Que bonita vecindad: cuando el barrio es pose

El lunes, en pleno barrio Lastarria, se intentó desalojar ilegalmente (no tenían orden judicial) a los ocupantes del inmueble recuperada por la Fenapo

Por Arturo Ledezma

10/10/2014

Publicado en

Chile / Organización social

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El lunes, en pleno barrio Lastarria, se intentó desalojar ilegalmente (no tenían orden judicial) a los ocupantes del inmueble recuperada por la Fenapo. A partir de este hecho el término inglés gentrification salió de las aulas y voces expertas en arquitectura y patrimonio, para abrirnos los ojos frente a la construcción de una realidad voraz que no da tregua a las calles capitalinas. La elitización de los suelos implica el despojo de los vecinos históricos de un lugar determinado para ser desplazado por grupos con más lucas. Este fenómeno toma matices negativos toda vez que no implique la convivencia entre el patrimonio social y la renovación urbana que supone el mejoramiento del sitio, en pos de una mejor calidad de vida para todos.

El tema parece una arista más del eterno problema chilensis: la incapacidad de un Estado asistencialista de –al menos- fiscalizar, mediar o velar por el bienestar de la población. Parece ser un problema de idiosincrasia que nos embauca como ingenuos compradores de baratijas chinas con la siempre bien evaluada oferta de la modernidad. Sin ir más lejos en los ejemplos, podemos nombrar al Transantiago, que en su fase “proyecto estrella” convenció a varios de ser la opción al smog y la versión reloaded de la vapuleada micro amarilla. Los resultados, todos los conocemos.

Dejarnos llevar por la novedad y la estética nunca ha terminado en buen paradero. Ya lo sabe el gremio de los periodistas con la frase que saca ronchas en los que no tienen autocritica “un océano de conocimiento con un centímetro de profundidad”. La superficialidad nos conducirá sólo al abismo. ¡Qué paradoja!

Y en ese sentido, la transformación de barrios clásicamente obreros en Sohos a la chilena, no es más que la realidad palpable de la pose o snobismo de los aspiracionales y futres del siglo XXI. Me viene a la mente el poeta que no concibe su obra si no es en el puerto, la conversación si no es con el café de 5 lucas y el paseo si no es con un perro de marca. Sí, de marca. Esta ciudad esta plagada de jóvenes que sueñan con vivir en tal o cual lado, que quisieran despertar y bajar de su dúplex y tomar un cafecito en un local pseudo intelectual, para luego actualizar en su perfil de Facebook la comuna en la que viven, aunque ninguno de ellos explicitara que anteriormente vivía en Maipú, La Florida o Independencia y sólo cambió el dato cuando se fue de plaza Italia pa’rriba o algún otro barrio ondero. {destacado-1}

Me van a perdonar, pero la pose es pose aquí y en la quebrá del ají. Y si los barrios se ponen de moda es porque existe un libre mercado donde también se transan los suelos. Y entonces, ser dueños de  la tierra por derecho se relega solo a los pueblos originarios y todo se vuelve un discurso mentiroso e inconsistente…y los vecinos que han vivido toda una vida en tal barrio ven afectada su calidad de vida y en muchos casos terminan siendo marginados en los confines de esta ciudad que se amplía en guettos olvidados, más allá de las líneas de metro y autopistas. Tal como pasó por ejemplo en el barrio Italia, tan de moda por estos días, que barrió con los vecinos de siempre y convirtió esas casas de corredor y techo alto en cuanta boutique y emporio se les ocurrió. ¿Cuáles el problema me preguntarán? A mi parecer, tirar para arriba un sector no significa encarecer la calidad de vida de las personas que hicieron de ése barrio un lugar atractivo o un símbolo de la ciudad. Embellecer y conservar es una tarea difícil que debe considerar el resguardo de los aspectos sociales. No es posible que por culpa de ese afán de creernos la creme de la creme, la ciudad cosmopolita que tantos añoran habitar, terminemos siendo testigos de la exterminación del barrio real, de la vecindad clásica, no puede ser que de tanto instalar bazares de chucherías chinas terminemos por despojar la gente sencilla de sus vidas, porque eso es lo que pasa cuando uno debe dejar su casa, tiene que empezar de cero. ¿Por qué creen que hay tanta gente en este país que prefiere seguir de allegado en Peñalolen (por ejemplo) antes de empezar de cero en la periferia? Como dijo Lautaro Guanca el lunes a propósito del desalojo en Monjitas 530, “En Santiago Centro este proceso está liderado por la alcadesa Carolina Tohá, quien bajo el falso discurso del mejoramiento de la calidad de vida para los habitantes, está modificando el diseño urbano para fomentar la industria privada del turismo y el saqueo de los capitales especuladores”.

La renovación urbana que estudia el entorno, que conserva el barrio, que protege los símbolos de la cultura y que rescata reliquias de siglos pasados es bienvenida. Pero, al menos yo, rechazo de plano la transformación del barrio en vitrinas de exitismos malentendidos y comunidades de paso.

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