Asilo de personas de la tercera edad: La fortaleza de los “viejos”

La tarifa en el asilo La Armonía son ciento cincuenta mil pesos mensuales por persona y, al igual que muchos asilos en la Región Metropolitana, se convierten en vertederos pagados, donde se abandona a personas que comienzan a ser olvidados por sus familiares

La tarifa en el asilo La Armonía son ciento cincuenta mil pesos mensuales por persona y, al igual que muchos asilos en la Región Metropolitana, se convierten en vertederos pagados, donde se abandona a personas que comienzan a ser olvidados por sus familiares. Con ir a visitarlos y conversar un rato, uno ya se transforma en un ser querido por ellos.

Llega la hora del té en el asilo La Armonía ubicado en San Joaquín, y mientras al interior se escuchan los televisores encendidos, aparece en las noticias la imagen que recuerda el aniversario del asesinato de John Kennedy, el 22 de noviembre en 1962, la señora Rosita se encarga de que a nadie le falte su pedazo de marraqueta con mantequilla y su tasa de té. El día ya está a punto de concluir para ir a meterse al sobre.

Pero los días en un asilo no son fáciles, la mayoría está en el asilo porque sus familiares los han llevado y dejado ahí, no porque ellos mismos lo hayan pedido; algunos son positivos, otros más negativos, pero a ninguno le encanta estar atrapado en un asilo de ancianos.

Aunque es mejor algo que nada, la inequidad entre los distintos grupos socioeconómicos en Chile se puede ver también a través de sus ancianos. Ocurre con las personas de tercera edad de sectores más vulnerados, o personas que han pasado a ser una molestia para sus familias, que a causa del trabajo y de otras exigencias, ya no pueden seguir cuidándolas, tienen que vivir en asilos que intentan ser un lugar lo más digno posible para que estas personas puedan vivir bien; pero la realidad es otra.

Aunque se les entrega cariño, buena alimentación, fuera de eso, el diario para leer se repite todo el mes, el aburrimiento y la soledad se van sumando, y ninguno de ellos puede acceder a tener algo de dinero, pues lo que se puede es hasta el pago de la matrícula, y en otros casos simplemente las familias se desligan por completo y dejan a la persona a cargo de la gente que trabaja en el asilo.

“Se nos fueron dos abuelitos, se fueron para el más allá, por enfermedades, hace dos semanas”, dice Rosita, encargada del asilo acerca del fallecimiento de dos personas por razones de enfermedades.

Pero también están los que se quedan en el asilo, los que no se han ido pero están enfermos, y están luchando día a día por mejorar y poder salir del hogar, ser independientes y continuar con su vida; ese es el caso de Jaime Rubio. Fue vendedor de la feria del libro, pero dice que no le gusta leer, lo despidieron de ahí el 2008, y había recién comenzado a trabajar de conserje cuando le vino la parálisis una noche, que lo dejó con todo el lado  derecho de su cuerpo paralizado y está en silla de ruedas. Lleva cerca de un año en el asilo. Por esta razón la vida de Jaime pareciera ser más complicada, pero él tiene el apoyo de su mujer Olga, quien lo visita con frecuencia y lo lleva todas las semanas al policlínico y, a pesar de la falta de recursos, en donde se vive con lo justo y necesario, Jaime tiene algo mucho mas importante para él que es Olga.

Como el caso de Jaime hay muchos en Santiago, según un estudio realizado por Adimark y caja de compensación Los Héroes, un 70,5 % de los ancianos de la Región Metropolitana lo que hace es compartir con su familia, pero el otro 25% de ancianos, que en su mayoría están viviendo en asilos, sus situaciones de vida y de poder compartir con alguien se restringen drásticamente. Por otra parte, no existen ni cifras ni estadísticas que indiquen la cantidad de asilos de ancianos que existen en Santiago; tanto en el Ministerio de Salud y en el Instituto Nacional de Estadística, esa información no existe.

En el caso de Jaime, existe la amistad dentro del asilo, su compadre es Juan Muñoz. Lleva seis meses en el asilo, y con Jaime duermen en la misma pieza. Juan se ríe de las cosas con frecuencia, un poco de los otros y un poco de sí mismo. Su familia lo trajo al asilo y tiene una enfermedad que hace que le cueste mucho levantar los pies para desplazarse.

Con Jaime ven partidos de futbol juntos, a la Marlen Olivarí en la tele, y ven peleas de boxeo, en que luego, en broma, se terminan peleando ellos, como si fueran dos boxeadores de verdad. “Aquí estamos bien atendidos, tenemos techo, agua, para cubrirnos del calor y del frío; la señora Rosa es un pan de dios, le aguanta todo a todos;  nos hacen buenas comidas, nos atiende bien, y si no, la echamos no mas, jajaja”, dice Juan mostrando su sentido de humor y su mirada positiva hacia la vida.

EL SUEÑO DEL MUNDIAL

“El mundial dios quiera que lo veamos y que no estemos aquí, que estemos recuperados ya”, dice Jaime Rubio, con Olga que lo acompaña siempre a su lado, y refiriéndose a su pasión por el futbol, y las ganas que tiene de ver a la selección  chilena en el mundial, ojala con su compadre Juan también recuperado  y estando en otro lugar con sus seres queridos disfrutando con la roja jugando en Sudáfrica.

Estudio Adimark

Link sitio web asilo La Armonía

por José Torres

Estudiante de Periodismo de la UDP

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