Domingos de ciencia:

Contaminación lumínica está relacionada con la diseminación del virus del Nilo Occidental

La luz artificial altera los patrones de conducta de mosquitos y aves; una investigación realizada en Florida (EU) encontró razones para creer que la contaminación lumínica atenuada es un factor que incrementa el riesgo de transmisión de ciertas enfermedades infecciosas emergentes.

Por Gerardo Sifuentes

La iluminación artificial confunde los ciclos de reproducción o los ritmos circadianos que sincronizan los procesos naturales de aves, peces, insectos y plantas del mismo modo que lo hace para los humanos; también interrumpe nuestro sueño e impide la producción nocturna del cuerpo de la hormona melatonina, entre otros efectos. Ahora se sabe que además podría incidir en los patrones de diseminación de enfermedades infecciosas, al menos en la provocada por el virus del Nilo Occidental.

Las aves migratorias que son huéspedes del virus suelen sentirse atraídas por la luz que emana de las ciudades, lo cual es una trampa doble: no solo provoca que choquen contra casas y edificios, sino también como se ha demostrado en investigaciones anteriores esta afecta su respuesta inmunitaria al patógeno, dejándolas vulnerables al mismo. Por otro lado, las aves saben por instinto que donde hay iluminación habrá también muchos insectos, lo que aumenta en gran medida la probabilidad de que sean picados por los mosquitos, vectores que posteriormente lo transmiten a caballos y humanos.

Una investigación reciente encabezada por la doctorante Meredith K. Kernbach, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad del Estado de Florida, Estados Unidos, encontró que el riesgo de exposición al virus aumenta en áreas donde el resplandor de la luz eléctrica nocturna es atenuado, a diferencia de áreas con mayor intensidad lumínica donde el riesgo resulta ser menor. De esta manera se dedujo que las zonas de mayor incidencia del virus son los suburbios y áreas rurales aledaños a las grandes ciudades de donde surge el gran resplandor de la iluminación nocturna. El hallazgo pone en contraste algunas sospechas que se tenían anteriormente, que señalaban otros predictores de riesgo como la densidad humana, el calor de las calles asfaltadas y presencia de alcantarillados que facilitaban la reproducción de los mosquitos. Ahora la gran duda que surge es si otras enfermedades infecciosas emergentes tienen el mismo comportamiento.

Los efectos biológicos de presuntas sustancias tóxicas en el ambiente pueden evaluarse al observar a animales en su hábitat natural, para así medir la intensidad de las exposiciones. Pero también los animales pueden colocarse deliberadamente en un área de especial interés para permitir la recopilación de datos. A estos últimos animales se les llama centinelas. En 2018 se publicaron los resultados de otra investigación de Kernbach en los que había encontrado evidencia de que la baja iluminación nocturna podía prolongar el riesgo de que gorriones que habitan zonas urbanas transmitieran el virus del Nilo Occidental, esto debido a que su sistema inmune tardaba más en combatir el ataque de virus. En la reciente investigación, publicada en la revista científica Proceedings of the Royal Society B, Kernbach y su equipo utilizaron gallinas como centinelas colocadas en 105 distintas ubicaciones en todo el territorio de Florida, de las que se extrajeron seis mil 468 muestras a lo largo de cuatro años; la mayoría de los casos del virus del Nilo Occidental estaban presentes en gallinas expuestas a bajos niveles de luz en comparación con aquellas rodeadas por áreas no contaminadas y las intensamente contaminadas por la luz. ¿Por qué esta diferencia? La duda quizá sea el motivo de investigaciones posteriores.

Las enfermedades infecciosas emergentes son aquellas que surgen en una zona donde no es común encontrarlas, provocadas por agentes de reciente aparición y representan una amenaza para la salud mundial. Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que el virus del Nilo Occidental fue identificado por primera vez en 1937 en Uganda. La enfermedad que provoca ocurre por medio de la picadura de diversas especies de mosquitos, en particular del género Culex.

Aunque su presencia estaba registrada en algunos países de África, Asia y Europa desde hacía años, era desconocida en el continente americano hasta que en el verano de 1999 se reportaron los primeros casos de fiebre por infección en Nueva York, EU, y la zona fronteriza canadiense. En 2002 se registraron los primeros casos en México en caballos y se ha extendido hasta países como Venezuela, según datos de la OMS. Aunque este virus del género flavivirus puede producir una enfermedad letal del sistema nervioso, en realidad 80 por ciento de quienes se ven afectados apenas si reportan síntomas.

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