Al Sisi: un año de represión interna en Egipto y una política exterior moderada

El balance del presidente egipcio está marcado por la persecución contra los islamistas y por una posición abierta en el panorama internacional para salir del aislamiento

Por CVN

12/06/2015

Publicado en

Mundo / Política

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JERUSALÉN.- Esta semana se cumple un año de la toma de poder en Egipto del presidente Abdel Fattah al Sisi, un periodo que se inició con un aislamiento del nuevo líder egipcio en la escena internacional pero que termina con él plenamente integrado en el concierto de las naciones, una etapa marcada por una férrea política interior y una política exterior relativamente moderada.

La cuarentena inicial a que lo sometieron Estados Unidos, Europa y África ha quedado atrás. El peligro de un aislamiento del régimen está superado y en todas partes se disputan un apetitoso mercado en el que los países suníes del Golfo han inyectado más de 20.000 millones de dólares.

Aunque Sisi asumió la presidencia el 8 de junio de 2014, su llegada al poder se remonta al 3 de julio del año anterior, cuando decidió poner fin al gobierno del presidente Mohammed Morsi, de los Hermanos Musulmanes, que había sido elegido democráticamente un año antes y que desde entonces está en prisión pendiente de si será o no ejecutado.

En este año Sisi no ha tomado decisiones radicales, fuera deperseguir con denuedo el islamismo político, una lucha cotidiana que se ha saldado con la muerte de centenares de soldados, policías y militantes islamistas y que no parece que vaya a resolverse definitivamente con prontitud.

No se puede juzgar a Sisi en base a un programa político puesto que nunca presentó ninguno. Su política interior ha tenido dos nortes: el combate del islamismo y el relanzamiento de la economía, un proceso que será largo y doloroso pero que cuenta con la ayuda incondicional de los países del Golfo y con la buena disposición de la comunidad internacional.

Sisi precisa a sus aliados para evitar que Egipto se hunda, pero sus aliados suníes necesitan a Egipto para apuntalar la política cada vez más aventurera en la región de Arabia Saudí, un país que ha decidido, especialmente tras el reciente ascenso al trono del rey Salman, encargarse de sus propios asuntos: la lucha contra la influencia de Irán en la zona, vía militar y de la mano de Israel.

El peaje principal que ha pagado por recibir la ayuda económica del Golfo es la creación de la fuerza militar árabe de intervención rápida que todavía está en pañales y que será una especie de Policía a disposición de cualquier país (suní) que vea en peligro su propio régimen. Todo indica que se trata de una fuerza que deberá estar lista para hacer frente a los chiíes cuando sea necesario.

Sisi ha sabido mantener a su país fuera de los tres conflictos más importantes de la región, los de Irak, Siria y Yemen. Con respecto a Yemen, el presidente egipcio ha sufrido fuertes presiones de Riad para implicarse de una manera más explícita y sin embargo ha conseguido ocupar un papel de segundo orden alejado del campo de batalla.

A diferencia del belicoso rey Salman, Sisi ha puesto énfasis en buscar una solución negociada en Yemen. Ha mantenido una posición distante con el conflicto, una actitud que ha desagradado a sus aliados suníes, especialmente a Riad, que experimenta un auténtico fervor militarista tanto en Yemen como en Irak y Siria. Un fervor que podría tener a medio plazo graves consecuencias para la estabilidad de la monarquía.

También es distante la posición de Sisi con respecto al conflicto sirio. Baste indicar que, a diferencia de lo que ocurre entre sus aliados, el presidente egipcio en ningún caso ha exigido la caída del presidente Bashar al Asad como condición para resolver la guerra civil.

El Cairo ha declarado la guerra al Estado Islámico pero significativamente no ha enviado aviones ni a Siria ni a Irak. Solamente ha intervenido militarmente en Libia tras la ejecución de 21 cristianos egipcios por parte de los yihadistas.

Otra característica de su política exterior ha sido la de establecercontactos estrechos con Moscú y Pekín. Sisi ha estado en dos ocasiones en Rusia y una vez en China. Mantiene con ambas potencias un diálogo estratégico en todos los sentidos, incluidos los aspectos militar y económico, buscando inversiones en distintos ámbitos que incluyen la construcción de un reactor nuclear para uso pacífico.

A Francia le ha comprado 24 cazas con un contrato millonario que ha asumido Arabia Saudí. Los países europeos se pelean por entrar en el mercado egipcio sabiendo que Sisi dispone de la ayuda económica de sus aliados del Golfo.

Las relaciones con Israel son excelentes, aunque en la medida de lo posible se trata de guardar las apariencias. Ningún mandatario hebreo ha visitado El Cairo en este primer año pero sí lo han hecho delegaciones militares y de seguridad. No hay que olvidar que la primera acción que adoptó Sisi cuando dio el golpe de Estado en julio de 2013 fue destruir los túneles que conectaban la Franja de Gaza con Egipto, una decisión que fue muy apreciada en Israel.

Por último, Sisi ha mantenido una política conciliadora con respecto al continente negro que el presidente egipcio considera prioritaria. Así, las relaciones con Sudán han mejorado y sobre todo también han mejorado las relaciones con Etiopía, un país que se dispone a construir una gran presa en el Nilo que había traído de cabeza a los egipcios.

Por Eugenio García Gascón /Publico

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