Del libro: Cuentos para los hombres que son todavía niños
Quiso volar y le cortaron las alas. La poesía no la salvó
“Sabina nos había visto nacer. Treinta años antes, fue ella quien llevó a nuestra madre para que recibiera el agua del bautismo, y eso era su mayor timbre de honor. Las llaves de la despensa, del granero y de la bodega, colgaban de su cinto atadas al cordón de Santa Filomena. Las ostentaba orgullosa, como un soldado sus condecoraciones”