El trasfondo del incidente del avión de Evo Morales

La foto de apoyo a Evo Morales es clara: Correa, Maduro, Mujica y Cristina

Por Mauricio Becerra

07/07/2013

Publicado en

Latinoamérica / Portada / Pueblos

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La foto de apoyo a Evo Morales es clara: Correa, Maduro, Mujica y Cristina. Muchos otros están deshojando margaritas. Al otro lado Chile, Colombia, México y Paraguay. Brasil se hace el leso. El Departamento de Estado de Estados Unidos, sus colonias europeas, el Comando Sur del Ejército norteamericano y la OTAN miran con atención cada paso de este juego de ajedrez.

 Apenas conocida la intrusión de Francia, Italia, España y Portugal sobre el avión de Evo Morales, un grupo de mandatarios de Unasur cerró filas en solidaridad con el mandatario boliviano. Otro grupo, en cambio, esquiva un compromiso para cerrar filas contra un burdo atropello con olor a gas. Mientras Rafael Correa, Nicolás Maduro y Cristina Fernández de Kirchner se apresuraron a viajar el jueves a Cochabamba para planear acciones conjuntas con Evo, los otros países miembros de Unasur –Uruguay, Brasil, Perú, Paraguay, Chile, Colombia, Surinam y Guyana– no tuvieron los mismos reflejos. Para tratar de dilucidar a qué responden las conductas de Perú, Chile y Colombia, en particular, es preciso reparar en que la Cumbre de la Alianza del Pacífico, reunida en Cali, Colombia, a fines de mayo, fue la confirmación de que un grupo de naciones suramericanas –más México– tiene la absoluta determinación de retomar la senda del librecambismo, que no es más que retomar la senda de la política neoliberal que sufrió un duro revés en Mar del Plata, en noviembre de 2005, cuando Néstor Kirchner convirtió la cuarta Cumbre de las Américas en el prólogo de siete años de dolores de cabeza para el Departamento de Estado de Estados Unidos.

ALIANZA DEL PACÍFICO

En Cali, en mayo pasado, el colombiano Juan Manuel Santos avanzó un casillero más en su rol de restaurador del dominio neoliberal en el hemisferio sur de América. El primer paso fuerte había sido en abril de 2012, cuando en la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) Barack Obama bendecía un nuevo tratado de libre comercio entre Colombia y Estados Unidos. Lo que pocos reparaban entonces es que en la era de la transnacionalización, muchas empresas argentinas y de otras naciones de la región se metían en los beneficios arancelarios a través de las filiales en Colombia.

Para que no haya dudas de cómo se cierran los acuerdos neoliberales, una semana antes de que Evo Morales sufriera un ataque alevoso, en Bruselas, el ministro de Defensa colombiano, Juan Carlos Pinzón, y el comandante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el general estadounidense Philip Breedlove, prepararon la firma y dialogaron sobre cooperación. El comunicado entregado por Pinzón informaba que Colombia podrá contribuir con la OTAN en su experiencia de lucha “contra el terrorismo y el narcotráfico”.

Estos reacomodamientos que combinan geopolítica y negocios no pueden separarse de la inverosímil decisión de los mandatarios europeos. Bastó como excusa una supuesta información manejada por la inteligencia norteamericana de que Evo Morales llevaba de polizón a Edward Snowden, el ex empleado de Booz Allen Hamilton, una empresa “de consultoría” con oficinas en 30 países (incluyendo una sede porteña en Avenida del Libertador 498) y que opera, entre otras cosas, como pantalla de actividades de la CIA. Precisamente, Snowden trabajaba en una sede hawianana de Booz y era agente de la CIA. Por motivos imposibles de develar, tras hacer públicos algunos de los programas de vigilancia masiva a ciudadanos norteamericanos por parte de la CIA, Snowden terminó en Moscú, donde todavía se encuentra.

Durante lunes y martes pasados, Morales fue a Moscú a juntarse con otros 14 mandatarios en la Segunda Cumbre de Países Exportadores de Gas. Basta ver la nómina de naciones concurrentes para saber qué podían pensar el general Breedlove y el estado mayor de la OTAN: Rusia, Argelia, Egipto, Irán, Libia, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Catar, Nigeria, Guinea Ecuatorial, Trinidad y Tobago, Bolivia y Venezuela. Los países de la Comunidad Europea son importadores netos de gas y el fortalecimiento de la política de Moscú, pone cada vez más nerviosos a los socios de la OTAN. Basta recordar que la invasión norteamericana a Afganistán de 2001, dos años después logró el apoyo clave de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (FIAS), que se constituyó en la primera misión integrada por efectivos de la OTAN (más una serie de países extra OTAN) en entrar en operaciones bélicas.

GIROS EN LA REGIÓN

Es preciso tomar perspectiva y reparar en la homogeneidad de las políticas neoliberales en América latina durante los noventa. Para poner un ejemplo duro, la legislación minera fue casi calcada en Bolivia, Chile, Perú y Argentina y las leyes que permitieron grandes beneficios para las empresas mineras transnacionales se sancionaron entre 1993 y 1995. En el caso argentino, lo más emblemático fue que la Constitución de 1994 fue la que estableció la jurisdicción provincial sobre los recursos mineros, rompiendo la titularidad de la Nación sobre los recursos de gas, petróleo y minería. ¿Cómo llegó la nueva normativa minera a la región? ¿De la mano de quién? La respuesta es sencilla y dramática: la puesta en vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés) incluía a México y a Canadá a la locomotora de Estados Unidos. Canadá tenía larga tradición minera y sus empresas se potenciaron con la banca norteamericana.

En la Argentina, por ejemplo, las grandes corporaciones, a partir de la Constitución del ’94, tuvieron la facilidad de establecer condiciones y fijar las regalías con los gobernadores. O, mejor dicho, diseñarles a pequeñas oligarquías locales una serie de pautas para quedarse con los minerales y hacerlos socios muy menores del saqueo. Pero no sólo eso, las grandes mineras lograron exenciones impositivas de diversa índole. Esto fue hace dos décadas y no se discutió jamás de modo profundo. El kirchnerismo jamás quiso meterse en este tema.

Pero tampoco hubo cambios de fondo en otras naciones. En el caso boliviano, se sancionó un decreto el 1º de mayo de 2007 que declara reserva fiscal minera a todo el territorio nacional, lo cual parece salir claramente al cruce a las políticas de los noventa, cuyo exponente más claro fue Gonzalo Sánchez de Lozada, impulsor de las leyes privatistas en el sector, cuando él mismo era presidente de una empresa privada minera (Compañía Minera del Sur). Pero volviendo al decreto de Evo Morales de 2007, esa norma deja a salvo “los derechos preconstituidos”, lo cual en buen romance significa no entrarles a las concesiones previas. Como se sabe, los plazos de las concesiones en la explotación minera son de décadas y no de meses. En Bolivia, la nueva legislación en la materia está en tratamiento parlamentario pese a que la nueva Constitución (refrendada por el voto popular en enero de 2009) había fijado plazos que están vencidos.

En Bolivia hay tensión, hay manifiesto conflicto de intereses, pero se discute. En la Argentina, en los noventa, las mineras gozan de estabilidad en sus contratos por 30 años (es decir, hasta 2024) con estabilidad fiscal, con reembolsos, estímulos impositivos y una cantidad de disposiciones diseñadas por las mismas empresas y convalidado por el gobierno de Carlos Menem, cuyo canciller mientras se firmaban estas disposiciones era Guido Di Tella, el de las relaciones carnales.

Ahora bien, las inversiones mineras en los noventa no alcanzaban, en promedio, a diez millones de dólares anuales, mientras que en los primeros cuatro años del nuevo siglo, aumentaron en promedio ocho veces y la producción de las empresas se quintuplicaba. Hay que contemplar lo ventajoso que resultaba para esas empresas en fin del uno a uno. La devaluación del peso les permitió bajar costos. Pero, sobre todo, las grandes ganancias llegaron después de la mano de la suba espectacular del oro: la onza, en 2004, valía alrededor de 400 dólares y en la actualidad la cotización se multiplicó por cuatro.

Sin un debate a fondo acerca de cómo se puede financiar el desarrollo en América latina y cómo se aprovechan los recursos primarios de la región, los avances estarán limitados a la buena voluntad de las empresas que lograron grandes ventajas. Cuando, como en el caso del gas y el petróleo boliviano (como el de Ecuador y de Venezuela), los gobiernos cambian las reglas de juego, suceden cosas raras, como la brutal intrusión al pequeño avión Falcon Dassault de Evo Morales que se vio impedido de sobrevolar aires europeos, aterrizar en Viena, saltar luego a hacer escala técnica en islas Canarias, saltar a Fortaleza, Brasil, y aterrizar por fin en Cochabamba. Después de vivir, despierto, esa pesadilla, Evo fue a dormir a la altura de La Paz. Una paz que está amenazada cada vez que una nación o un grupo de naciones, como en el caso de la cumbre de países exportadores de gas, ponen condiciones a quienes integran el selecto grupo de Estados Unidos y sus aliados en la OTAN.

Las pretensiones de la Comunidad Europea –tal como dijo el viceministro de Hidrocarburos de Venezuela, Iván Orellana, en Moscú– eran “favorecer la desregularización, privatización, liberalización del mercado del gas”.

NUEVOS ROSTROS

El mexicano Enrique Peña Nieto, joven y flamante presidente, es miembro del tradicional Partido Revolucionario Institucional. No es lo mismo que Vicente Fox, el empresario de la Coca Cola mexicana. El peruano Oyanta Humala, también bastante joven, expresó la alianza opuesta a Keiko Fujimori, hija del emblema del neoliberalismo en Perú en los noventa, Alberto Fujimori. El colombiano Juan Manuel Santos fue ministro de Defensa del neoliberal de pura cepa Álvaro Uribe, de quien se distanció de modo completo. En Uruguay, las figuras del ex presidente Tabaré Vázquez y del actual vice Danilo Astori parecen encaminarse como protagonistas centrales de las elecciones de octubre de 2014. Vázquez y Astori –que son del Frente Amplio al igual que el actual presidente José Mujica– son los rostros más dialoguistas con los sectores neoliberales. Paraguay, a un año del golpe que desplazó a Fernando Lugo, tiene a Horacio Cartés, dirigente del tradicional Partido Colorado, como presidente constitucional. Cartés expresa a la oligarquía paraguaya que no iba a tolerar la reforma agraria que quiso encabezar Lugo. En Venezuela, las esperanzas del neoliberalismo están puestas en agudizar las contradicciones internas del chavismo y potenciar, por ahora, la figura de Henrique Capriles, que hizo una buena performance en las elecciones que consagraron presidente a Nicolás Maduro. En Chile, la derecha se prepara para volver a las cavernas: Sebastián Piñera es una aparición tardía de la derecha troglodita, no apareció antes porque estaba directamente el dictador Augusto Pinochet. Chile va a consagrar presidenta de nuevo a Michelle Bachelet, quien tiene un claro signo progresista pero que no va a liderar un cambio en la Alianza del Pacífico, tan alineada a la integración librecambista con Estados Unidos y la Comunidad Europea.

Brasil vive un momento complejo, pero está claro que su posicionamiento de potencia mundial en crecimiento, lleva al gobierno de Dilma Rousseff a bascular entre el cambio social y el posicionamiento de la burguesía de ese país como un jugador de elite en los negocios internacionales. La Argentina tiene elecciones presidenciales en 2015 y las figuras con más peso electoral por fuera de Cristina Fernández de Kirchner, que no puede ser reelecta, están orientadas claramente a adecuarse a las aspiraciones del Departamento de Estado y de los intereses de las corporaciones transnacionales.

La foto de apoyo a Evo Morales es clara: Correa, Maduro, Mujica y Cristina. Muchos otros están deshojando margaritas. El Departamento de Estado de Estados Unidos, los presidentes ajustadores de Europa así como el Comando Sur del Ejército norteamericano y la OTAN miran con atención cada paso.

 Eduardo Anguita

Miradas al Sur

 

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