariamente una subordinación a alguna concepción anterior, lo que impediría el logro de la autonomía de la nueva ciencia. Pero ¿cuál sería esa ‘experiencia’ en que se base la nueva ciencia? No se trata ciertamente de los datos empíricos como son entendidos por la sociología y las demás ciencias sociales, pues esos datos son ya ordenamientos de la realidad elaborados en base a concepciones teóricas determinadas, explícitas o implícitas, a menudo estructuradas según los objetivos e intereses de los dirigentes y dominantes.

Por experiencia Gramsci entiende los procesos históricos concretos, ‘la historia misma en su infinita variedad y multiplicidad’; experiencia que es vivida por múltiples personas y grupos, y que configura la que denomina una ‘filología viviente’. No se trata de datos obtenidos en una investigación sociológica, sino de una experiencia vivida, constituida por acciones y procesos reales, de los que sus actores toman conciencia. De este modo Gramsci se opone simultáneamente tanto a una fundación de carácter especulativo, como a una fundación de carácter empirista, del conocimiento científico.

Ahora bien, esa experiencia multifacética y dispersa entre tantos individuos y grupos, requiere ser articulada, puesta en relación, interconectada de modo que permita configurar una realidad integrada, un proceso provisto de sentido. Ello se verifica en primera instancia mediante la comunicación intersubjetiva de las experiencias que cada uno ha vivenciado y experimentado. Al irse comunicando las experiencias particulares se van de este modo progresivamente integrando, llegando a conformar una cierta experiencia colectiva, en la que cada uno puede asumir en cierto modo como propia la experiencia de los demás. Es un proceso de comunicación y aprendizaje recíproco, en que las experiencias y los aprendizajes y saberes de muchos resultan compartidos.

Aquí es donde intervienen algunas personas singulares, dedicadas activamente a la tarea de sistematizar y analizar las experiencias compartidas por muchos. Es, podemos decir, el cumplimiento de una función cognitiva especializada. Una función que espontáneamente es asumida por individuos que toman especial conciencia del valor de las experiencias que han conocido, y que se proponen describirlas, organizarlas conceptualmente y comunicarlas a otros, para que sean apreciadas y valoradas por muchos.

Entre tales ‘sistematizadores’ y comunicadores se van estableciendo también vínculos especiales de comunicación, a través de medios que ellos mismos crean, tales como revistas, periódicos, radios, sitios webs, blogs, redes, etc. La ‘filología viviente’ de este modo se va configurando como un amplio saber compartido y ya sistematizado y reflexionado por un número creciente de personas intelectualmente activas y comunicadas entre sí.

Es entonces que se hace posible el surgimiento de los que podemos llamar grandes intelectuales, pensadores, científicos, creadores de las nuevas ciencias. Ellos recogen las experiencias de todos, las reflexionan y profundizan, descubren las conexiones que hay entre ellas, sus dinámicas y tendencias, hacen aparecer a la luz sus racionalidades implícitas, las lógicas de los procesos de los que las experiencias de muchos forman parte.

Surgen así las nuevas ciencias, que junto con integrar las experiencias y los saberes de muchos, habiendo develado las racionalidades anteriormente ocultas en los procesos, pueden también hacer predicciones, adelantarse al futuro, proyectando nuevas dinámicas que hacen más coherentes y potencian las experiencias prácticas que están en curso.

Más adelante examinaremos las condiciones que hacen posible el surgimiento de una ciencia nueva, y en particular, de aquellas ciencias que pueden comprender, proyectar y fundar la creación de una nueva civilización. Ateniéndonos por ahora a la cuestión planteada inicialmente, esto es, a la necesidad de articular la afirmación de que todos los individuos son potencialmente creadores de conocimientos basados en sus particulares experiencias y buscadores independientes de la verdad, y la afirmación de que una nueva civilización requiere ciencias comprensivas, autónomas y del más alto nivel alcanzado hasta ahora por el pensamiento humano, se nos plantea la pregunta de ¿cómo los creadores de esas ciencias, los intelectuales y científicos que las elaboran, pueden proponer sus formulaciones científicas como verdaderas ciencias que merecen el calificativo de tales, y que son proveedoras de conocimientos necesarios y universalmente aceptables?

Pues bien, en el contexto de la creación de una nueva civilización, intelectuales y no intelectuales, científicos y personas que ejercen otras funciones en la economía, la política y la cultura, se ponen todos en condiciones de igualdad. Lo que afirman unos no obliga ni exige ser aceptado y asumido por los otros. En la perspectiva de una civilización superior que se funda en la autonomía de las personas y de sus organizaciones, comunidades y redes, nadie puede decir a otro en qué creer, o cómo entender la realidad, y de qué modo resolver un determinado problema, en base a algún argumento de autoridad intelectual. Vale en este sentido lo que he explicado anteriormente respecto al proceso del reconocimiento entre los participantes de esta nueva civilización. Decíamos que las personas y los grupos pueden simplemente presentar sus ideas, sus opciones, sus comportamientos, sus decisiones, etc., de modo que libremente puedan reconocerse y aprender unos de otros.

Pues bien, en esa misma lógica de la autonomía de todos, esas ciencias superiores, más rigurosas, más profundas, más comprensivas, simplemente se presentan, se dan a conocer a los demás, explican sus intenciones y también su pretensión de ser reconocidas como parte de la creación de la nueva civilización superior.

Es decir, sus formuladores realizan aquello que corresponde hacer conforme a la lógica de la creación de la nueva civilización, sin imponerse, sin buscar seguidores; simplemente ofrecen sus obras como lo que son, incluidas sus aspiraciones a ser conocidas y reconocidas, y lo serán solamente en la medida en que sean útiles, en que contribuyan a conocer, a comprender y a proyectar mejor que las ciencias anteriores. Sobre todo, serán reconocidas y aceptadas en la medida que aquellas personas y grupos que han participado en la construcción de la ‘filología viviente’ en que se basan las elaboraciones superiores, se reconozcan en ellas, y sientan y perciban que sus experiencias han sido recogidas cabalmente, o criticadas con válidas razones.

En la nueva civilización, los trabajadores especialistas de las ciencias y del conocimiento, no actúan autoritariamente, como en cambio ocurre en las disciplinas institucionalizadas y en las ciencias positivas de la vieja inferior civilización.

Luis Razeto Migliaro

El Ciudadano

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