Lollapalooza 2019 – Día #1: De errores y visitas a lo lindo del rock

Abordar solo -con solo de soledad- un festival de las proporciones de Lollapalooza, con toda su maquinaria de promoción, su relevancia dentro de la oferta de eventos globales, la ambiciosa logística que dispone en mitad de esta ciudad y la parrilla de música y músicos que ofrece en tres días, se acerca más a un […]

Por Carlos Montes

27/04/2019

Publicado en

Artes / Concierto / Música

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Abordar solo -con solo de soledad- un festival de las proporciones de Lollapalooza, con toda su maquinaria de promoción, su relevancia dentro de la oferta de eventos globales, la ambiciosa logística que dispone en mitad de esta ciudad y la parrilla de música y músicos que ofrece en tres días, se acerca más a un desafío trabajoso que a una cita amable. Declaro que un festival como este se disfruta mucho más en compañía que en solitario, así que dicho esto, comparto mi viaje íntimo, incansablemente caminado y en que la hoja de ruta fue decidida entre la intuición, el fanatismo y la curiosidad.

Foto: Carlos Muller (Facebook Lollapalooza)

Tras haber llegado tarde por odiosos motivos de trabajo, empiezo este festival con un momento memorable que dejó la presentación de Los Tres, en especial, al ver a un Álvaro Henríquez en muy buena forma después del transplante al que fue sometido en mayo del año pasado. Y aunque el grupo ha tenido un par de presentaciones en este periodo, esta sin duda, es la más significativa, considerando la masividad y la relevancia de la cita.

En su hora de espectáculo, Los Tres sonaron más parecidos a sí mismos que a su versión #modocrucero, forma que en ocasiones afecta a las bandas consagradas y que en el trajín de estar tocando permanentemente, olvidan la frescura, el vértigo de la música en vivo. Pruebas de esto fueron decidir desempolvar el fabuloso single «La Respuesta» de un disco que a pesar de los años, aún no recibe los honores que merece, La sangre en el cuerpo; también está la participación de Pepe Fuentes y María Ester Zamora que regalaron un necesario puñado de cuecas entre tanto estímulo importado.

La sensación que dejaron Los Tres este día viernes fue de que las ganas de seguir activos continúan y que los tiempos aciagos sirvieron como resorte para reencantarse con su propio trabajo y con todo ese público que los quiere.

Foto: Carlos Muller (Facebook Lollapalooza)

Para lo que viene, confieso que fui dateado por un amigo del trabajo. Me dijo “Dato fijo y no tan conocido para este Lollapalooza es Jorja Smith”. Y tenía toda la razón, porque la presentación de la británica era como devolverle un poco el sonido orgánico y la voz sin filtro a un festival en donde abunda el autotune y las pistas con bajas frecuencias.

Smith en su hora de presentación, logró progresivamente conectarse con esta audiencia desde su calidad vocal, su actitud lejana a cualquier divismo y un fabuloso set de canciones en los que reina el R&B en todos sus deltas. Incluso la partida en falso de «I am» tras olvidarse de la letra, fueron motivo para que los presentes la hicieran su preferida esa tarde en el Acer Stage.

No tengo dudas que Jorja Smith con su actuación dio el primer paso en esta relación de amor con el público local lo que seguro la tendrá más seguido por estos lados.

Foto: Facebook Lollapalooza

Otro show para el recuerdo fue el de la joven banda estadounidense, Greta Van Fleet, con una presencia en la industria tan resistida como alabada. Con odiosos carteles como ser los sucesores o una copia de los señeros Led Zeppelin, estos cuatro músicos siguen con su proyecto sin hacer caso a esas minucias, movilizados solo por su amor a todo ese rock de viejo cuño.

Lo que pasó en el VTR Stage fue una especie de inyección de tradición rockera que escasea en la oferta de la industria de la música y del entretenimiento actualmente y aquí hay detenerse un poco, porque Greta Van Fleet es un grupo que ofrece precisamente eso, entretención, echando mano a su virtuosismo, a recursos estilísticos legados por el rock y sobre todo, a una confianza en su trabajo que se expresa en la poderosa energía que derrochan y que termina por prender incluso a quienes no son seguidores del género -era cosa de ver lo heterogéneo del público esa tarde-.

«The Cold Wind», «Black Smoke Rising», «Flower Power» o «Watching Over», son ejemplo de las buenas canciones compuestas por Greta de las que seguramente muchos podríamos encontrar majaderamente sus correlatos inmediatos en otras del cancionero clásico del rock, sin embargo, quedarse detenido en esa actitud termina siendo nocivo frente a cualquier proyecto creativo levantado en este tiempo dadas las transformaciones y el estado actual de la industria. Por todo esto, el camino hostil de la comparación porque sí o del determinismo frente a cualquier proyecto no hace más que encapsularlo, confinarlo al terreno de la crítica gratuita y lo cierto es que las canciones juegan en un espacio más sencillo: te gustan o no te gustan, simple.

Foto: Javier Torres (Facebook Lollapalooza)

Hasta que llegó el momento más ingrato del viernes con la presentación de Lenny Kravitz y un error técnico imperdonable en las canciones «Fly away» y «Dig in», las que sonaban con una insoportable intermitencia, terminando con Lenny cabreado saliendo del escenario diciendo “Nos dijeron que teníamos que parar porque tenemos problemas técnicos”. Fueron más de 30 minutos de espera que si los observamos con simple ojo crítico, no son justificables en el contexto de ningún festival de estas características (y en el de ninguno, la verdad).

Una vez reiniciada la música, el músico norteamericano junto a su banda de ensueño -Craig Ross en guitarra, Gail Ann Dorsey en bajo, la batería de Franklin Vanderbilt Jr. más un trío de bronces-, se encargó de revertir en alguna medida el tiempo perdido, aún sabiendo que su show no estaría completo según lo planificado. Y pasó que esa actitud de hacerse cargo fue en alzada, reafirmándose con canciones fabulosas como «It Ain’t Over ‘Til It’s Over», «Always on the run» y al cierre «Are you gonna go my way», permitiéndose en algunas nutridos alargues, mensajes sobre la importancia del amor en este mundo infame hasta un paseo extenso saludando al público.

Kravitz nos dejó con la promesa de un concierto de tres horas en un futuro próximo, compromiso que ayuda aunque sea un poco a mitigar el triste error técnico que perjudicó su noche, pero sin duda lo que mejor dejó el norteamericano la jornada de este primer día, fue devolvernos un poco esa sensación de que el lenguaje del rock de vieja guardia sigue activo y que el legado de gigantes como Jimi Hendrix -cuya imagen llevaba Lenny en su polera esa noche-, resuena gigante en muchas y muchos de los que estuvimos presentes.

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