Comentario de concierto

Nabila, Bebe y todas ellas: Porque nadie debe hacerles daño

El sábado 14 de mayo tuve que hacer una nota para este medio en donde informaba sobre lo ocurrido con Nabila Rifo en algún lugar de ese frío Coyhaique

Por Carlos Montes

27/05/2016

Publicado en

Artes / Música

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bebe

El sábado 14 de mayo tuve que hacer una nota para este medio en donde informaba sobre lo ocurrido con Nabila Rifo en algún lugar de ese frío Coyhaique.

A la hora en que redacté ese texto, era bastante poco lo que se sabía sobre esta brutal escena y lo cierto es que –y aun esperando saber más acerca de lo acontecido- ya con los datos que se manejaban, era imposible que cualquiera que supiera solo una fracción de ellos, no sintiera que algo se le quebraba adentro.

Nabila, terriblemente agredida, sigue con vida y mientras sus cuatro hijos la esperan atentos, este mundo de mierda sigue corriendo con sus ruidos, sus gritos, con sus carajadas y silencios. Y precisamente son esos silencios los que hacen que esta historia transcurra herida, porque en cada una de nuestras omisiones frente al abuso que observamos a diario, tan de cerca, lo único que hacemos es perpetuar atroces prácticas, normativas machistas y aniquiladoras de todas las mujeres con las que vivimos, con esas que nos crían, con esas que se han bancado siglos de fustigazos.

Bebe en Chile o cuando la canción es la verdad

Mi primera intención al abordar este texto era hacer un comentario sobre la presentación de la cantante y actriz valenciana, Bebe. Las formas de encarar su sobresaliente presentación del martes 17 en el Teatro Nescafé de las Artes y tratar de capturar aquel momento podrían ser muchas: la complicidad de la artista con su fanaticada que llenaba ese teatro; la sólida banda que la acompañó y que nos condujo por pasajes tan cándidos como coléricos, liberadores; la sencilla puesta en escena –solo ataviada por una suerte de sillón de mimbre en el centro- y su performance y voz que irradiaban luces, susurros y confianza.

Pero si hay algo –y tal vez lo único- que termina por resonar y destellar mientras tecleo es que Bebe y su música son la excusa perfecta y necesaria para agradecerle que esos amores y esas verdades que procura instalar en nuestros imaginarios, son un llamado indiscutible a hacernos cargo de redibujar nuestros injustos domésticos que acaban golpeando a las mujeres, golpeando todas esas escenas en las que habitamos y que terminan por minimizar, anular y matar a las mujeres, a muchas de ellas, a todas ellas.

Bebe esa noche nos regaló metrallas como “No pienso enterrar mis dolores / pa’ que duelan menos / voy a sacarlos de dentro / cerca del mar” o “Mi carita de niña linda / se ha ido envejeciendo en el silencio, / cada vez que me dices puta / se hace tu cerebro más pequeño”, las que articuladas como susurros o como urgentes arengas, parecieron ser un llamado a descorrer ese velo heredado, cómodo y terrible, ese velo que confina a todas las mujeres de todos los lugares a seguir siendo el lugar en donde terminan nuestras injustas heridas, nuestras injustas víctimas.

Insisto… ¡Nunca más nadie puede hacerte daño!

Bebe, mientras nos ofrecía una presentación descollante y llena de momentos de conexión con quienes estábamos ahí, quizás ignoraba que Nabila transitaba fracturada y silente con las escasas piezas que le dejó una bestia esa noche de sábado. Bebe no sabía que Nabila avanzaba en un silencio oscuro, carajo, en un inducido sueño en el que abrazaba todas las razones para no morir y para seguir latiendo entre nosotros y nosotras.

Ese martes en ese teatro de Manuel Montt una mujer grito desde la galería: ¡Ni una menos! En secreto quiero creer que ese grito, desde un living cualquiera, desde un pasaje perdido o desde una cama de algún hospital, Nabila y todas las mujeres alcanzaron a escucharlo.

@carlos_montes_a

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