En beneficio de sus intereses

¿Por qué a EE. UU. le conviene evitar una guerra larga Rusia – Ucrania?

Una entrega de la Corporación Rand analiza (solo bajo el enfoque estadounidense) el impacto del conflicto ruso-ucraniano, evalúa varios escenarios y plantea posibles soluciones a mediano plazo por parte del gobierno norteamericano para terminar la guerra

Un análisis realizado por la organización sin fines de lucro, Rand Corporation, sobre los riesgos y desventajas de una guerra a largo plazo entre Rusia y Ucrania, concluye que el gobierno de Estados Unidos (EE. UU.) debería intervenir para lograr negociaciones encaminadas al fin del conflicto, a través de compromisos con la seguridad y aclaratorias sobre el futuro apoyo a Ucrania, establecer condiciones para aliviar las sanciones a Rusia y emitir garantías sobre la neutralidad del país.

El documento “Evitar una guerra larga” hace énfasis en que evadir un conflicto prolongado entre ambas naciones minimizaría los riesgos y costos de una gran escalada y los intereses de EE. UU. se verían afectados en menor medida, por  lo que resalta el papel de la política estadounidense en la trayectoria de esta guerra -próxima a cumplir un año- que aparentemente está lejos de terminar.

Menciona el argumento de algunos analistas en cuanto a que la guerra se dirige hacia un resultado que beneficiaría a Estados Unidos y Ucrania, pero advierten que los estudios de conflictos pasados y una mirada cercana al curso de este sugieren que este escenario optimista es improbable.

Advertencias

Los autores evalúan el posible uso de armas nucleares rusas, que, por una parte sería una medida desesperada que evitaría la derrota del país potencia; y por otra, podría erosionar el apoyo internacional restante de Rusia, provocar una reacción política interna para el Kremlin y provocar la entrada de la OTAN en la guerra, ocasionando un conflicto directo con EE. UU.

El gobierno norteamericano ya habría puesto sobre la mesa el caso de que Rusia decidiera ir contra la OTAN -ya sea por promover el descontento interno, por la intervención en Ucrania o equipar a este con armamento militar-, a través de la decisión de atacar algún estado aliado. Por ende, la estrategia de EE. UU. es evitar una escalada de este tipo en la que tenga que involucrar a su ejército en una guerra caliente “con un país que tiene el arsenal nuclear más grande del mundo”.

Si la guerra en Ucrania terminara, la probabilidad de un choque directo entre Rusia y la OTAN, ya sea intencional o involuntario, disminuiría significativamente; al contrario, una guerra prolongada podría implicar costos importantes para los Estados Unidos.

“Una trayectoria de guerra que permita a Ucrania controlar una mayor parte de su territorio reconocido internacionalmente sería beneficiosa para Estados Unidos (…) El fin de la guerra que deja a Ucrania en pleno control de todo su territorio reconocido internacionalmente restauraría la norma de integridad territorial, pero sigue siendo un resultado muy poco probable. En resumen, un mayor control territorial de Ucrania es importante para Estados Unidos por razones humanitarias, para reforzar las normas internacionales y para fomentar el crecimiento económico futuro de Ucrania”, explican en el documento.

Ventajas y desventajas de una guerra a largo plazo para EE. UU.

De acuerdo al artículo publicado por www.rand.org, un elemento con implicaciones para los intereses norteamericanos es la duración de la guerra, que, extendida, “por perverso que parezca, tiene algunas ventajas potenciales” ya que en este caso mantendría ocupada a las fuerzas rusas, degradaría su ejército, debilitaría su economía y también mantendría la presión sobre los gobiernos europeos para que continúen reduciendo la dependencia energética de Rusia y gasten más en su defensa, posiblemente disminuyendo la carga de defensa de EE. UU. en Europa a largo plazo.

En cuanto a las desventajas, una guerra más larga conducirá a más pérdidas de vidas, desplazamientos y sufrimiento para los civiles ucranianos; revertiría los avances logrados en el campo de batalla de Ucrania; la asistencia militar podría volverse insostenible; los costos para Estados Unidos y la Unión Europea de mantener la solvencia económica del estado ucraniano se multiplicarán con el tiempo a medida que el conflicto inhiba la inversión y la producción; la destrucción de la infraestructura creará importantes desafíos a largo plazo para sostener el esfuerzo de guerra y para la recuperación económica y también ha aumentado sustancialmente las proyecciones de Kiev para el apoyo económico que necesitará de los Estados Unidos y sus aliados; continuarán y se multiplicarán las interrupciones económicas globales derivadas de la guerra; aumento de la inseguridad alimentaria globalmente.

La política exterior de Estados Unidos también se vería afectada, debido a su capacidad para concentrarse en otras prioridades globales, en particular, la competencia con China; la interacción y cooperación con Rusia en los intereses clave de EE. UU. es poco probable; también se vería salpicado el trabajo de las instituciones multilaterales, como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), y limitarían la capacidad de respuestas colectivas a los desafíos compartidos; el posible saboteo al acuerdo de no proliferación de armas nucleares por parte de Irán; y el interés a largo plazo de Washington en garantizar que Moscú no se subordine por completo a Beijing.

“Por lo tanto, el interés supremo de EE. UU. en minimizar los riesgos de escalada debería aumentar el interés en evitar una guerra prolongada. En resumen, las consecuencias de una guerra prolongada, que van desde riesgos persistentemente elevados de escalada hasta daños económicos, superan con creces los posibles beneficios”.

Poner fin a la guerra

Los autores, Samuel Charap y Miranda Priebe, plantean tres posibles formas en que la guerra entre Rusia y Ucrania podría terminar, y que dadas las profundas consecuencias que traería una larga duración de esta, debe ser una máxima prioridad para EE. UU. intervenir:

  • Victoria absoluta: Ninguna de las partes parece tener la intención o la capacidad de lograr una victoria absoluta, por lo que lo más probable es que la guerra termine con algún tipo de resultado negociado en algún momento.
  • Armisticio: Se centraría estrictamente en mantener un alto el fuego, sin resolver el conjunto cada vez más profundo y amplio de cuestiones en disputa entre Ucrania y Rusia. Además tiene poca probabilidad de que sea sostenible a largo plazo.
  • Arreglo político: Podría ser más difícil de alcanzar aunque sería un primer paso para abordar problemas regionales más amplios y reducir la posibilidad de una crisis entre Rusia y la OTAN en el futuro, creando potencialmente una mayor estabilidad en Europa y permitiendo que Estados Unidos libere recursos para otras prioridades.  

Un aspecto clave que debe centrar el interés de los actores políticos estadounidenses para mediar o intervenir en la terminación de la guerra, es que negociar su fin requiere que ambas partes crean que tienen más que ganar con la paz que con continuar luchando, un problema al que se enfrentan actualmente debido al optimismo ruso y ucraniano de creer que su poder relativo y, por lo tanto, su capacidad para prevalecer, mejorará con el tiempo y alcanzarán la victoria; y al pesimismo sobre la durabilidad de la paz, derivado de problemas de compromiso creíble; y, para Rusia, la falta de un camino claro hacia el alivio de las sanciones.

La política estadounidense estaría entre varios dilemas para asumir estrategias decisivas en defensa de sus propios intereses. Uno de los aspectos es que seguir proporcionando ayuda militar y financiamiento a Ucrania le impide destinar esos esfuerzos a otros objetivos gubernamentales; otro aspecto es que suavizar las sanciones a Rusia podría enviar el mensaje equivocado a otras naciones, además de que posiblemente no cuente con el apoyo de sus aliados; pero, lo que sí está claro es que EE. UU. debe -si ya no lo está- evaluando seriamente su papel en el conflicto ruso-ucraniano para poner fin a la guerra que a largo plazo le acarrearía pérdidas severas en materia económica, política, militar y de seguridad nacional.

En resumen, hacer que Ucrania sea más segura sin socavar su neutralidad sería un equilibrio difícil de mantener y ofrecer un camino hacia el alivio parcial (como máximo) de las sanciones, es un paso que podría hacer que las negociaciones sean más probables; algunas medidas, como los controles de exportación mucho más estrictos, están destinadas a ser permanentes.

“Un cambio dramático de la noche a la mañana en la política estadounidense es políticamente imposible, tanto a nivel nacional como con los aliados, y sería imprudente en cualquier caso. Pero desarrollar estos instrumentos ahora y socializarlos con Ucrania y con los aliados de EE. UU. podría ayudar a catalizar el inicio eventual de un proceso que podría llevar esta guerra a un final negociado en un marco de tiempo que serviría a los intereses de EE. UU.”, concluyen los analistas.

Estatus

Los enfrentamientos continúan en casi mil kilómetros de frentes. Hasta ahora, alrededor de 43 mil personas se contabilizan en las cifras de fallecidos, unas 57 mil personas han sido heridas sin consecuencias de muerte, por lo menos 15 mil se encuentran desaparecidas y más de 14 millones forman parte de la lista de desplazados. Además, 140 mil edificios han sido destruidos y se han causado aproximadamente 350 mil millones de dólares en daños a la propiedad.

Antecedentes

Desde mediados de 2021 Rusia había iniciado concentraciones militares en la frontera con Ucrania, como una medida de protección en respuesta a la ampliación territorial de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).

El 21 de febrero de 2022, Rusia reconoció y envió tropas a la República Popular de Donetsk y a la República Popular de Lugansk, dos estados autoproclamados en la región de Dombás en el este de Ucrania. Tres días después, el 24 de febrero en horas de la madrugada, se registraron los primeros ataques rusos en suelo ucraniano, por la “liberación completa” de Donetsk y Lugansk.

Más tarde, el 28 de febrero se entablaron negociaciones de paz que solamente duraron dos meses. A partir de entonces las ofensivas y contraofensivas por parte de ambas naciones no han cesado en medio de “optimismo mutuo sobre el futuro de la guerra y el pesimismo mutuo sobre las implicaciones de la paz”.

No obstante, la guerra actual está precedida por una primera fase entre 2014 y 2015 que se trató inicialmente de una crisis diplomática luego de la destitución del presidente ucraniano Víktor Yanukóvich ante desacuerdos por el acercamiento hacia la Unión Europea (UE).

También, la declaración de independencia, proclamación de República y posterior adhesión de Crimea a Rusia, acrecentaron las tensiones, a las que se sumaron las luchas y celebración de referéndums sobre la independencia de Donetsk y Lugansk, todo esto en medio de combates que pusieron fin con la entrada en vigencia del acuerdo Minsk II, con el que se inicio un alto el fuego incondicional.

Fuentes: RAND, Reuters y RT Actualidad

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