El cerebro y su fascinante capacidad para crear alucinaciones sin drogas

Sin drogas el cerebro también puede crear alucinaciones; solo hay que saber cómo manipularlo correctamente.

El cerebro humano es un universo sorprendente. Al lado de nuestros parientes primates -que tienen miles o tal vez millones de años de evolución- y de las máquinas más complejas que hemos creado, nuestros poderes de conciencia e ingenio son extraordinarios.

Esas 100 mil millones de neuronas que componen el sistema nervioso también son increíblemente frágiles. Si por ejemplo, la más pequeña conexión no funciona bien o se bloquea una determinada vía neural, el sistema puede desmoronarse rápidamente.

Pero el cerebro humano también puede volverse extraño por sí solo y ese potencial hace que sea sorprendentemente fácil engañarlo para que vea y oiga cosas que en realidad no existen.

Sin drogas el cerebro también puede crear alucinaciones; solo hay que saber cómo manipularlo correctamente.

Como se demuestra en este video de 2016, si se crea una situación de privación sensorial intensa, usando algunos objetos domésticos comunes, es posible inducir alucinaciones fuertes que alteren el sentido de la vista y el del sonido.

Los anfitriones del video usaron una serie de implementos y recursos para lograr este cometido: hojas de papel blanco, relleno de algodón, bandas de goma, algunas herramientas de escritorio, como tijeras, cinta adhesiva, una engrapadora (o corchetera) y cuerda. Ruido blanco o estática de televisión (pueden estar en un video de YouTube), que esté funcionando continuamente durante al menos 30 minutos. Auriculares con cancelación de ruido.

En el video se puede ver que la idea es, básicamente, privarse de cualquier información sensorial. Los efectos generalmente comienzan a aparecer después de aproximadamente 10 a 30 minutos.

Después de 20 minutos, los conductores de Scam School informaron haber visto «flores de color» que pronto formaron formas como siluetas de dinosaurios, medusas o el Ojo de Sauron. Uno de ellos escuchó gritos; el otro, risa.

Lo que ellos hacen sigue los principios de un fenómeno científico real, conocido como el efecto Ganzfeld, que describe cómo cuando estás expuesto a «un campo de estimulación uniforme y no estructurado» (como ver la oscuridad total o escuchar constantemente la televisión estática), el cerebro responde amplificando el ruido neuronal en un esfuerzo por encontrar señales visuales inexistentes. Esto puede provocar alucinaciones tanto visuales como auditivas.

Por supuesto, cada persona experimentará el efecto de diferente manera.

Cuando en otro video se probó otra versión de la privación sensorial -encerrándose en una cámara anecoica (negra y ultra silenciosa) durante 45 minutos-, se desmintió el mito de que la falta de estimulación provocaría locura, pero sí se constataron algunas sensaciones extrañas.

«Quizás lo más extraño que noté fue el sentido de mi corazón», dijo una participante: «sentí que bombeaba muy fuerte y podía sentir casi como si la sangre me atravesara. No era como si lo estuviera escuchando, era como si lo estuviera sintiendo. Y me sentía como si, en cierto modo, mi corazón hubiera estado sacudiendo mi cuerpo. Eso fue algo raro».

En este caso no se experimentó alucinaciones per se, pero lo que se describe con el corazón sugiere que el cerebro de esa persona estaba amplificando las cosas en ausencia de cualquier estímulo.

Curiosamente, los investigadores demostraron un efecto similar en un experimento en 2015, donde pidieron a los voluntarios que se miraran a los ojos durante 10 minutos seguidos.

«Los participantes en el grupo de ‘mirarse a los ojos’ dijeron que habían tenido una experiencia convincente, diferente a todo lo que habían sentido antes», informaba Christian Jarrett para British Psychological Society’s Research Digest .

Se cree que es un campo científico impreciso, porque cada cerebro responde de manera diferente a las galletitas que le tiramos, pero probar el método no es tan complicado. Uno puede comprobar por sí mismo si funciona y, con un poco de entusiasmo científico, registrar cómo es la experiencia.

El Ciudadano, vía Science Alert

 

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