Análisis y proyecciones

EEUU: ¿Qué tan incierto e improvisado se viene el 2017?

Los estadounidenses partirán el año expectantes de lo que el nuevo gobierno de Donald Trump les depara. ¿Cumplirá su polémico programa político? ¿Cómo serán las relaciones con Rusia, Israel o China? ¿Cómo afectará su mandato a la escena internacional?

Por Meritxell Freixas

29/12/2016

Publicado en

Mundo / Portada

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Analistas y expertos coinciden en que el final del año que dejamos atrás ha traído grandes dosis de un ingrediente que llegó para aliñar el escenario internacional del próximo 2017: la incertidumbre. Y ésa va ligada, sí o sí, a las elecciones que el pasado 8 de noviembre escogieron a Donald Trump como futuro presidente de Estados Unidos.

Inquietudes que se instalaron a partir de las promesas de campaña del multimillonario y que ahora que se acerca la hora de la verdad habrá que ver cómo se resuelven. La expulsión de millones de inmigrantes, la construcción de un muro en la frontera con México, la oposición a los acuerdos comerciales o la suspensión del sistema de salud impulsado por Barack Obama (Obamacare), son algunos de los compromisos que el nuevo ejecutivo prometió llevar a cabo a partir del próximo 20 de enero.

trump

A pesar de que se sabe poco sobre cómo el multimillonario neoyorquino tiene previsto impulsar su programa político, en las últimas semanas se han conocido con detalle los nombres propios de las personas que acompañarán a Trump en su mandato. Eso, luego de que sus nominaciones sean aprobadas por el Senado, también de mayoría republicana.

Se trata de un gabinete formado por perfiles debutantes en la política estatal y el ámbito público y que además acumulan grandes fortunas. De hecho, The Washington Post aseguró que Trump se rodeó de multimillonarios en una proporción mayor que cualquiera de sus antecesores. Entre ellos, destacan la próxima secretaria de Educación, Betsy DeVos, miembro de una acaudalada familia cuya fortuna se calcula, según la revista Forbes, en cerca de 5.100 millones de dólares; y quien será el nuevo secretario de Comercio, Wilbur Ross, un empresario que, según el mismo medio, es dueño de una riqueza de 2.900 millones de dólares.

División social y tribunales

Todavía es una incógnita cómo se comportará Trump como presidente, pero lo que sí está claro es que tendrá que gobernar un país más fracturado y dividido que el que recibió Barack Obama. En primer lugar, por las consecuencias de la crisis económica global que, tras acechar de pleno a la clase media estadounidense, poco a poco empezó a tomar consciencia de los privilegios de unos pocos vinculados a las grandes elites. Un malestar que durante la campaña para las primarias fue representado por el precandidato demócrata, Bernie Sanders, y que pasó factura a la candidata demócrata Hillary Clinton, conocida por sus vínculos con las cúpulas de Wall Street.

Pero la polarización social de la sociedad estadounidense se da, además, porque durante la campaña y, más aún con los resultados en mano, se evidenció la enorme distancia ideológica entre la población de la zona costera y de las grandes ciudades, por una parte, y la de las zonas rurales, de mayoría blanca y demográficamente más pequeña, por la otra.

A pesar de que Clinton ganó en voto popular, arrasando en las áreas urbanas, el apoyo no fue suficiente para obtener la victoria en votos electorales.

El triunfo de Donald Trump tendrá otro elemento de alta relevancia para el próximo año: la elección del noveno magistrado del Tribunal Supremo. Luego de la muerte del juez Antionin Scalia, la Corte quedó conformada por cuatro jueces liberales y cuatro conservadores. La oposición republicana del Senado se negó a discutir y aceptar el candidato Merrick Gold, propuesto por Obama y que habría conformado la corte más liberal de los últimos 50 años. Ahora Trump podrá elegir un magistrado que complete el órgano judicial, perpetuando el mandato conservador en la alta jurisdicción y poniendo en riesgo algunos avances y derechos adquiridos.

Es el caso de normativas sobre cuestiones como la ley de aborto, a la que Trump se opone y que ya anunció hará lo que esté en sus manos para restablecer su ilegalización y volver a la situación anterior a 1973; el matrimonio igualitario, materia en la que podría retrotraer todo lo avanzado hasta ahora; o el aspecto tributario en relación a las vías que los multimillonarios tienen para pagar menos impuestos.

Acercándose a Putin

La política exterior es el otro gran ámbito en el que reina la inquietud. Como candidato, Trump exigió “poner a los EEUU primero”, reducir el intervencionismo y pactar una solución a la crisis Siria con el presidente ruso Vladimir Putin, lo que implicaría concentrarse en el combate contra el Daesh y abandonar los intentos de derrocar al mandatario sirio Bashar Al Assad.

Una de las señales más evidentes del acercamiento entre el presidente electo y el Kremlin fue la designación de Rex Tillerson como próximo secretario de Estado. Tillerson, máximo dirigente de ExxonMobil, la petrolera estadounidense más importante, destaca por sus buenas relaciones con Rusia y, especialmente, con Putin, con quien estrechó vínculos después de que Boris Yeltsin renunciara al poder en 1999 y él se instalara en el Kremlin.

Al mismo tiempo, Trump nombró a “halcones” en su futura administración, que piden mayor dureza contra el régimen iraní –aliado de Siria y Rusia—y se oponen al acuerdo nuclear firmado por Barack Obama, al igual que el próximo presidente. Cómo compatibilizará Trump estas tendencias contrapuestas es un misterio.

Quien espera expectante el 20E para que Trump asuma la Presidencia es el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Después de que en los últimos días las relaciones entre Washington y Tel Aviv se tensionaran por la abstención de EEUU en la votación de la resolución que declara ilegales los asentamientos judíos en Palestina, el mandatario israelí expresó públicamente su molestia con Obama y aseguró que Trump le hará mejor favor a las relaciones entre ambos países.

Y de hecho, Netanyahu no se equivoca. Ante la controversia, el magnate se apresuró a asegurar a través de las redes sociales que “las cosas serán diferentes en la ONU a partir del 20 de enero”. Y agregó: “No podemos seguir permitiendo que Israel sea tratado con ese total desdén y falta de respeto».

Finalmente, en el venidero panorama exterior hay que mirar también a China. Más allá de que la salida de EEUU del Acuerdo Transpacífico -otra promesa de Trump- resulta beneficiosa para Pekín, el nuevo modelo económico basado en el proteccionismo que Trump quiere promover, junto con los primeros conflictos diplomáticos que, sin ser aún presidente, Trump ya ha protagonizado en el gobierno de Xi Jinping, hacen sospechar que las relaciones con China no serán una taza de leche.

Al presidente electo parece que no le interesa la zona de Asia y el Pacífico más allá de los beneficios comerciales que pueda obtener de China. El multimillonario se metió en uno de los asuntos más sagrados para el país asiático: Taiwán, la isla que mantiene relaciones diplomáticas con 22 países y que Pekín considera parte inalienable de su territorio. Hace unas semanas cuestionó la política de «una sola China»  y amenazó de establecer relaciones diplomáticas con Taipéi a menos que China haga concesiones en áreas como el comercio. Luego de poner entre las cuerdas la política de cooperación que ha prevalecido durante las últimas cuatro décadas entre ambos países, el gobierno de Xi Jinping respondió con una seria advertencia: si Trump alterara esa posición, las relaciones bilaterales correrían peligro.

Con la victoria de Trump, también otros frentes en materia de relaciones internacionales toman relevancia, como el Brexit y la fuerza de la ultraderecha europea. Escenarios que anticipan un escenario global mucho más incierto y repleto de nuevos hielos y tensiones que pondrán en jaque el orden liberal construido por los EEUU desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Meritxell Freixas

@MeritxellFr

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