Finaliza Festival In-Edit 2010

Finaliza Festival  In-Edit 2010: Breve recuento y comentario de documentales Este domingo 12 de diciembre se dio cierre a la séptima versión del festival de cine y documentales musicales, In-Edit, que este año se desarrolló en 5 lugares de Santiago e incluyó más de 30 producciones nacionales e internacionales, trabajos en progreso, talleres y estrenos

Por Pia

13/12/2010

Publicado en

Artes

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Finaliza Festival  In-Edit 2010: Breve recuento y comentario de documentales

Este domingo 12 de diciembre se dio cierre a la séptima versión del festival de cine y documentales musicales, In-Edit, que este año se desarrolló en 5 lugares de Santiago e incluyó más de 30 producciones nacionales e internacionales, trabajos en progreso, talleres y estrenos.

Iniciado el miércoles 7, el Festival  presentó una selección del documentalista D.A. Pennebaker, famoso por retratar al impetuoso Dylan de 1965 en el imprescindible “Don’t look back” y al Bowie de Ziggy Stardust en la película del mismo nombre, grabado en la última fecha de la gira del “Aladdin Sane” (1973). De este autor, también se proyectó “DM 101”, extenso trabajo que documenta el show 101 de la gira del disco “Music for the Masses” de Depeche Mode.

Por otro lado, la competencia internacional incluyó películas como “When you’re strange”, un necesario trabajo de desmitificación sobre The Doors; “A man within”, retrato del escritor William S. Burroughs en compañía del  firmamento  musical neoyorquino; “Brian Eno: Another Green World”, sobre el camino que el ex Roxy Music recorrió desde el glam rock, sus trabajos electrónicos hasta la producción de nombres como David Bowie y Talking Heads; entre varios otros documentales.

En la competencia nacional, se presentaron seis trabajos, de distintas características y fuentes musicales. “Pank”, de Martín Nuñez, ahondó en los orígenes del punk nacional; “Tres Chinchineros”, de Roberto Riveros, acompañó el viaje de tres generaciones de tamborileros por la ciudad alemana de Waldkirch, y “La Murga” indagó en los detalles que rodearon la ejecución de la pieza “Musicircus” de John Cage, en el que más de cien músicos tocaron simultáneamente por dos horas en el Centro de Extensión de la Universidad Católica de Chile.

En el ámbito internacional, el primer lugar fue para “Lemmy” y el segundo para “Flamenco Flamenco” de Carlos Saura. En el nacional, resultó ganador “El frío misterio”, biografía del trío electrónico Electrodomésticos y hubo menciones para “La Isla de la Fantasía” y “Tres chinchineros”. Entre los cortometrajes, ganó “Expresión Lírica. Ritmo y poesía”, de Esteban Ruz, una investigación sobre el hip hop en Chile.

Vale decir el alto número de asistentes a las diferentes exhibiciones y actividades, lo que augura un futuro cada vez más sólido a un evento que año crece en su nivel de producción.

A continuación, una revisión de cuatro trabajos exhibidos en esta versión.

LEMMY. Wes Orshoski & Greg Olliver, 2010, Estados Unidos, 117’. Ganador de la competencia internacional.

Con el calor de la tarde del  miércoles 8, la espera en la sala del Cine Alameda se acompañó de latas de cervezas destapándose, una nutrida legión de gente vestida de negro y uno que otro doble de Lemmy Kilminster, el mítico bajista y vocalista de la fundamental banda Motorhead.

En sus casi dos horas, este documental de personaje, organizado en saltos temporales pasado y presente, presenta la faceta más humana e íntima de una figura a la que es imposible no terminar admirando, ya sea por su estilo de vida licencioso a sus 63 años, por su imagen de  “salvaje de buen corazón” o por su sinceridad y dureza brutal y descarnada.

Con 25 discos a su haber, Motorhead es una de las bandas que esculpió el sonido del metal y, luego del punk rock, a punta de speed, whisky y alto volumen desde el bajo Rickenbacker de su frontman. Su único integrante original es Lemmy, rockero desde muy joven (fue, incluso, roadie de Hendrix), amante de Elvis, Beatles, Little Richard, Chuck Berry, que comenzó su carrera con el grupo Rockin’ Vickers, y continuó, años después, con la sobrecargada psicodelia progre de Hawkwind (donde fue expulsado tras pasar varios días en prisión por posesión de speed durante una gira por Estados Unidos, y dadas sus diferencias “de onda” con los otros integrantes, más asiduos a drogas naturales, mientras Lemmy le daba a las anfetas) hasta fundar Motorhead en 1975.

El documental nos muestra a Lemmy en su desordenado departamento, rodeado de viejos y nuevos recuerdos de su carrera. Lo vemos  frente al televisor, almorzando, hablando de música y mujeres, pero sobretodo bebiendo y fumando, desde la mañana a la noche. Numerosas son las palabras que le dedican próceres, no sólo del rock y del punk, actores, fotógrafos, sus compañeros de grupo y su propio hijo, Paul.  Sin embargo, lo que más estremece son las palabras del propio Lemmy, un cowboy militar que pasa su vida entre escenarios, estudios de grabación y el Rainbow, antro rockero por excelencia, donde pasa las horas jugando en la máquina tragamonedas.

Además de giras y sesiones musicales, el documental indaga en la fascinación de Kilminster en objetos e historia militar, especialmente de la primera y segunda guerra mundial. En un paseo donde se le acompaña a manejar y disparar un tanque, se le comenta: “Varios podrían pensar que eres nazi…”, ante lo cual responde entre risas: “He tenido seis novias negras, soy el peor nazi del mundo”,  limitando su gusto por la estética militar a un asunto de libertad en el vestir.

Notable es un momento hacia el final de la película, cuando se le pregunta a Lemmy como quisiera morir y en una explosión de imaginería épica señala algo así como: “Con un ruido de trueno, yo desapareciendo en la cima de una montaña y con la inscripción “los he engañado, de nuevo”. Si eso no es rocanrol….

Al final de la película, queda la sensación de un viejo con el que uno podría sentarse a beber a destajo y probablemente no sería él quien terminaría desfalleciendo. Esa cercanía y cariño para con una figura tan dura y salvaje es el gran mérito de este trabajo.

STRANGE POWERS: STEPHIN MERRIT Y THE MAGNETIC FIELDS. Kerthy Fix & Gail O’Hara, 2010, Estados Unidos, 86’.

Este documental clásico de personaje se centra en la figura de Stephin Merrit, o lo que es lo mismo, en la historia de The Magnetic Fields, uno de los grupos más particulares y prolíficos del pop de las últimas décadas.

Merrit siempre ha sido un personaje que se ha negado a la sobrexposición y, a pesar del éxito y la recepción de la crítica de sus trabajos (especialmente, el colosal “69 love songs”), lo ha conseguido, a punta de un genio irritable y un bajo perfil de poeta tímido, pero no ingenuo.

El documental aborda en la relación de Merrit junto a los demás integrantes del grupo, pero especialmente, en su relación con Claudia Gosson, su amiga desde la época del colegio, pianista y cantante en el grupo y especie de manager. A ella se le debe, también, que la banda nunca haya traspasado los límites del indie. En esa relación de amor y odio, de profunda amistad, es donde puede conocerse y comprenderse la dinámica de creación del grupo, comandado por Merrit hasta en los más mínimos detalles, lo que añade un componente de tensión en su relación.

Sin embargo, a pesar de la profundidad de las entrevistas y de la relación que Merrit logra con la cámara,  da la sensación que siempre esconde algo, que no puede decirlo por precaución, porque su inteligencia le exige un escudo, un as bajo la manga. Pero Merrit se ríe de sí mismo y del resto, se ríen de él, le critican y le quieren.

La película intercala algunas actuaciones en vivo (donde la amistad entre ambos amigos se transforma en bromas o en preciosas interpretaciones al unísono), imágenes de archivo (un pasado punk y dark), momentos de la vida cotidiana (su fijación por pasar horas escribiendo canciones en bares gay), que van develando la relación entre la vida y la creación de Merrit, un crooner de voz  grave, amante de la instrumentación “exótica” para el pop (ukeleles, juguetes, guitarritas, percusiones, etc) y de los arreglos spectorianos, en base a cuerdas y otros elementos que han hecho del grupo una delicia contemporánea.

Humor blanco y negro, emotividad, estremecimiento, “belleza por sobre la convención”, es lo que entrega esta intensa película, un paseo por el universo sonoro y lírico de un hermoso compositor de canciones para grandes y chicos, literalmente.

LA ISLA DE LA FANTASÍA. Magdalena Gissi, Chile, 2010, 52’. Segunda mención  competencia nacional.

Tras 4 años de producción, y financiado en gran parte por la autogestión, desde Valparaíso llega esta película, que recoge los años de experiencia de un grupo de viejos cantantes porteños de cueca.

La Isla de la Fantasía es el lugar que don Benito junto a su compañera dieron vida hace 50 años: Una casa enclavada en un cerro, rodeada de árboles, parrones, y donde se reúnen diferentes generaciones en torno al vino y la cueca, acordeones, guitarras, panderos y requintos tocados con destreza.

Esta hermandad, que además ameniza con boleros y tangos, integra a personajes venidos de las más diferentes tradiciones, pero que hoy conviven de manera natural preservando el ambiente y el carácter de las viejas reuniones sociales, ya sea en sus presentaciones en vivo como en las convivencias privadas que realizan.

Más allá de algunos problemas de ritmo, entrampamiento, a ratos, en largas escenas, o de detalles de ciertos planos, La Isla de la Fantasía alimenta su valor documental en el registro de una cofradía que es patrimonio vivo, así como de cierto valor pedagógico que contiene (la distinción entre cueca brava, cueca porteña y santiaguina y cueca campesina, en voz de sus propio s cultores), en la generosidad de entregar la pantalla a una expresión natural de la música popular y en la confianza evidente de los antiguos hacia la directora.

PANK. ORÍGENES DEL PUNK  EN CHILE. Martín Nuñez, Chile, 2010, 80’.

Previo a la proyección de “Pank”, se visionó el breve documental de Gonzalo Justiniano “Guerreros pacifistas”, un extraño trabajo de 1984, realizado a su retorno a Chile desde el  exilio.  En él, “jóvenes punks”  son entrevistados sobre sus ideas y sensaciones respecto a la “onda”  que siguen. Uno no sabe si es un trabajo en serio o una especie de ficción documental con motivaciones de humor negro y burla (la escena del corte de pelo punk merece premio).  Al final, la segunda sensación es la que prima.

Las declaraciones de los supuestos punks sólo se refieren al tema estético, las vestimentas, el corte de pelo, justificadas por las libertades individuales que, ciertamente, en dictadura siempre son iniciales, en cuanto a la crítica de la situación, pero que son muy estrechas en cuanto al ideario más profundo que rodea al punk rock.

Tras el corto, se exhibió la película de Martín Núñez, un proyecto autogestionado que, a través de numerosas entrevistas y escasas imágenes de archivos, intenta reconstruir el contexto, el  ambiente, que impulsó el nacimiento y explosión subterránea de la música punk rock, sus motivaciones y la importancia del fenómeno como respuesta contracultural (en ese momento, política) a la opresión militar.

En ese sentido, las entrevistas giran en torno a los protagonistas: Músicos, por sobretodo, pero también artistas, periodistas y participantes de la escena. La historia del punk nacional no es una historia completamente desconocida antes de este trabajo audiovisual. Sin embargo, la síntesis realizada por Núñez tiene el tino de (re)construir a muchas voces, muchos relatos, la atmósfera de los ’80 en Santiago (y en Chile),  que no es sino la única condición objetiva que impulsó el nacimiento de un movimiento (anti)artístico marginal, bellamente nihilista, donde confluyeron personas de distintas clases sociales y formaciones, unidas bajo el odio y la necesidad de liberar la energía pútrida inyectada por la dictadura.

La escasez de imágenes de la época, obligó al director a sustentar el relato en entrevistas, lo que hace un poco repetitivo y extenso el documental. Sin embargo, el crisol de voces aportan desde muchos lados a crear una imagen más o menos certera de lo que fue esa época y, finalmente, el valor del trabajo no queda sólo en lo descriptivo, sino también en lo interpretativo.

Sin embargo,  como ocurre en muchos documentales que deslindan con elementos políticos, el sabor que queda hacia el final es agridulce. El triunfo del NO, la “caída” de Pinochet, la llegada de la “democracia” diluyen un movimiento que se ve cooptado, en parte, por la industria cultural, el dinero, etc, y que viene a confirmar la frase de Cocteau: “La estética del fracaso es la única duradera”, citada por una banda punk de los años dosmiles.

Un trabajo necesario, estéticamente cuidadoso, y que afirma su valor en una reconstrucción no mediatizada, sino que hecha  por sus propios protagonistas, algunos, punks ayer, otros, punks para siempre.

Cristóbal Cornejo

El Ciudadano

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