¡Son los hijos, son los nietos!, ¿entiendes?
La “inteligencia” de los aparatos represores podrá pincharle los teléfonos, infiltrarse entre ellos, llegar a saber cómo se organizan, torpedearles alguna intervención y hasta llevarlos a juicio. Pero nunca, nunca, logrará comprender cómo operan emocional y espiritualmente, llegar a esa raíz profunda desde donde -como si se tratara de un grifo abierto- se bombea sangre.