Decisiones erróneas

Irán: Política exterior de EE. UU. al borde del colapso y aislamiento mundial

El canciller de Irán, Mohamad Yavad Zarif, lamentó que en el último año y medio, la política exterior estadounidense se ha visto guiada por una mera ilusión

Por Anais Lucena

21/06/2018

Publicado en

Estados Unidos / Mundo

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ee.uu

Las medidas radicales de política exterior asumidas por el gobierno del presidente de Estados Unidos (EE. UU.), Donald Trump, infligen un daño considerable al multilateralismo y a las perspectivas de una solución diplomática a las controversias.

Algunos ejemplos de ello son: la salida del Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA) alcanzado sobre el programa nuclear de Irán, poner en peligro el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el libre comercio y partes del sistema de las Naciones Unidas.

En este sentido, el medio HispanTv hizo público un escrito del ministro de Asuntos Exteriores de la República Islámica de Irán, Mohamad Yavad Zarif, en el que cuestiona todas las erróneas decisiones implementadas por el gobierno norteamericano que vulneran cualquier posibilidad de negociación con el país.

El representante Iranía lamenta que «en el último año y medio, la política exterior de EE. UU, si aún merece este nombre, se ha visto guiada por una mera ilusión» y repudia la injerencia e intervención característica norteamericana contra naciones soberanas e independientes.

A continuación el texto difundido:

El Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA), alcanzado sobre el programa nuclear de Irán, es el tercer pacto internacional que ha abandonado la actual Administración de Estados Unidos tras el Acuerdo de Asociación Transpacífico y el Acuerdo Climático de París.

El Gobierno de Washington ha puesto, además, en peligro otros pactos, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el libre comercio y partes del sistema de las Naciones Unidas, infligiendo así un daño considerable al multilateralismo y a las perspectivas de una solución diplomática a las controversias.

La salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear el 8 de mayo de 2018 y la reimposición unilateral e ilegal de sanciones, pese a ir ello en contra de la opinión pública estadounidense, fue la culminación de una serie de violaciones de los términos del acuerdo por parte esta Administración, a pesar de que la AIEA, como la única autoridad internacional competente, había verificado reiteradamente el cumplimiento de Irán de sus compromisos en virtud del acuerdo. La decisión de Estados Unidos fue repudiada por la comunidad internacional e incluso por los aliados más cercanos de Estados Unidos, como lo son la Unión Europea (UE), el Reino Unido, Francia y Alemania.

El 21 de mayo de 2018, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, en una declaración infundada e insultante, emitió una serie de demandas y amenazas contra Irán en una descarada violación del derecho internacional, las normativas internacionales bien establecidas y el comportamiento civilizado. Su declaración reflejó una reacción desesperada del Gobierno de Estados Unidos, ante la abrumadora oposición de la comunidad internacional, a los persistentes esfuerzos de la Casa Blanca por destrozar el pacto y, como consecuencia de ello, el aislamiento de Washington. El Sr. Pompeo, en su declaración, intentó justificar la retirada de Estados Unidos del pacto y desviar a la opinión pública internacional del comportamiento ilegal de Estados Unidos y su violación flagrante de la resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU; una resolución redactada y propuesta por el propio Estados Unidos, y aprobada por unanimidad por el aludido Consejo. Las 12 precondiciones presentadas por el Sr. Pompeo son especialmente absurdas, ya que la propia Administración de Estados Unidos está cada vez más aislada debido a su esfuerzo por socavar el multilateralismo y la diplomacia. No sorprende que esta declaración y la otra formulada por el presidente de Estados Unidos sobre Irán hayan sido ignoradas o recibidas negativamente por la comunidad internacional, hasta entre los amigos de Estados Unidos. Solo un puñado de estados clientes de EE.UU. en nuestra región lo acogió con satisfacción.

Dudo seriamente de que el secretario de Estado de EE. UU. ni siquiera supiera un poco de la historia y cultura de Irán, y de la lucha del pueblo iraní por la independencia y la libertad, y si hubiera sabido que el sistema político de Irán, en contraposición con los de los aliados estadounidenses en la región, se basa en una revolución popular y en la voluntad del pueblo, no habría pronunciado una declaración tan extravagante. Sin embargo, él debería saber que poner fin a la intervención extranjera en los asuntos internos de Irán, que culminó en los 25 años posteriores al golpe orquestado en 1953, siempre había sido una de las principales demandas de los iraníes desde mucho antes de la Revolución Islámica. También debe saber que en los últimos 40 años el pueblo iraní ha resistido heroicamente y ha frustrado las agresiones y presiones de EE. UU., incluidos sus intentos de golpe de Estado, sus intervenciones militares, su apoyo al agresor en una guerra de 8 años, la imposición de medidas unilaterales y extraterritoriales, y hasta multilaterales, e incluso el derribar un avión de pasajeros en el Golfo Pérsico en 1987. «Nunca olvidar» es nuestro mantra, también.

La República Islámica de Irán debe su fuerza y ​​estabilidad a su pueblo valiente y amante de la paz; un pueblo que, mientras busca una interacción constructiva con el mundo sobre la base del respeto mutuo, no duda en resistir ante la agresión y las extorsiones, y defenderá al unísono la independencia y el honor de su país. El pasado ha demostrado el hecho de que quienes organizaron la agresión contra esta tierra milenaria, como Saddam (Husein, el exdictador de Irak) y los partidarios de su régimen, acabaron sumidos en la ignominia, mientras que Irán sigue orgulloso y vibrantemente su camino hacia un futuro mejor y más brillante.

Lamento afirmar que en el último año y medio, la política exterior de Estados Unidos, si aún merece este nombre, se ha visto guiada por una mera ilusión. El presidente de EE. UU. y  su secretario de Estado han lanzado acusaciones infundadas y provocativas contra Irán, las cuales constituyen una injerencia flagrante de los asuntos internos de Irán, además de amenazas contra un estado miembro de la ONU, y violan las obligaciones internacionales de Washington de la Carta de la ONU, el Tratado de 1955 y el Acuerdo de Argel de 1981. Si bien rechazo estas acusaciones ficticias, me gustaría llamar la atención de las autoridades políticas de Estados Unidos sobre algunos aspectos de su política exterior que son perjudiciales para toda la comunidad internacional:

Las decisiones impulsivas e irracionales del presidente de EE.UU., por un lado,  y el esfuerzo de sus subordinados por justificar y persuadir a una audiencia reacia nacional y extranjera, por otro lado, han sido las características principales que han determinado el proceso de adopción de decisiones de Estados Unidos en los últimos 17 meses. Este proceso, junto a explicaciones mal concebidas y apresuradas para justificar, generalmente conducen a declaraciones y actos contradictorios. Como ejemplo, en su papel como director de la CIA, Mike Pompeo dijo una vez en una audiencia del Congreso: «Irán no ha violado sus compromisos». Más tarde y tras la decisión del presidente estadounidense de retirarse del acuerdo, el ahora secretario de Estado Pompeo declaró el 21 de mayo, enfáticamente, que «Irán sí ha violado sus compromisos».

No sería una exageración afirmar que parte de la política exterior de Estados Unidos se ha subastado, mucho más allá de las prácticas habituales de los grupos de presión. No tiene precedente alguno el hecho de que un presidente de Estados Unidos eligiera un país como destino de su primera visita, una nación a la que en muchas ocasiones, durante la campaña electoral, calificó de “fanática y partidaria del terrorismo”. O que en público condicionara su política externa a la compra de armas y otros artículos estadounidenses. Ciertos informes sugieren que en algunos casos, como en la crisis de Catar, intereses financieros ilegítimos han sido la base, mal concebida, sobre la cual Estados Unidos ha actuado.

El desprecio por el derecho internacional y los intentos de socavar el Estado de derecho en las relaciones internacionales han sido algunas de las características principales de la política exterior de la actual Administración. Según los informes dados a conocer por los medios, los negociadores estadounidenses en la Cumbre del G7 insistieron, incluso, en eliminar la frase «nuestro compromiso de promover el orden internacional basado en leyes». Este enfoque destructivo comenzó ignorando el principio fundamental de pacta sunt servanda, que es posiblemente el principio más antiguo del derecho internacional. La retirada de Estados Unidos de algunos acuerdos internacionales y el hecho de socavar otros, junto a los esfuerzos por debilitar a las organizaciones internacionales, son ejemplos de las actuaciones destructivas adoptadas hasta ahora por el Gobierno de Estados Unidos, que desafortunadamente han oscurecido las perspectivas para un orden internacional. Obviamente, la continuación de tales políticas puede poner en peligro la estabilidad de la comunidad internacional, convirtiendo a EE. UU. en un estado vil.

Tomar decisiones en base a ilusiones es otro aspecto de la política exterior de EE. UU., que se ha visto mejor representado en la región de Asia Occidental. La decisión ilegal y provocadora respecto a Al-Quds al-Sharif, el apoyo ciego a las crueles atrocidades cometidas por el régimen sionista contra los habitantes de Gaza y los ataques aéreos y de misiles contra Siria, son algunos de los aspectos más destacados de esa política exterior sin principios. La declaración del Sr. Pompeo el 21 de mayo fue la culminación de un enfoque delirante de Estados Unidos hacia nuestra región. Irónicamente, el secretario de Estado de EE. UU. intentó establecer precondiciones para las negociaciones y el acuerdo con la República Islámica de Irán en un momento en el que la comunidad internacional duda sobre la posibilidad o incluso utilidad de negociar o no con EE. UU. ¿Cómo puede el Gobierno de Estados Unidos esperar ser considerado o tratado como un partido confiable en otra ronda de negociaciones serias tras su retirada unilateral e injustificada de un acuerdo que fue fruto de cientos de horas de arduas negociaciones bilaterales y multilaterales, en las que la más alta autoridad de Asuntos Exteriores de Estados Unidos participó, y que fue presentado al Consejo de Seguridad por los Estados Unidos, y adoptado por unanimidad como un compromiso internacional en virtud del artículo 25 de la Carta? Las recientes declaraciones y acciones del presidente de Estados Unidos, incluido el incumplimiento de su acuerdo con el G7, son otros ejemplos de su comportamiento errático. Sus comentarios inmediatamente posteriores a su reunión con el líder de la República Popular Democrática de Corea respecto a su posible cambio de opinión en 6 meses son indicativos de lo que enfrenta el mundo: una Administración estadounidense irracional y peligrosa. ¿El secretario de Estado de Estados Unidos realmente espera que Irán negocie con un gobierno, cuyo presidente dice: «puedo comparecer ante ustedes en seis meses y decir: ‘Oigan, estaba equivocado. No sé si alguna vez lo admitiré, pero encontraré algún tipo de excusa’»? ¿Puede ese Gobierno realmente establecer precondiciones para Irán? ¿No queda realmente confuso quién es el demandante y quién es el acusado? El Sr. Pompeo ha olvidado que es el Gobierno de EE. UU. el que debe demostrar la credibilidad de sus palabras y la legitimidad de su firma, y ​​no el partido que ha cumplido con sus obligaciones internacionales y se apega a su palabra. De hecho, la verdad es que todas las administraciones estadounidenses en los últimos 70 años deben rendir cuentas por su desprecio por el derecho internacional y por sus violaciones de los acuerdos bilaterales y multilaterales con Irán. Una breve lista de las demandas legítimas del pueblo iraní a EE. UU. puede incluir los siguientes puntos:

El Gobierno de Estados Unidos debe respetar la independencia y la soberanía nacional de Irán y asegurar a Irán que pondrá fin a su intervención en los asuntos internos de Irán, de conformidad con el derecho internacional, en general, y el Acuerdo de Argel de 1981, en particular.

Estados Unidos debe abandonar su política de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza -que constituyen una violación de las normas preeminentes del derecho internacional y los principios de la Carta de las Naciones Unidas-, como una opción contra la República Islámica de Irán y otros estados.

El Gobierno de EE.UU. debe respetar la inmunidad estatal del Gobierno de la República Islámica de Irán, que es un principio fundamental del derecho internacional y, al mismo tiempo que rescinde juicios financieros arbitrarios e ilegales previos, debe abstenerse de ejecutarlos en EE. UU.  y extraterritorialmente.

El Gobierno de EE.UU. debe reconocer abiertamente sus acciones injustificadas e ilegales contra el pueblo de Irán en las últimas décadas, incluidas las siguientes, y debe tomar medidas correctivas para compensar al pueblo de Irán por los daños sufridos, y proporcionar garantías verificables de que cesará, y desistirá de tales medidas ilegales, y que se abstiene de repetirlas:

a) Su papel en el golpe de 1953, que llevó al derrocamiento del gobierno legítimo y democráticamente elegido de Irán y los siguientes 25 años de dictadura en Irán.

b)  El bloqueo ilícito, confiscación de decenas de miles de millones de dólares en activos del pueblo iraní después de la Revolución Islámicao bajo diversos pretextos sin fundamento alguno en los últimos años.

c) La agresión militar directa contra Irán en abril de 1980, que fue una flagrante violación de la soberanía y la integridad territorial de Irán.

d) El suministro de ayuda militar y de inteligencia masiva al exdictador iraquí durante la guerra de 8 años que impuso al pueblo iraní, infligiendo cientos de miles de millones de dólares en daños y perjuicios a Irán y su pueblo.

e) Su responsabilidad en el enorme sufrimiento que han padecido los iraníes en las últimas tres décadas como resultado del uso, por parte de Saddam, de armas químicas, cuyos materiales fueron proporcionadospor EE. UU.y algunos países occidentales.

f) El derribo de un vuelo de pasajeros de Iran Air por el USS Vincennes en julio de 1988, un delito flagrante que llevó a la pérdida de 290 vidas entre pasajeros y tripulación, y la condecoración del capitán de la nave con una medalla.

g) Los ataques iterativos contra las plataformas petroleras de Irán en el Golfo Pérsico en la primavera de 1988.

h) Los insultos repetidos e injustificados contra el pueblo iraní al llamar a toda la nación «una nación fuera de la ley y deshonesta» o «una nación terrorista» e incluyendo a Irán en el llamado «eje del mal».

i) El establecimiento ilícito e irracional de una lista intolerante de los nacionales de algunos países islámicos, incluidos los iraníes, que prohíbe su ingreso a EE. UU. Los iraníes están entre los inmigrantes más exitosos, educados y respetuosos de la ley en Estados Unidos y han brindado un gran servicio a la sociedad estadounidense. Ahora tienen prohibido ver a sus seres queridos, incluso a sus abuelos.

j) El conceder y proporcionar refugio seguro a los saboteadores antiraníes en Estados Unidos, que incitan abiertamente a la violencia ciega contra la población civil iraní, y apoyan a bandas criminales y milicias y organizaciones terroristas, algunas de las cuales fueron catalogadas durante años como grupos terroristas por EE. UU., pero que luego fueron retiradas de la lista después de un intenso cabildeo por parte de quienes han recibido dinero de ellos. Algunos de esos grupos de presión ahora ocupan puestos de alto rango en la Administración Trump.

k) El apoyo proporcionado al Mossad para cometer asesinatos terroristas de científicos nucleares iraníes.

l) El sabotaje del programa nuclear pacífico de Irán a través de ciberataques.

m) La fabricación de documentos falsos para engañar a la comunidad internacional y crear una crisis innecesaria.

El Gobierno de Estados Unidos debe cesar su persistente agresión económica contra el pueblo iraní, una meta que ha perseguido en las últimas cuatro décadas. Debe anular las sanciones crueles, extensas y primarias y extraterritoriales, rescindir cientos de legislaciones y órdenes ejecutivas destinadas a perturbar el desarrollo normal de Irán, que contravienen flagrantemente el derecho internacional y han sido universalmente condenadas, y debe compensar al pueblo iraní por los enormes daños a la economía iraní y su pueblo;

El Gobierno de EE. UU. debe cesar inmediatamente sus violaciones e incumplimientos del pacto nuclear, que ha causado cientos de miles de millones de dólares en daños directos e indirectos por perturbar el comercio y la inversión extranjera en Irán, y debe compensar a los iraníes por estos daños y comprometerse a implementar incondicionalmente y verificablemente todas sus obligaciones bajo el acuerdo, y abstenerse de cualquier política o acción que afecte adversamente la normalización de las relaciones comerciales y económicas con Irán.

El Gobierno de Estados Unidos debería liberar a todos los iraníes y no iraníes detenidos bajo condiciones crueles en EE. UU. por cargos fabricados relacionados con la violación de las sanciones, o detenidos en otros países luego de la presión ilegal del Gobierno de EE. UU. para su extradición, y compensarlos por el daño que les ha sido infligido. Estos incluyen mujeres embarazadas, ancianos y personas que padecen problemas de salud graves, algunos de los cuales incluso perecido en prisión.

El Gobierno de EE. UU. debe reconocer las consecuencias de sus invasiones e intervenciones en la región, incluso en Irak, Afganistán y la región del Golfo Pérsico, y retirar sus fuerzas y dejar de interferir en la región.

El Gobierno de EE. UU. debe cesar las políticas y el comportamiento que han llevado a la creación del grupo terrorista Daesh y otras organizaciones extremistas, y obligar a sus aliados regionales a dejar de proporcionar apoyo financiero y político y armamento a los grupos extremistas en Asia Occidental y el mundo.

El Gobierno de Estados Unidos debería dejar de proporcionar armas y equipamiento militar a los agresores, que están asesinando a miles de civiles yemeníes inocentes y destruyendo el país, y cesar su participación en estos ataques. Debería obligar a sus aliados a poner fin a su agresión contra Yemen y compensar el enorme daño causado a ese país.

El Gobierno de Estados Unidos debe detener su apoyo ilimitado e incondicional al régimen sionista, de acuerdo con sus obligaciones bajo el derecho internacional, condenar su política de apartheid y violaciones flagrantes de los derechos humanos, y apoyar los derechos del pueblo palestino, incluido su derecho a la autodeterminación y el establecimiento de un Estado palestino independiente con Al-Quds al-Sharif como su capital.

El Gobierno de EE. UU. debería dejar de vender cientos de miles de millones de equipos militares letales cada año a las regiones en crisis, especialmente al oeste de Asia, y en lugar de convertir estas regiones en barriles de pólvora, debería permitir que la enorme cantidad de dinero gastada en armas sirva como fondos para el desarrollo y combatir la pobreza. Solo una parte del dinero pagado por los clientes de armas de EE. UU. podría aliviar el hambre y la pobreza extrema, proporcionar agua potable y combatir las enfermedades en todo el mundo.

El Gobierno de Estados Unidos debería dejar de oponerse a los esfuerzos de la comunidad internacional durante las últimas cinco décadas para establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en Oriente Medio. Debería obligar al régimen sionista -con su historial de agresión y ocupación- a desnuclearizarse, neutralizando así la amenaza real más grave para la paz y la seguridad regional e internacional, que emana de las armas más destructivas en manos del régimen más belicista de nuestro tiempo.

El Gobierno de los Estados Unidos debería dejar de depender cada vez más de las armas nucleares y las doctrinas del uso de las armas nucleares para contrarrestar las amenazas no nucleares, una política que contraviene flagrantemente su compromiso bajo el artículo VI del Tratado de No Proliferación, la opinión consultiva del Tribunal Internacional de Justicia, la Declaración de la Conferencia de Revisión del TNP de 1995 y la resolución 984 del Consejo de Seguridad de la ONU. Estados Unidos debe cumplir sus obligaciones morales, legales y de seguridad en el ámbito del desarme nuclear, que es una demanda casi unánime de todos los estados miembros de las Naciones Unidas y prácticamente de todas las personas de todo el mundo, incluso de exsecretarios de Estado de EE. UU. Como el único estado que pasó por la vergüenza de usar armas nucleares, le corresponde a Estados Unidos liberar a la humanidad de la pesadilla del holocausto nuclear mundial y renunciar a la ilusión de una seguridad basada en la destrucción mutua asegurada (DAM).

El Gobierno de Estados Unidos debe comprometerse de una vez por todas a respetar el principio de pacta sunt servanda (se deben mantener los acuerdos), que es el principio más fundamental del derecho internacional y una base para las relaciones civilizadas entre los pueblos, y descartar en la práctica la doctrina peligrosa que considera el derecho internacional y las organizaciones internacionales simplemente como «una herramienta en la caja de herramientas de Estados Unidos».

Las políticas estadounidenses antes mencionadas son ejemplos que han hecho que los iraníes desconfíen del Gobierno estadounidense. También se encuentran entre las causas subyacentes de la injusticia, la violencia, el terrorismo, la guerra y la inseguridad en Asia Occidental. Estas políticas no traerán más que un alto costo en vidas humanas y bienes materiales para diferentes regiones del mundo, y el aislamiento de Estados Unidos dentro de la opinión pública mundial. Los únicos que se benefician son y serán los fabricantes de armas letales. Si el Gobierno de EE. UU. tuviera el coraje de renunciar a estas políticas con palabras y hechos, su aislamiento global cesaría y emergería una nueva imagen de EE. UU. en el mundo, incluso en Irán, allanando el camino hacia esfuerzos conjuntos para la seguridad, la estabilidad y la inclusión de un desarrollo sostenible.

Reconozco que, lamentablemente, no es realista albergar la esperanza de un cambio de ese tipo en el comportamiento de EE. UU. bajo las circunstancias actuales. La República Islámica de Irán ha promovido, a nivel internacional, la inclusión, el multilateralismo, el diálogo, el respeto al Estado de derecho y el desarme nuclear, a través de iniciativas como «el diálogo entre civilizaciones» y «el mundo contra la violencia y el extremismo», así como mediante la participación activa en los esfuerzos mundiales para lograr el desarme nuclear y un orden mundial basado en la ley. Además, hemos presentado soluciones prácticas para las crisis en Siria y Yemen desde el primer día que estallaron, y hemos tomado parte en las iniciativas políticas para, lamentablemente, los oídos sordos de los Estados Unidos, que continúan apoyando a los agresores y terroristas en todos los conflictos en nuestra región. Y luego de la retirada de los Estados Unidos del PIAC, Irán se ha comprometido sinceramente con los participantes restantes del pacto (EU / E3 + 2) en una muestra de buena fe por rescatar este logro diplomático global único. Continuamos haciéndolo a partir de este escrito.

En el ámbito nacional, la República Islámica del Irán ha garantizado su seguridad y estabilidad en las últimas cuatro décadas sobre la base de sus capacidades internas inherentes y su dependencia del gran pueblo iraní, no de la benevolencia o el patrocinio de potencia extranjera alguna, y a pesar de todas las presiones externas y con los mínimos costos militares en la región, cada día somos más poderosos, más estables y estamos más desarrollados.

A diferencia de los EE. UU. y su política exterior, Irán, de acuerdo con su Constitución, ni busca dominar ni nunca se someterá a la dominación. Cree que la era de la hegemonía regional y global ha pasado hace mucho tiempo, y cualquier esfuerzo por poder alguno para lograrlo es inútil. En lugar de ceder a la dominación extranjera o tratar de dominar a los demás, los países de nuestra región deberían tratar de crear una región más fuerte, más próspera y más estable. Nosotros, en Irán, vemos nuestra seguridad y estabilidad como inseparables de las de nuestros vecinos. Contamos con una historia y una cultura comunes, así como oportunidades y desafíos indivisibles, y solo podemos disfrutar de la seguridad y la estabilidad en el hogar, si nuestros vecinos disfrutan de estabilidad y seguridad interna e internacional. Esperamos que otros países regionales adopten un enfoque similar, y en lugar de insistir en el experimento fallido de «intentar comprar o subcontratar la seguridad», se concentren en el diálogo, la comprensión mutua, la construcción de confianza y la cooperación con los vecinos.

La República Islámica de Irán considera que el establecimiento de un «Foro de Diálogo Regional» en el Golfo Pérsico es el mejor medio para resolver las crisis regionales y crear una región más fuerte. Podemos comenzar a adoptar medidas de fomento de la confianza para acercar a los países regionales sobre la base de principios tales como la igualdad soberana de los estados, no recurrir a la amenaza o el uso de la fuerza, una solución pacífica a las controversias, respeto de la integridad territorial de otros estados, la inviolabilidad de las fronteras internacionales, la no intervención en los asuntos internos de los demás y el respeto del derecho de los pueblos a la libre determinación. Al fomentar un entendimiento común sobre las amenazas y oportunidades a nivel regional y global, podemos avanzar hacia la consecución de un pacto de no agresión y la creación de mecanismos comunes para la cooperación regional.

Creemos firmemente que nosotros, a nivel regional, como herederos de las civilizaciones más ricas que el mundo haya conocido, debemos mantenernos firmes y resolver nuestros propios problemas entre nosotros mismos y asegurar un futuro mejor para todos nuestros niños sin interferencia externa ni mecenazgo, los cuales han supuesto un alto costo para nuestra dignidad colectiva, así como para nuestro desarrollo futuro.

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