Cazador muere bajo el peso de un elefante al que habían herido de bala

El episodio que terminó con las muertes del elefante y el cazador, debería servir como una muestra de que las acciones tienen consecuencias. Botha era un conocido sudafricano que animaba a los millonarios a unirse a este --poco digno-- deporte.

Por Sofia Olea

22/05/2017

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Theunis Botha cuando vivía para contar sus fechorías

La humanidad puede tener muchos efectos nefastos sobre la vida salvaje. Desde alimentarlos con comida que les hace daño, hasta matarlos y torturarlos por deporte. Por eso es comprensible cuando algunos no aguantan más y un día se defienden.

Algo así le pasó al equipo de cazadores de Theunis Botha, quienes recibieron una dramática lección cuando acechaban elefantes en la villa de Gwai, en Zimbabwe. Los cazadores tropezaron con una manada que cuidaba a sus crías; cuando algunos elefantes arremetieron contra ellos, Botha reaccionó disparándoles.

Uno de los elefantes llegó desde un lado y lo levantó en el aire con su trompa. Otro cazador disparó al animal, esperando que soltara a Botha y huyera, pero el disparo lo mató, haciéndolo caer sobre el cazador, quien también murió por aplastamiento.

El juego de la caza es polémico por varios motivos. Aunque algunos argumentan que la caza controlada y cuidadosa trae algunos beneficios ecológicos, la verdad es que gran parte de ella ayuda a borrar especies vulnerables del planeta, lo que deja a los cazadores en una posición de dudosa moral. Es cierto que la caza ilegal es mucho peor y que la destrucción del hábitat tampoco ayuda –actividades realizadas muchas veces con el consentimiento de los gobiernos-, pero la caza controlada ciertamente no se salva de empeorar la situación.

En lo más básico, la caza es un combate injusto y desigual. Los elefantes están tranquilos en su hábitat; no esperan que vengan humanos a atacarlos cuando están criando o a acecharlos en silencio con rifles de larga distancia, automóviles o helicópteros. La verdad es que no hay nada digno en la actividad de matar animales indefensos por deporte.

El episodio que terminó con las muertes del elefante y el cazador, debería servir como una muestra de que las acciones tienen consecuencias. Botha era un conocido sudafricano que solía aventurarse a Estados Unidos para animar a los millonarios estadounidenses a unirse a este deporte, y con frecuencia se lo veía cazando junto a sus perros.

Su muerte no es la primera de este año por una causa similar. En abril, Scott van Zyl, (amigo de Botha) también buscaba trofeos de caza en Zimbabwe, cuando fue atacado por cocodrilos en la orilla del río Limpopo.

Por IFLScience

El Ciudadano

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